Erase una vez, en un pequeño pueblo llamado Grazalema, una pequeña y muy pobre familia, llamada los Sánchez Rosa. El 22 de octubre de 1864 nació el menor de los hermanos, al que llamaron José.
Desde muy pequeño trabajó en el campo como peón, ayudando a su familia, que no salía de la pobreza.También trabajaba por las noches ayudando a su padre, que era zapatero. Esto no le impidió aprender a leer y escribir, y pronto fue el alumno más aventajado de su clase. Sin embargo, para poder ayudar a su familia, tuvo que dejar pronto de ir a clase, y sólo estuvo dos años.
>>La Fosa de las Mujeres de Grazalema<<
Eso no le impidió empezar a leer a sus vecinos y amigos que no sabían. Les leía la prensa y, sobre todo, historias de cómo convertir su tierra en una mucho más justa. Porque su pueblo estaba explotado. Igual que él, casi todo el pueblo trabajaba para los terratenientes, la gran mayoría para sólo unos pocos. Así, unos privilegiados se quedaban con casi todo y el resto tenía que trabajar día y noche, como José Sánchez Rosa.
Pero José siguió leyendo y aprendiendo, además de trabajar durísimo, y acabó siendo maestro de su pueblo. Aunque nunca le dieron un título oficial, así ejerció durante muchos años, enseñando al vecindario cultura básica y también el sabor de la libertad, la fuerza de quienes trabajan y la importancia de repartir bien la riqueza. Daba clases por el día a los niños y por las noches a los adultos.
Había gente que quería que las cosas cambiaran peleando, pero José les decía que no, que se consigue más con un libro que con armas, que eso es lo que trae la paz y la libertad. Él nunca llevó armas. Viajó a otros lugares y vio que pasaba lo mismo: Jerez de la Frontera, Alcalá del Valle, etc.
José era lo que hoy llaman un anarquista. Viajó por muchos pueblos y ciudades y aprendió mucho. Habló con muchos trabajadores para que se unieran a las huelgas de manos caídas, durante las cuales no se trabajaba, aunque estaban en el campo o la fábrica.
José creía que era muy, muy importante que la gente entendiera que debía llevarse bien, pero en todos los sentidos. Una persona tenía que aprender no sólo a leer y escribir, sino a disfrutar de una poesía; a aprender ciencias para entender por qué suceden las cosas; y, sobre todo, a entender al ser humano, para ser mejores. También creía que no se tenía que obligar a alguien a creer en dios, y que en los colegios se estudiaran otras cosas y quien quisiera creer, que creyera.
Los trabajadores, enseñados por José, se empezaron a reunir en un grupo llamado Federación de Trabajadores de la Regional Española, y empezaron a conseguir cosas. Pero la gente que tenía más dinero tenía miedo de que los trabajadores dejaran de hacer todo lo que hacían por muy poco, y que sus riquezas se esfumaran. Así, se reunieron e inventaron una historia: Que había un grupo que se reunía y eran muy malos y quemaban cosas y hacían daño a la gente. Se inventaron el nombre de La Mano Negra, y dijeron que José era una persona mala de este grupo. En el año de 1882, con esta falsa acusación, la policía mete a José, que sólo tiene 18 años, en la cárcel.
¿Cómo podía José, que nunca había llevado un arma, ser culpable de matar y golpear a gente? ¿Cómo podía quien había evitado tantas veces este tipo de peleas ser culpable de estas mismas? Pero como la gente que había hablado con la policía era gente muy importante y con mucho dinero, se lo creyeron.
Cuando sale de la cárcel vuelve a hacer cosas para los trabajadores, porque sigue creyendo que lo que hace está bien. Y en 1892 le vuelven a encarcelar. En total pasaría más de 10 años en la cárcel.
En la cárcel conoce a otro hombre que también quiso que los pobres tuvieran más, el gaditano Fermín Salvochea. Se hicieron amigos y compartieron muchas ideas.
Cuando salió de la cárcel continuó viajando y enseñando a gente. Más importante aún, creó muchas escuelas en Tánger, Sevilla, Dos Hermanas, Campo de Gibraltar. Incluso, en su propia casa, abrió una gran biblioteca que tenía siempre las puertas abiertas para que los trabajadores pudieran ir a aprender, a entender las cosas que estaban bien y mal.
También escribía folletos y periódicos explicando cosas para mejorarlo todo. Incluso muy lejos de donde él vivía, cuando los trabajadores descansaban para comer el bocadillo, uno cogía algo que había escrito y se lo leía a los demás.
Como José era andaluz y se sentía así, formó parte del movimiento andalucista, en un grupo llamado Federación Regional Andaluza.
>>Manifiesto de los Centros del Pueblo<<
Una vez, en un mercado de animales de Sevilla, se dedicó a comprar pajaritos y liberarlos de sus jaulas en unos parques muy bonitos llamados de Murillo. Él no creía en cárceles, ni en falta de libertades, ni para animales ni para seres humanos.
Pero en el año 1936 hubo gente que creía todo lo contrario que José Sánchez Rosa. Quienes tenían mucho dinero se pusieron de su lado y hubo una guerra terrible. A finales de ese mismo año, unos militares cogen a José y lo matan porque dicen que juntar a los trabajadores es malo. Que la gente no tenía que repartir las cosas y llevarse bien, sino quienes tenían poco tenían que callarse y trabajar muchísimo para quienes tenían más. Y que no podía escoger cada persona en qué creía.
Aunque hizo muchos amigos y amigas que después serían famosos, desde entonces nadie recuerda a José Sánchez Rosa. Los hijos de aquellos campesinos y trabajadores de todo tipo a los que ayudó no se atrevían a decir su nombre por miedo a que la gente que ganó la guerra, que también creía que José era malo, les hicieran daño.