“Nadie sin hogar“. Este es el lema de su acampada. Desde abril, personas sin hogar de todas las edades y perfiles vienen acampando en el madrileño Paseo del Prado, una de las zonas más típicas para pasear por la capital. A los lados encontramos impresionantes galerías de arte como el Museo del Prado y el Thyssen, y, tras unos minutos de caminata, encontramos plazas tan simbólicas como la de Neptuno o como el Ayuntamiento de Madrid.
No obstante, cuando se pasea por el medio de este bulevar, la realidad es otra muy diferente. Actualmente, más de 100 personas sin hogar han visto como única vía para intentar cambiar su situación acampar y unirse para juntar fuerzas y conseguir una mayor visibilidad.
Se encuentran repartidas en 3 campamentos: uno delante del ministerio de política social, ya que es el que concede las ayudas a gente en su situación, al lado del Ayuntamiento y cerca del Congreso de los Diputados.
Los campamentos se organizan mediante una asamblea que elige a un tesorero. Este será el encargado de llevar todo lo relacionado con un bien tan escaso e importante como el dinero. Cada día se hace una compra de comida, después el cocinero la elabora en un camping-gas y todo el mundo que lo necesite puede comer. Nos cuentan que no pasan hambre: “hacemos dos comidas muy completas, y quien quiere repetir, puede hacerlo”. Las tiendas de campaña, sacos, colchones y demás útiles necesarios para sobrevivir los han conseguido financiar gracias a donaciones de particulares. “Todavía queda buena gente” relata Noé.
En el primero de los campamentos nombrados encontramos a Rudy. Afectado por los desahucios en los momentos más complicados de la crisis económica, no encuentra otra solución más factible. Cuenta que se han puesto en contacto con todas las Plataformas de Afectados por la Hipoteca, pero que estas tampoco han podido hacer nada.
Los albergues podrían parecer una buena solución, sin embargo, todos responden que no, que nadie quiere vivir ahí. Denuncian problemas muy graves de violencia y de adicciones tanto a alcohol como a las drogas. Por si esto fuera poco, las parejas son separadas. Noé y Pepa señalan que prefieren vivir en la calle ya que por lo menos pueden estar juntos. La situación es tal que todos los acampados escogen pasar frío en la calle antes que verse viviendo en uno de estos albergues.
Pablo cuenta que se vio en la calle debido a la crisis. “Yo llegué a ganar 2500 euros al mes, y después de tener 20 años cotizados esto es lo que me queda”. Su prestación de 400 euros no le da otra opción y, con un tono que mezcla la resignación y la indignación apunta: “no sé la situación de todo el mundo, pero yo soy un obrero que he trabajado toda mi vida. Creo que merezco algo mejor”.
Desde que comenzó la acampada, el buen tiempo ha acompañado a estas personas sin hogar. Ahora todos temen al invierno y a las lluvias. A pesar de ello, no piensan desistir y pretenden continuar con su acampada hasta que se les dé una solución. “Solo pedimos una vivienda y una vida digna. Además esto aparece en la constitución, que se fijen más en el artículo 47 y no tanto en el 155” denuncia Pablo.
Este es otro ejemplo, quizá el más extremo y dramático, del peligro para la sociedad que conlleva especular con un bien de primera necesidad como es la vivienda. Algunos colectivos, como el CSO La Ingobernable ayudan a estas personas lanzando campañas online y ayudando en la organización de acciones, pero comenta Manolo, el tesorero, que al final, prácticamente todas las ayudas vienen de particulares y que “cada pequeña aportación cuenta”.