En los últimos tiempos, desde la izquierda, se repite como mantra la idea del ‘discurso‘. Mientras, el silencio es atronador en cuanto a propuestas capaces de generar una expectativa destacada. La lucha por la imposición argumentativa esta basándose en la simplificación de los elementos discursivos, que a su vez conlleva la reducción de soluciones pragmáticas a problemas reales. Ante esta ínfima capacidad resolutiva, y gracias a todos su medios, el neoliberalismo está imponiendo su paradigma.
Asumir el capitalismo como inexpugnable, y resignarse a este, ha conllevado en las últimas décadas a relegar a la izquierda a un progresismo disgregador, basado en diversidades individuales a las que debe reconocerse dentro del marco social. Pero sin embargo, se ha olvidado las cuestiones intrínsecas que el capitalismo comporta.
En las últimas semanas, el capitalismo, con su capacidad adaptativa para absorber y acoger en su interior cualquier movimiento contracultural ha demostrado, mediante la agitación entorno al cambio climático, cómo a través de su hegemonía cultural, los parámetros por los cuales discurre el día a día son claramente con vocación determinista.
El cambio o la exposición de la crisis climática ha hecho crear conciencia en la sociedad, pero no es suficiente. Las escasas regulaciones de gobiernos imparciales y la falta de interés empresarial no aportan nada.
Dentro de este contexto Greta Thunberg, cabeza visible del movimiento juvenil para combatir el cambio climático, ha creado cierta animadversión. La individualización y personalización en el elemento de la adolescente ha provocado una reacción exagerada. Se tilda a Greta de puro montaje, prefabricado para traer el capitalismo verde, un nuevo sujeto de ‘limpieza‘ (‘wash‘) del sistema preestablecido.
>>El caballo de Troya del Capitalismo verde: cambiar para que nada cambie<<
Sea como sea, el apoyo o reacción ante la figura de la adolescente nórdica, tiene una capacidad paupérrima de cambio. La alternativa es inexistente y la verdadera negación del cambio se encuentra en las élites. Los ‘negacionistas‘ como dice Esteban Hernández son “esos directivos que dicen “sí, pero””, aquellos que saben que tomar otra dirección les llevaría a ganar mucho menos dinero, y con ello a retribuir escasamente a los accionistas y a que sus bonus se esfumasen.
Son esos dirigentes políticos que piensan en términos instrumentales, que saben que sus países causan enorme daño por el gasto energético de sus ejércitos, por sus fábricas, que siguen contaminando, o por instigar el ‘fracking‘, entre otras muchas cosas, pero que saben que es justamente eso lo que sitúa a sus Estados entre los más poderosos del mundo o entre los beneficiados de la globalización; son esos expertos de las grandes instituciones que nos transmiten que una acción decidida causaría enormes perjuicios a la economía y así sucesivamente.
Esto abre, una vez más, el incesante análisis de la lucha de clases. La implacable idea de hallarse ajeno a los hechos, siempre y cuando, mi propia situación (y la de mi Estado) esté “preparada” para afrontar los obstáculos. “Como soy rico y desde mi situación económica puedo afrontar los problemas, que se preocupen los demás“.
Proceso completado, nuevo debate estéril implantado mientras todo acontece del mismo modo y sin un programa que asuma la tarea de emerger como alternativa. Desde la izquierda seguimos asumiendo y caminando por los senderos sistémicos preestablecidos, donde no existe margen de acción.
Durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX se han vivido varias experiencias de movilizaciones desorganizadas y sin propuestas de intervención política sin ningún resultado. Las reivindicaciones, dispersas, ni siquiera han hecho inmutar a las grandes potencias económicas. Nada cambia. O sí.
>>Emergencia climática: ¿es posible abordarla sin cuestionar el sistema económico?<<
El exponente español de estas movilizaciones por el clima es la Plataforma 2020 Rebelión por el clima, que “es una plataforma de acción no violenta frente a la crisis climática y ecológica“.
La plataforma no impone ningún objetivo concreto ni ninguna táctica. 2020 Rebelión por el clima es un movimiento de movimientos de gran diversidad, sin portavoces ni capacidad de interlocución, cuyo principal propósito es “coordinarse para la acción no violenta bajo el paraguas de la justicia climática”.
A su vez, el FMI ha lanzado la exigencia a las naciones de subir los impuestos del CO2, y los combustibles. Esta medida repercutirá, como siempre, en los mismos, en las clases sociales más bajas. Ese será el único cambio que observaremos en la realidad.
Obviamente la movilización es importante, pero la organización férrea previa es fundamental.
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