¡Qué gran partido!
Ayer asistimos a la celebración de uno de los eventos más esperados por todos los seguidores planetarios de este espectáculo en que se ha convertido el deporte del fútbol.
Y hay que decir que el partido tenía dos vertientes; la puramente deportiva, en la que ninguno resultó vencedor (0-0), si bien el Madrid estuvo claramente muy por encima de su rival y que luego comentaremos, y la extradeportiva.
En cuanto a la polémica y a las expectativas que el partido había despertado por parte del sector más reivindicativo del independentismo de Cataluña, decir que fuera de unos brotes de violencia en los aledaños del estadio, con el balance de nueve detenidos y sesenta heridos, en el estadio que albergaba el partido, el Nou Camp de Barcelona, no tuvieron, afortunadamente, mayor relevancia.
Considero muy sospechoso a todo aquel que se pone detrás de una bandera invocando el concepto de cualquier patria, para reivindicar unas ideas. Desde el nefasto romanticismo, considero que ha sido este el germen principal de todos los fascismos que en el mundo han sido, con el tenebroso resultado que todos conocemos.
Creo que es preferible el diálogo con alguien que apela a la razón en sus planteamientos y no a los sentimientos, pero dicho esto, y que es preferible en mi opinión un mundo sin fronteras a otro con las aldeas como refugio de tribus cada vez más pequeñitas, hay que reconocer el derecho y la libertad que todos deberían tener para expresar sus opiniones y decidir sobre su futuro.
Y en este sentido creo que el independentismo dejó ayer pasar su gran oportunidad de utilizar el magnífico altavoz de que disponía para manifestar sus opiniones, en parte por el despliegue y el correcto trabajo de las fuerzas de seguridad, y en parte también por el buen hacer del realizador, que no concedió ni un segundo a unas pelotitas amarillas que al parecer pulularon sobre el césped durante un par de minutos en la segunda parte.
Pienso que hay pues que congratularse de que no se produjese la temida invasión del terreno de juego, lo que hubiese acarreado nefastas consecuencias de cara a la imagen y el prestigio internacional del Barcelona, de Cataluña y de España, al igual que creo cabe congratularse de la decisión recién conocida del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), en el sentido de que Oriol Junqueras tenía inmunidad y debía ser reconocido como diputado.
Que una cosa no quita la otra.
En cuanto a lo puramente futbolístico, reseñar que el Real Madrid mostró una solidez y una autoridad sobre el juego que sobre todo en la primera parte le hicieron acreedor a conseguir algún tanto.
En la misma registramos varias ocasiones del Madrid, un disparo blandito de Benzema, un cabezazo de Casemiro que Piqué salvó bajo los palos, un par de voleas de Valverde, y por parte del Barcelona, una preciosa jugada por la izquierda que salvó Courtois apuradamente y que casi consigue rematar Messi, y un pase estratosférico del citado Messi para Jordi Alba que este no fue capaz de aprovechar.
Hay que hacer constar que mediada la primera parte hubo un par de acciones dudosas (posible penaltis) en contra del Barcelona, que el Var se negó a analizar.
El Madrid, bien plantado sobre el terreno de juego, sorprendió a su rival con una presión altísima y un derroche físico (que pagaría en la segunda parte), que salvo cinco minutos a partir del minuto diez el rival no supo contrarrestar. Y ello fue así merced a la inexplicable decisión del entrenador del Barcelona, el señor Valverde, de no alinear a Busquet, jugadorazo donde los haya, y el único capaz desde hace años de hacer jugar al resto de sus compañeros como los ángeles, descargando casi siempre al primer toque hacia el compañero mejor situado, defendiendo y no perdiendo nunca el balón, y ofreciéndose siempre desmarcado.
La segunda parte tuvo menos historia, un Madrid algo más cansado y en el que Zidane debió introducir algún cambio bastante antes y al que se le anuló justamente un gol, y un Barcelona que no obstante tuvo una magnífica ocasión que ni Messi ni Suárez consiguieron definir.
Las espadas siguen en todo lo alto.
Y que viva el fútbol, el único deporte que pese a acabar cero a cero es capaz de dejar a los espectadores satisfechos.
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