Hablar del centro en la política siempre es controvertido. Para muchos no existe. Para otros ahí se encuentra la virtud. Desde la izquierda, siempre ha sido una etiqueta más bien repudiada (claro es el ejemplo del PSOE, quien siempre se autodenomina la izquierda en campaña para adoptar después posiciones neoliberales), en cambio, al otro lado del espectro político no ha sido así.
El PP de Casado realizó su carrera electoral del pasado abril en la derecha extrema, despegándose más bien poco de VOX y con un discurso totalmente radicalizado, algo que terminaría con un serio batacazo y con la amenaza de un más que posible sorpasso de Ciudadanos.
En vistas de los resultados, la estrategia para las elecciones del 26M y para la repetición electoral ha sido la volver a la moderación: cambio del discurso, tratar de diferenciarse de VOX y repetir muy y mucho que representan al “centro-derecha”.La táctica no fue mala del todo. Los conservadores consiguieron 89 escaños, saliendo así de la UCI y borrando casi totalmente a la formación que entonces dirigía Albert Rivera.
En este caso fue desvestir a un santo para vestir a otro (aunque angelitos tienen más bien poco), ya que la ultraderecha que encabeza Abascal aprovechó el viento a favor que le empujó durante toda la campaña y se convirtió en la formación que salió más reforzada de los últimos comicios.
Resulta complicado en el panorama político español dar con la tecla. Encontrar ese nicho electoral situándose en el centro no ha sido posible, en gran parte por el peso de los competidores; nuestros dos partidos principales e históricamente (no tanto actualmente) contrapuestos y antagónicos copan ese espacio, ya que el PP aglutina el voto de centro-derecha y que el PSOE se sitúa en el centro o centro-izquierda. Con esto expuesto cabría pensar que por eso fracasó UPyD y por eso ha fracasado Ciudadanos, pero el asunto va más allá.
¿Son de centro?
Lo primero que deberíamos preguntarnos es si ha existido un partido realmente de centro en España (aunque desde mi punto de vista, que tu programa económico se base en políticas neoliberales te sitúa automáticamente en la derecha). Tanto C’s como UPyD se han presentado siempre como esa alternativa sensata, el famoso “ni de izquierdas ni de derechas”. El problema viene cuando, desde el supuesto centro, solo propones medidas de derechas y solo pactas con gente de derechas o muy de derechas.
Albert Rivera siempre ha dado la sensación de aspirar a imitar a Macron (de hecho no es extraño escuchar su apodo de Petit Macron), pero en la práctica ha sido bastante diferente. El presidente francés tiró de las orejas a Rivera en repetidas ocasiones por su comodidad y normalización de la extrema derecha.
Otro ejemplo lo encontramos en quien fuera candidato a la alcaldía de Barcelona, Manuel Valls. Se trata de un señor de centro que hizo un movimiento de centro: permitir la investidura de Ada Colau para que esta no gobernase el ayuntamiento de la ciudad condal con ERC, algo nada descabellado viniendo de una formación que se autodenomina antinacionalista.
Este punto último también lo comparte UPyD. Sin embargo, da la sensación a veces que ese antinacionalismo que se predican ambas formaciones choca con su ansia por aparecer con la bandera de España en todos los actos. Además, en algunos de estos actos, como el que realizaron en Colón las tres derechas para enseñar músculo, han tenido como compañeros a grupos fascistas como Falange Española, España 2000 u Hogar Social Madrid, supongamos que por el bien de la unidad de España.
Vidas paralelas
Claro está que la repercusión y el número de votos de estos dos partidos ha sido muy diferente, pero las similitudes aún así son asombrosas. Comparten haber caído en picado en el momento en el contaban con mayor representación (C’s consiguió 57 escaños en abril y UPYD contaba con grupo parlamentario propio antes de su espectacular bajón de 2015), fugas internas en momentos de duda, con personajes importantes cambiándose a otras formaciones políticas y la habilidad que han mostrado siempre para desempeñar el papel de víctima.
Este victimismo puede ser el punto más difícil de digerir de estas dos formaciones y ejemplos hay para aburrir. Por parte de Ciudadanos los hay de todos los colores, pero se suelen basar en aparecer en un lugar donde sabes que no se te quiere y después contar a la cámara que es por culpa del odio que han sembrado los demás partidos o colectivos; ir a la fiesta del orgullo LGTB al tiempo que pactan con partidos que les quieren llevar a terapia, dar mítines en lugares donde no se les quiere para sembrar la confrontación, como el caso de Errentería, municipio vasco republicano donde el partido naranja no tenía ningún apoyo o acudir a manifestaciones feministas al tiempo que quieren mercantilizar el cuerpo de la mujer y se alinean con VOX (partido que tiene como una de sus máximas la lucha contra el feminismo y contra la Ley Integral de Violencia de Género).
De esto también sabe Rosa Díez, líder histórica de UPyD. La vizcaína ha sido y sigue siendo experta en crear polémica con sus declaraciones, además de acudir a lugares donde no se le quiere para dar charlas. Me refiero al caso de la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense, donde la política recibió varios escraches en diferentes momentos. Aún a sabiendas de la tendencia de la facultad acudió para dar una charla en 2010, donde un importante grupo de alumnos le reprochó que solo acudiera “cuando se acercan las elecciones o cuando lleva demasiadas semanas sin aparecer en televisión”.
Un futuro muy complicado
Actualmente se encuentran ambos partidos yendo de la mano y en una posición muy delicada. La formación que ahora lidera Inés Arrimadas cuenta solo con 10 diputados, 3 menos que ERC, principal objetivo a combatir del partido. De UPyD ya solo queda un eurodiputado cedido por Ciudadanos y un concejal (de los más de 67 000 que se reparten en España). Además, encontramos casos tan bochornosos como el de las pasadas elecciones municipales de Nerja solo cosechó 15 votos cuando en su lista se presentaron más de 20 nombres.
Arrimadas, de sobras conocida por sus provocadoras intervenciones en el Parlament de Catalunya o en debates públicos, tiene ahora la difícil tarea de rescatar al partido de su peor momento. Para ello busca recuperar algunos nombres que antaño fueron importantes, como el de Toni Roldán, asesor económico de Ciudadanos que decidió dejar la formación por su giro a la derecha. Está por ver si la jerezana buscará volver al dichoso centro o si, acercándose al árbol que más sombra da, abrace las posturas radicales de VOX.
La etiqueta de “veleta naranja” ha sido de lo más sonada los últimos tiempos y si alguien sabe de esto es Rosa Díez, quien ha militado en el PSOE y UPyD, ha participado en eventos con Ciudadanos y PP y ahora parece estar a dos tweets de entrar en VOX.
No deja de ser un cadáver político que ya pidió dar “un final digno a nuestro querido partido” que todavía no ha llegado (al menos de forma oficial), pero aún así consigue repercusión y polémica, con cantidad de interacciones y aplausos de afines a VOX y con comentarios por parte de quienes le recuerdan que tome la medicación. Como claro ejemplo, su tweet de la semana pasada que parecía llamar a una suerte de golpe de estado.
En las urnas no fue posible. Pero, ¿no podríamos salir juntos a la calle los millones de españoles de todas las ideologías que queremos defender el sistema del 78? https://t.co/1wgtBJUF0K
— Rosa Díez (@rosadiezglez) November 23, 2019
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