La tele mostraba imágenes y hablaba de cosas que no llegaba a comprender del todo, corría el año 2004 y Mar del Plata era epicentro de un acontecimiento histórico.
El Diego le hablaba a una multitud, Hugo Chávez mandaba a los Gringos al carajo, Néstor se ganaba el corazón del pueblo y los vidrios de los comercios marplatenses estallaban al compás de un “Fuera Bush” interminable.
Mi tío Roberto, poeta de las causas justas, había viajado a Mar del Plata y yo con mis 13 años puteaba en mis adentros por no estar ahí con el. Mi madre, una de las personas que mejor me conoce y conocerá, pudo notar enseguida la fascinación con la que contemplaba el espectáculo y esbozó con cierto tono de alarma: “lo único que te pido es que nunca te vayas a hacer de Quebracho“.
Le pregunté que era Quebracho y me dijo que eran como los montoneros pero más tranqui, que rompían cosas y se manifestaban de forma violenta.
#MILAGROLIBRE
Lo cierto es que nunca “me hice de Quebracho” ni nada parecido, pero también es cierto que mis padres fueron los responsables sin saberlo, de que muchos años después conociera al líder de la organización ya disuelta: Fernando Esteche.
La primera vez fue un saludo casual en los pasillos de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, cuando viajé para ponerle música y voz a la campaña “Argentina NO USA Bases” del profe Sebastián Salgado y sus alumnos, y la segunda vez, ya en un encuentro mucho más extenso y personal, en el penal de Marcos Paz, visitándolo en su condición de preso político junto a Julio De Vido en las catacumbas del LawFare criollo.
Decía que mis viejos fueron los responsables involuntarios de este encuentro, porque mi madre no tuvo mejor idea que hablarme de los humildes durante toda mi infancia, incluso llevarme con ella cuando hacia trabajo social en los barrios del querido oeste bonaerense en el que vivo, enseñarme a compartir lo poco que teníamos con quien la pasaba peor y a no ser indiferente con el sufrimiento ajeno.
Mi viejo también hizo lo suyo, curando mi cipayismo inyectado por los dibujos animados del supremacismo gringo, contándome historias de nuestro pueblo, legándome su profundo amor por la celeste y blanca y compartiendo varias lecciones de geografía y cultura sobre ese interior profundo y maravilloso de la Patria que yo aún no conocía.
Sé que ellos me soñaban predicando en un templo, pero la realidad es que la suma de justicia social y patriotismo dio como resultado a este coplero casi ateo que adapta un estilo nacido en el imperio a la tónica sudamericana para denunciar sus mismas tropelías.
Era el año 2016 y yo todavía sin Twitter, todavía me acuerdo como si fuera hoy de aquella tarde cuando Jacqueline, mi nena más grande, vino con una sonrisa de oreja a oreja mostrándome cómo en su cuenta de Twitter podía ver publicaciones de miles de usuarios hablando de mi último lanzamiento “¿Querías Globos?“.
Me dio su teléfono y lo primero que vi era una publicación de Fernando Esteche elogiando la canción y no pude evitar reírme a carcajadas recordando el mantra maternal.
De Fernando solo sabía que era dirigente de Quebracho, que Nisman lo había incluido en su delirio judicial, que había estado preso (lo sabía por una vieja pintada en la estación de Once que decía “Libertad a Fernando Esteche“) y que siempre usaba boina. No más que eso.
A partir de ahí empecé a leer sus artículos sobre política internacional, a ver sus entrevistas y a obsesionarme con la causa del fiscal que respondía a la CIA y al Mossad, y que con su suicidio nos obsequió 4 años de macrismo, 100 años de deuda, una serie de Netflix y le robó años de libertad a varios compañeros, incluido Fernando.
Lejos estaba el dirigente de corresponder a ese estereotipo tan fogoneado por los medios de comunicación que lo presentaban como un perfecto equilibrio entre Bin Laden y Tony El Gordo de Los Simpson.
Y es que Fernando daba clases en la universidad, escribía libros, se ocupaba de que no faltara un plato de comida en la mesa de tantos trabajadores excluidos del sistema, defendía a quienes comparten el color de piel de Jesús y en resumen de cuentas, si le sacamos la biblia, unas cuantas vidrieras rotas y la boina, no era tan diferente a mis padres.
“Estuve preso y no me visitaste“, reza el evangelio del cual aparentemente tengo una memoria selectiva y así intenté visitar a todos los compañeros que pude y dedicar buena parte de mis letras a contar los verdaderos motivos por los cuales pasaron y pasan años de su vida privados de su libertad, los cuales distan enormemente de esas actas judiciales redactadas en el exterior del país o en el interior de alguna oficina de la oligarquía vernácula.
El Peronismo y su maravillosa doctrina nos enseña una y otra vez que lo mejor está en los márgenes, que la realidad se transforma con esos hombres y esas mujeres que no pierden el contacto con el pueblo al que pertenecen, y es por Eva y por Perón que podemos comprender el tenor de nuestros presos políticos.
No es solo porque Amado Boudou fue elegido por la voluntad popular para ocupar el cargo de vicepresidente o no es solo porque Julio De Vido fue elegido por Néstor y por Cristina durante más de una década para transformar la estructura del país en beneficio de los trabajadores postergados, no. Todos ellos y todas ellas fueron elegidos y elegidas por la oligarquía, por los servicios extranjeros, señalados por las fuerzas de la Anti- Patria como verdaderos obstáculos para el correcto funcionamiento de su plan de saqueo y destrucción.
Como bien nos enseñó Arturo Jauretche, si uno está con el pueblo hay que abrir el diario La Nación, leer lo que dice y pararse en la postura contraria. A mi el diario La Nación, como el diario Clarín y el portal Infobae me dijeron que esas tipas y esos tipos que pusieron un plato de comida en la mesa de millones y que hicieron flamear bien alta la bandera celeste y blanca del sol Inca eran ladrones, asesinos, encubridores y traidores a La Patria y que tenían una jefa perversa llamada Cristina Fernández de Kirchner.
Como los mencionados pasquines me dijeron eso, voy a seguir junto a Cristina y también junto a Fernando, Julio, Amado, Luis, Milagro y todos mis compañeros elegidos por el enemigo para castigar en ellos la osadía popular de exigir respeto y una vida digna.
Quiero un peronismo que siga haciendo historia y no se puede hacer historia con presos políticos.