Estados Unidos (EEUU) está en crisis. Es innegable que la pandemia del coronavirus ha golpeado duramente al capitalismo, su sistema económico-político, en la médula. ¿Es un proceso que desembocará en el colapso? Las probabilidades son muchas.
Sin embargo, para hablar de colapso debemos entender que se caracteriza por su irreversibilidad. Es imposible de detener, y la discusión está en la capacidad del capitalismo de renovarse y salir airoso ante esta puñalada mortal.
Nadie hubiera imaginado que la razón de la crisis económica del imperialismo sería la eliminación del consumo, y de la mano de obra. Es decir, los teóricos del anarquismo como Carlos Taibo avizoran el colapso pero sometido a una catástrofe ambiental, o el agotamiento de las fuentes de energía.
Sin embargo hoy para los norteamericanos la caída de la bolsa, los casi 10 millones de desempleados, la industria de petróleo de esquisto quebrada, el ascenso al primer lugar mundial de contagios y muertes, parecen advertir que la crisis sanitaria ha sido fatal para el hegemón norteamericano.
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No obstante la pandemia del coronavirus puede y debe ser controlada. Varios países (que conforman hoy polos alternativos de desarrollo en la visión altermundista) hacen grandes esfuerzos y cosechan logros significativos en la derrota del virus.
China afirma haber controlado su expansión en Wuhan. Rusia, Cuba y Venezuela presentan índices notables. Por otro lado Estados Unidos a pesar de la tardía reacción de Donald Trump (lo que quizás le cueste las próximas elecciones presidenciales), no parece avanzar en materia de prevención y contención.
Sólo se observa desde fuera, con la poca información que se cuela en medios comerciales, hileras de sarcófagos enterrados en algún lugar de New York.
Sin mano de obra esclava y sin consumo el capitalismo no puede reaccionar. Se encuentra inmóvil, sacando de la reserva. Las pérdidas millonarias se cuentan por minutos. El pánico cunde por las urbes, mientras algunos estados rurales se niegan a acatar la cuarentena potenciando la expansión del virus.
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Todo indica que la pandemia va a hacer larga vida en el territorio. Un virus que no produce inmunidad al afectar al cuerpo humano, porque puede volver a infectar al huésped. ¿Podemos hablar de un colapso?
Hoy se estudia la posibilidad de que el COVID-19 sea un arma biológica creada por Estados Unidos para destruir a su principal competidor: China. El tiro salió por la culata, porque al igual que Venezuela y Cuba, son naciones con Estados fuertes, sólidos y con un sistema político basado en la protección de su pueblo, la solidaridad.
Sistemas socialistas, comunistas. Progresistas. Vaya lección de geopolítica que nos ha dado la pandemia: miles de personas muertas por la avaricia y la naturaleza mercantil del capitalismo, segregado y olvidando a las capas más frágiles de su población. La muerte del humano por falta de dinero, la muerte de miles por ausencia de sistemas de salud gratuitos para todos.
Hay un colapso y es simbólico. El gobierno de Donald Trump ha caído en una espiral de pillaje internacional, de potes de humo lunares, de amenazas militares y de frases socarronas para tapar su propia ineficiencia.
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El capitalismo ha mostrado los dientes cariados de una bestia que come humanos. La globalización es un tópico de libros viejos que hay que quemar. La indolencia ante el sufrimiento de afroamericanos y latinos es un signo imposible de olvidar.
El capitalismo tratará de robotizar sus industrias, de apalancar el trabajo en casa, de potenciar los productos de salud para mercantilizarlos. En su peor hora, con la amenaza de la explosión de burbujas inmobiliarias, tendrá que ceder en todos los terrenos. Pero la bestia está herida y no muerta.
Hora de unión de los rebeldes, de fraternidad de los iguales. Seguimos.
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