El expresidente Adolfo Suárez confirmó que el Régimen surgido de la dictadura franquista impidió celebrar un referéndum entre monarquía y república, porque ganaría esta última opción, lo que contravendría lo pautado por el dictador, quién decidió que la familia Borbón sería la que ostentaría la jefatura del Estado de manera vitalicia, sin someterse a los cauces democráticos periódicos (elecciones).
En España el movimiento republicano siempre ha sido más fuerte que en otros países con monarquías, a causa del proceso político que fue la II República, un momento de avances sociales cercenado por un golpe de estado que motivó una batalla entre los que defendían la legalidad de las urnas, y los que querían usar la violencia para frenar las conquistas en favor de la mayoría social.
Aún a día de hoy, los asesinados por defender la democracia frente al fascismo siguen en las cunetas, y su memoria no ha sido reparada, por esos motivos el movimiento republicano español crece con el paso de los años. Mientras tanto la monarquía cada vez pierde más apoyo a causa de la corrupción que la salpica y su inutilidad como institución pública.
Francisco José Pérez Esteban, Secretario General de Izquierda Republicana (IR), defenderá la necesidad de celebrar un referéndum vinculante sobre esta cuestión, mientras que Miguel Sanz Sanz, analista político y miembro de Nuevas Generaciones del Partido Popular (PP) de Madrid, tomará la posición contraria.
Debate o Dogma: ¿es necesario un referéndum vinculante monarquía-república?
La República aparece durante estos años de crisis como el horizonte de esperanza para el pueblo y especialmente la juventud empezó a reclamar masivamente en calles y plazas un nuevo proceso constituyente, un cambio de régimen. Que el pueblo pueda decidir sobre el modelo de estado, sobre su futuro político, con libertad, en un referéndum democrático impedido durante dos siglos.
Fracisco Pérez cree que es necesario un referéndum.
Hay quien dice que un referéndum vinculante sobre Monarquía o República no es necesario, porque no debe votarse la esclavitud o la servidumbre. Dicen que el derecho a la igualdad entre los hombres es una aspiración esencial de la izquierda y la desigualdad no puede votarse, debe suprimirse, eliminarse. Y quien dice esto tiene razón, porque las monarquías no tienen sentido, son antidemocráticas.
En el siglo XXI la jefatura del estado no puede heredarse de padres a hijos como se hereda una finca en Andalucía. España no puede ser una herencia per se para una única familia privilegiada que desde hace tres siglos mezcla los intereses públicos con los privados para aprovecharse de ese privilegio y hacerse millonaria, incluso a costa negocios turbios, comisiones ilegales y corrupción.
Defiendo que en nuestro país ese referéndum sí es necesario, a pesar de lo dicho. Porque demasiadas veces en nuestra historia se nos ha hurtado el derecho a decidir el modelo de estado: se han suprimido los proyectos liberales y las repúblicas con golpes de estado, y las libertades ciudadanas con miles de crímenes y constante represión.
En 1975 al pueblo se le hurtó ese derecho históricamente una vez más. Muerto el criminalísimo Franco tras 35 años de dictadura, restablecer la República como el régimen legítimo y democrático que existía en 1936, antes del golpe fascista, era lo justo y lo legal.
Pero en España apenas han existido históricamente los republicanos de derechas y las élites económicas temían y temen a la República más que a un nublado. Porque en España los republicanos habían sido de izquierdas, partidarios de un estado socialista y laico, y habían reducido sus privilegios de clase y redistribuido la riqueza .El franquismo conspiró con el Departamento de Estado de los EEUU, y dejó atado y bien atado un régimen monárquico ilegal e ilegítimo, que se nos impuso a todos por el dictador.
Al pueblo se le hurtó la posibilidad de votar en libertad si deseaba un modelo de estado republicano o monárquico. Recientemente, la periodista Victoria Prego hizo pública una entrevista realizada al expresidente Adolfo Suárez en 1995 donde este reconocía que “cuando numerosos jefes de gobierno extranjeros me pedían (en 1976) un referéndum sobre monarquía o república… hicimos encuestas y perdíamos. La solución para que la consulta no se realizara fue meter la palabra monarquía en la Ley de Reforma Política de 1977“. E imponiendo la monarquía en la ley, y luego en la Constitución, se aseguró la permanencia de la institución. Se impidió el ejercicio de la voluntad popular.
La crisis económica de 2008 trajo como consecuencia la crisis política del régimen de 1978, y la deslegitimación de un modelo político que ha derivado en paro, precariedad y falta de derechos sociales y económicos para la mayoría social trabajadora. La gente ya no cree en la monarquía, ni en el bipartidismo, ni en el Senado, ni en una Constitución que puede tener artículos muy bonitos, pero que no se cumple y es solo papel mojado.
La monarquía naufragaba entre las corruptelas de Juan Carlos y las de Urdangarín,y sufrió un enorme desgaste en su imagen, que condujo a la abdicación de El Campechano. La casa real sacrificó una pieza para salvar la institución. Y llegó Felipe de Borbón también sin consultar a la voluntad popular, en un acuerdo palaciego del bipartidismo, impuesto a los españoles y sin que nadie lo haya votado. A pesar de que las plazas españolas estaban repletas de miles de banderas tricolores.
La República aparece durante estos años de crisis como el horizonte de esperanza para el pueblo y especialmente la juventud empezó a reclamar masivamente en calles y plazas un nuevo proceso constituyente, un cambio de régimen. Que el pueblo pueda decidir sobre el modelo de estado, sobre su futuro político, con libertad, en un referéndum democrático impedido durante dos siglos. En el momento en que las encuestas del CIS empezaron a dar más españoles republicanos que monárquicos, las encuestas se suprimieron. Hace cinco años y seguimos sin ellas.
Y hoy, uno se pregunta cosas sencillas. Si dicen que la monarquía goza de un mayoritario aprecio popular: ¿por qué no convocar un referéndum? También dicen los monárquicos de la derecha que si se convoca, ellos lo ganarían de calle. Si así es, se pregunta uno: ¿entonces por qué no lo convocan? Menos aún lo quieren vinculante.
Porque tienen miedo a la libertad del pueblo. Es el pánico de unas élites a aceptar que lasoberanía y el poder no está en ellos. Siempre han sido los amos de la finca y tienen miedo a que la finca se autogobierne sola. En el fondo, no creen en la democracia. Pero su miedo reafirma nuestra reclamación democrática: los borbones deben presentarse a las elecciones. El pueblo tiene derecho a decidir.
La percepción es que la Monarquía es una institución útil en el siglo XXI. Que no se ha quedado anacrónica, sino que es capaz de seguir respondiendo a los nuevos retos que se plantean y a las nuevas mentalidades surgidas desde el valor que aporta su acervo histórico y su amor por la nación española.
Miguel Sanz Sanz cree que no es necesario la celebración de un referéndum.
A la hora de determinar si es preferible desde el punto de vista democrático para una nación tener una forma de Estado monárquica o republicana, tenemos a España, Japón, Holanda, Reino Unido, Suecia o Noruega como ejemplos de países monárquicos desarrollados y por otro lado, el de Alemania, Estados Unidos, Italia o Francia como muestra de Estados no menos avanzados. De esta manera, podemos concluir que tener como jefe de Estado un Rey o un Presidente de la República no hace a un país más democrático ni más respetuoso con las libertades.
Centrándonos en España, desde 1978 hemos vivido -estamos viviendo- el mejor período de nuestra historia, los años de mayor desarrollo económico, de más respeto al pluralismo político y de mayor disfrute de derechos y libertades. Nuestra transición a la democracia en la cual el Rey Juan Carlos jugó un papel clave, se estudia en la mayoría de facultades de Ciencias Políticas y es la referencia básica de cómo pasar de un régimen autoritario a uno democrático en Latinoamérica.
Conviene, en este sentido, recordar las palabras de dirigentes políticos de todo el arco parlamentario. Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, uno de los siete padres de la Constitución por UCD, consideró a la Monarquía “el motor que ha permitido la pacífica instauración de la democracia, y es hoy, en nuestra peripecia actual el más poderoso estrato protector de la misma”.
Santiago Carrillo, por su parte, afirmó que el Rey “ha desempeñado el papel de bisagra entre el aparato del Estado…y las profundas aspiraciones democráticas de la sociedad civil, que de otro modo hubieran chocado”. También el Partido Nacionalista Vasco, por boca de su histórico líder Xavier Arzalluz expresó que “la Corona ha contraído méritos considerables en el proceso de democratización emprendido”.
La monarquía tiene en nuestro país implicaciones de carácter histórico, político y social. Desde la fundación del Estado Moderno en la época de los Reyes Católicos, hemos gozado de un régimen monárquico durante 6 siglos, con tan solo un pequeño paréntesis en el siglo XIX (1873) y el período de la República y la dictadura en el Siglo XX (1931 – 1975).
La gran mayoría de nuestras Constituciones, a excepción de la de Cádiz de 1812 y la de 1931, consagraba la Monarquía. Constituye un elemento de unidad, de representación del conjunto de la nación, por encima de la procedencia regional o de las ideas políticas. Simboliza la permanencia histórica de la nación española.
En este sentido, la Monarquía es, por encima de todo, una tradición histórica, la más importante, que, sin lugar a dudas, valdría la pena conservar. Una larga construcción histórica de muchos siglos, que ha proporcionado siglos de convivencia fructífera, con sombras, por supuesto, pero también con logros colectivos reseñables.
La Corona, en todo momento, a pesar de las distintas formas de organización territorial, las diferentes instituciones que se han sucedido, ha proporcionado una conciencia común en todos los habitantes del territorio español actuando como el elemento cohesionador determinante.
En un país como España, caracterizados por luchas políticas, en ocasiones, encarnizas, y desde luego, normalmente acaloradas, disponer de una figura neutral, que “arbitra y modera el regular funcionamiento de las instituciones“ (Art.56 CE), que está al margen de partidismos es algo, a mi juicio, muy necesario.
Con esto no quiero decir en absoluto que no sea deseable –incluso imprescindibl – el pluralismo partidista, la resolución de los inevitables conflictos y discrepancias existentes en la sociedad a través de la política y de los partidos. Pero la solemnidad que confiere el Rey Felipe VI a actos como la convocatoria y disolución de las Cortes, la promulgación de leyes, proponer el candidato a Presidente del Gobierno o nombrar a los miembros del Gobierno a propuesta de su Presidente (Art. 62 CE) a través del refrendo, es algo que un Presidente de la República no podría proporcionar.
El proceso de sucesión en la Corona que tuvo lugar hace 6 años, en junio de 2014, cuando se produjo la abdicación del Rey Juan Carlos fue impecable tanto desde el punto de vista jurídico como político. Hubo consenso entre los dos principales partidos, el PP y el PSOE, demostrando tanto Mariano Rajoy, por entonces Presidente del Gobierno, como el tristemente fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba, Secretario General del PSOE, un gran sentido de Estado.
Concluyo este artículo en defensa de la institución monárquica haciendo hincapié en que para que perdure y se adapte sin dificultad a los nuevos tiempos –algo que creo están consiguiendo el Rey Felipe VI y la Reina Letizia–, hay que profundizar en la transparencia, la eficacia, la ejemplaridad en los comportamientos personales y la cercanía con los ciudadanos.
En definitiva, la percepción es que la Monarquía es una institución útil en el siglo XXI. Que no se ha quedado anacrónica, sino que es capaz de seguir respondiendo a los nuevos retos que se plantean y a las nuevas mentalidades surgidas desde el valor que aporta su acervo histórico y su amor por la nación española.