Esta semana saltaba la noticia; el Partido Demócrata se decidía definitivamente a intentar someter a Trump a un impeachment.
Hay muchos claro-oscuros en la idea de enjuiciar a Trump mediante este método de carácter prácticamente político, y más si tenemos en cuenta a quién lo impulsa (un Partido Demócrata aún dividido sobre el apoyo al impeachment, y en plena actividad para la elección de su candidato en 2020), y con las dudas que genera la capacidad de esta herramienta constitucional de motivar y justificar ante la opinión pública este proceso al Presidente de los Estados Unidos.
Esta figura existente en el derecho anglosajón (impeachment) no dispone en EEUU de un método regulado constitucionalmente. Solo hay que mirar los tres casos de impeachment a los Presidentes Johnson, Clinton y Nixon para ver que cada caso se ha desarrollado de manera diversa. Y en ningún caso esta figura ha llegado a echar un mandatario del poder ejecutivo.
En el caso de Johnson, un solo voto lo salvó de ser procesado. En el caso de Nixon no se llegó a iniciar el proceso ya que este mismo dimitió de su cargo presionado por el gran escándalo del Watergate, y por último, Clinton, no llegó a ser procesado por el escándalo sexual con su secretaria Monica Lewinsky por falta de apoyos políticos y por el rechazo mayoritario de la opinión pública norteamericana a someter a Bill Clinton a este juicio político.
En este caso, el juicio a Trump, la Presidenta de la Cámara de Representantes es la encargada de iniciar este proceso junto con las siete comisiones que esta cámara tiene abiertas para llevar adelante las investigaciones sobre Trump. En la Cámara baja se requieren 218 votos (los dem’s disponen de 235) pero es en el Senado donde tendrá lugar el juicio, y ahí, los republicanos mantienen una sólida mayoría.
Ciertamente, la experiencia como la herramienta que se quiere usar para enjuiciar a Trump sobre las escandalosas conversaciones con el presidente ucraniano siembra dudas muy serias.
Parte de la opinión pública como la misma Presidenta de la Cámara baja (Pelosi) ven en el proceso de impeachment un elemento más para provocar la división social, y política, y además, se sabe de la gran habilidad de Trump para usar el victimismo y agitar sus masas para conseguir mantener firme su prestigio y su liderazgo entre los suyos.
Y con todo ¿hay que descontar en todo esto el proceso de primarias en que está inmerso el Partido Demócrata? Para nada. Joe Biden es el principal candidato a ser elegido en las primarias demócratas en casi todos los estados donde se han celebrado estas elecciones, pero le sigue de cerca Elisabeth Warren, candidata a la izquierda de Biden. Warren, que ha conseguido superar a Bernie Sanders en muchos Caucus, dispone de una intención de voto a la alza, al contrario de Biden, que parece que va a la baja aunque tiene aún una sólida venta ventaja de casi siete puntos sobre la senadora de Massachussets.
Entonces, la filtración por parte de un alto funcionario sobre las conversaciones mafiosas de Trump despertaron la oportunidad de la élite demócrata de tirar adelante el impeachment a Trump, porque hay pruebas escritas, pero sobre todo, porque estas conversaciones refuerzan la figura de Biden como principal opositor a Trump. Sin duda, la élite demócrata apuesta por Biden, y el hecho de que Trump hiciera de las suyas para incriminar al hijo de Biden en supuestos negocios sucios en Ucrania impulsará la figura de Biden entre las filas demócratas.
Pero cabría hacerse un pregunta sobre el fondo de esta cuestión. ¿Qué hizo el hijo de Biden (Hunter Biden) en Ucrania? Otra duda que este impeachment no resolverá pero queda claro que no todo son “habas lo que cuecen” en casa de los Biden, ni entre los máximos dirigentes dem’s que controlan el poder y ciertos medios nacionales.