El fantasma del voto útil y el peligro de las encuestas
Cada vez que se acercan elecciones, en este caso las elecciones generales del 28 de abril y, posteriormente, las europeas, autonómicas -en algunos casos- y municipales del 26 de mayo, algunos partidos recitan como un mantra el uso del voto útil. ¿A qué se refieren con este concepto? Técnicamente, quiere decir votar al partido que, en términos ideológicos, se acerca más al votante y tiene una previsión electoral mejor que los otros.
Cuando aparecen las primeras encuestas sobre los resultados en unas elecciones, los partidos con mejores pronósticos se lanzan a llamar al voto útil. Así, históricamente en España, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Popular (PP) han aglutinado el voto de izquierda y derecha, respectivamente. Esto les ha permitido dominar el panorama estatal durante tres décadas, asegurándose una alternancia propia del siglo XIX y protegiéndose el uno al otro de terceros.
El PSOE, centrado en las presentes elecciones, ya ha recurrido a esta estratagema para conseguir el voto del electorado español. Con su discurso centrista, alejado de la izquierda, está intentando rascar entre los partidos de derechas, principalmente el PP y Ciudadanos. Además, con la excusa del voto útil, pretende arrebatar votos a Unidas Podemos, intentando erigirse como la única opción de izquierdas capaz de hacer frente al tridente ultra formado por Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal.
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Sobre las encuestas
El principal problema de las encuestas es quién las realiza. Es evidente que no se puede preguntar a todo el electorado para saber qué votaran en las elecciones, así que se realiza un estudio a partir de una muestra, que puede variar entre centenares y miles de personas. A partir de estos datos, y en función de cada empresa -pues son empresas las que realizan estos trabajos, en la mayoría de los casos-, se “cocinan” de un modo u otro.
¿Qué quiere decir cocinar una encuesta? Quiere decir aplicar unas variables a la muestra realizada. Es decir, no se presentan los resultados tal y como los han recogido (llamado Intención Directa de Voto, IDV), sino que estos dependerán de una mezcla entre las muestras tomadas y la aplicación de variables como el recuerdo de voto, la fidelidad del voto, muestras anteriores por zona geográfica, y otras muchas opciones como la simpatía tanto por los partidos políticos como por sus candidatos.
Ante esto, es evidente que muchas de las empresas que realizan encuestas tienen intereses en uno u otro resultado. Si nos fijamos en la línea editorial de los periódicos, rara vez las encuestas son desfavorables a los partidos que mejor representan dicha línea.
De este modo, y ante el peligro de un ascenso de Unidas Podemos, los principales periódicos del país presentan unos resultados abrumadores del PSOE, pero con el miedo de un posible pacto entre los tres partidos ultras, condicionando así al votante de izquierdas que, para evitar tal extremo, preferirá asegurar la victoria del partido de Pedro Sánchez.
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El ejemplo del 21D
Un claro ejemplo de la manipulación que suponen las encuestas de cara a unos comicios, puede apreciarse en los resultados electorales en Cataluña del 21D de 2017. Antes de las elecciones, impuestas por el gobierno popular de Mariano Rajoy, las encuestas mostraban una victoria aplastante de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). En cambio, el partido de Carles Puigdemont, Junts per Catalunya, quedaba muy atrás.
Al final, el partido de Puigdemont superó en votos a ERC. ¿Qué pasó? Que Puigdemont era y sigue siendo considerado el gran enemigo de España, y las encuestas buscaban que el votante independentista votara en masa a ERC para desactivar al presidente catalán.
También se definió claramente el voto de las personas contrarias a la independencia de Cataluña. Con Ciudadanos en primer lugar entre los llamados partidos unionistas, apelando al voto útil el partido de Inés Arrimadas consiguió quedar como primera fuerza del Parlament de Catalunya con un total de 1.109.732 sufragios y 36 escaños. Por el camino, no obstante, desarmó al PSC -marca regional del PSOE– y eliminó casi completamente al PP.
Con este ejemplo vemos el principal problema del voto útil. Provoca que pocos partidos se repartan los escaños, complicando la variedad de opciones dentro de un hemiciclo y que las grandes mayorías puedan legislar sin tener en cuenta opiniones diversas. La existencia de un parlamento con múltiples partidos favorece la calidad democrática, ya que obliga a los partidos a pactar entre ellos y a hacer concesiones.
Evidentemente, en España y entre los principales partidos no existe esta tradición. Durante los mandatos de PP y PSOE se dedicaron a cambiar aquellas leyes que no les gustaban del anterior gobierno, sumiendo el país en una especie de letargo permanente.