Los 9.000 españoles abandonados en los campos nazis
Desde poco antes de terminar la guerra, cuando el bando “nacional” ya daba sus últimos pasos para conquistar Cataluña, y durante todo el año 1940, 450.000 españoles emprendieron una huida incierta hacia Francia. Lo que a muchos les esperó allí no fue mejor que lo que dejaban atrás. Todos ellos, pagarían un precio muy alto por unir su destino a la defensa de la joven democracia republicana.
Mientras España empezaba ya a vivir una delirante exaltación ultracatólica y patriótica, los franceses recibieron, como si de criminales se tratasen, a esos cientos de miles de españoles. Primero, fueron conducidos a campos de tránsito, donde eran separados los hombres de las mujeres para, posteriormente, ser conducidos a campos de concentración al aire libre y rodeados de alambrada, custodiados por guardias coloniales senegaleses y en condiciones inhumanas, como en el campo de Argeles-sur-Mer.
Casi la mitad de los refugiados fueron concentrados en las playas próximas a la frontera catalana. Aproximadamente 80.000 personas hubo concentradas en Argeles-sur-Mer, más de 100.000 en Saint Cyprien, 20.000 en Barcarés, y otros 25.000 en Agde. El resto, fueron repartidos por la Cerdaña francesa: Vallespic, Gurs, Vernet…
Las condiciones sanitarias eran pésimas, falta de alimentos y de infraestructuras provocaron la muerte de 14.617 refugiados españoles. Estos son los fallecimientos por hambre, frío y enfermedades que se han podido documentar.
Frente a la pasividad del gobierno francés, hubo ciudadanos franceses y organizaciones humanitarias que se esforzaron por paliar las condiciones de los refugiados españoles.
El primer objetivo del gobierno galo era presionar a esos cientos de miles de exiliados españoles a que regresaran a España, con lo que eso suponía. Las durísimas condiciones de vida en los campos de concentración fueron el primer revulsivo para “animarles” a marchar a España.
Muchos de los que se quedaron en Francia, fueron presionados primero y obligados luego a alistarse en el Ejército francés, unos 100.000, de los cuales 10.000 fueron enrolados en la Legión Extranjera. Otros 35.000 fueron llevados a trabajar por sueldos míseros en industrias de armamento, minas y agrícolas.
El resto, unos 60.000, formaron las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE), un invento del gobierno galo para explotar laboralmente a los exiliados españoles. Consistían en unidades sometidas a disciplina militar, aunque ni portaban armas ni vestían uniforme militar.
A estas compañías iban a parar los hombres de entre 20 y 48 años, para proporcionar prestaciones equivalentes a los años en que un francés prestaba el servicio militar. Estas unidades estaban formadas por 250 hombres, y eran capitaneadas por oficiales franceses en la reserva. Desempeñaron tareas relacionadas con obras defensivas cerca de las fronteras, y de campamentos militares.
En 1940, los españoles de ocho de estas compañías de trabajo (de la 111º a la 119º), vivieron el drama de Dunkerque, por el que la mayoría de ellos murieron defendiendo las posiciones de Bray-les-Dunes.
Todos los españoles que terminaron en los campos nazis, unos 9.000, fueron exiliados en Francia tras la victoria del dictador Franco, y sirvieron la mayoría en el ejército francés en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial y otros en la Resistencia. Estos últimos, en su gran mayoría, detenidos por la policía francesa y la Gestapo tras la ocupación nazi.
Pero existe un caso excepcional. En agosto de 1940, los alemanes acababan de partir Francia en dos. En la estación de Angulema, 927 refugiados españoles fueron subidos a un convoy. Creían que eran transportados a la zona no ocupada. Pronto se dieron cuenta de que iban dirección al norte.
Viajaron durante cuatro días en condiciones inhumanas y sin apenas espacio y casi sin comer ni beber, defecando y orinando dentro del convoy. Al cuarto día, llegaron al pueblo de Mauthausen, en la anexionada Austria. A nadie del “convoy de los 927” le sonaba aquél nombre tan extraño y que pasaría a la historia por ser uno de los máximos símbolos del Holocausto.
A la llegada, se produjo una dramática separación. Los soldados de la Schutzstaffel (SS) comenzaron a obligar a bajar del convoy a los mayores de 13 años, sin importar si eran niños o ancianos.
Allí quedaron recluidas 470 personas, de las cuales, 409 no sobrevivieron. Según Félix Quesada, uno de los supervivientes de Mauthausen: “Al llegar al campo, el director del campo, Frank Ziereis, nos dijo a todos que de allí no saldríamos por la puerta, que saldríamos por la chimenea.
El “convoy de los 927” está considerado como el primer convoy de deportados de la historia.
¿Por qué 9.000 españoles acabaron en los campos nazis? La pregunta bien la podría responder el cuñado de Francisco Franco, Ramón Serrano Suñer, que entonces era ministro de Asuntos Exteriores del gobierno ilegítimo de Franco.
Fue el responsable directo de que miles de españoles fueran abandonados y llevados a los campos nazis. El 20 de agosto de 1940, la embajada alemana en Madrid envía una carta a Serrano Suñer en la que se le preguntaba qué se ha de hacer con 2.000 españoles internados en Angulema. La carta no obtiene respuesta.
El 28 de agosto, la embajada alemana envía una segunda carta al ministro de Asuntos Exteriores franquista. En esta carta ya se menciona que si el gobierno español no se hace cargo de esos “rojos” españoles, el gobierno alemán planea alejarlos de Francia. Carta que tampoco obtiene respuesta.
Ya en abril de 1941, la embajada alemana informa al gobierno franquista de que esos “rojos” han sido transportados con sus familias en un “tren especial“. Serrano Suñer responde, ahora sí, con un “Archívese. No son españoles“.
Y así empieza el calvario que va a llevar a miles de españoles a los campos de concentración y exterminio del régimen aliado de Franco.Las cifras son aterradoras.
- 9.328 españoles fueron a parar a los campos nazis.
- 5.185 fueron asesinados.
- Sobrevivieron 3.809.
- Desaparecieron 334.
En Mauthasuen fueron a parar 7.532 españoles, hombres, mujeres y niños. No salieron con vida 4.816, la mayoría pereció en el subcampo de Gusen, a 5 kilómetros de Mauthausen. Otros 756 españoles fueron recluidos en Dachau, de los que fueron asesinados 204 y a 41 se les considera desaparecidos. A Buchenwald fueron a parar 636 españoles, de los cuales 133 fueron exterminados. A Ravensbrück fueron a parar 172 españoles, la mayoría mujeres. Fueron asesinados 14.
También hubo españoles en Bergen Belsen, Auschwitz, Flossenbürg, Natzweiler, Neuengamme, Stuthof, Sachsenhausen, Gross-Rosen, Aurigny, Guernesey y Neu Bremm.
Uno de los supervivientes, José Alcubierre, dijo en una entrevista para La Sexta: “El Estado español jamás nos ha reconocido el sufrimiento por el que pasamos“.
José Alcubierre fue separado de su madre en el convoy al llegar a Mauthausen, y junto con su padre, quedó recluido en Mauthausen, donde su padre fue asesinado. Jamás volvió a saber de su madre. José falleció en enero de 2017 a la edad de 90 años.
Miles de españoles abandonados por un gobierno ilegítimo y golpista que se alzó en armas contra una democracia.