Unidas Podemos frente al 28A, ¿reforma o ruptura?
Una vez el presidente Pedro Sánchez ha firmado esta semana el decreto de disolución de Cortes, los diferentes partidos políticos españoles se han lanzado ya abiertamente a la busca y captura de todos los apoyos (bien individuales o explícitos, bien corporativos o implícitos) indispensables para hacer de sus siglas y sus candidatos, las siglas y los cargos del próximo gobierno de nuestra nación de naciones.
Hasta el próximo 28 de abril, cada una de dichas formaciones (en su calidad de organización representativa de una y solo una de las diversas clases sociales que integran nuestra heterogénea sociedad -y, por tanto, en su calidad de representante y defensor de uno y solo uno de los contados conjuntos unitarios de intereses existentes en nuestro país, unos conjuntos cerrados y vinculados a cada una de las anteriores clases sociales-), va a tratar de identificarse por todos los medios con cuanto mayor número de grupos -y, en consecuencia, con cuanto mayor número de conjuntos unitarios de intereses sociales- pueda.
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El único objetivo, el siguiente: gracias a este ensanchamiento circunstancial o electoralista, devenir el partido mayoritario o vencedor de las elecciones generales.
Todos sabemos a qué grupos o clases sociales representan, mayoritariamente, los cuatro partidos del bloque monárquico y neoliberal (PSOE, PP, C’s y los fascistas de VOX) de la derecha (antes centroderecha) nacional: a los ricos o, más específicamente, a la alta burguesía industrial o financiera, el alto funcionariado y, en último lugar, el numeroso grupo social del pequeño propietario que, a pesar de lo frágil e, incluso, de lo accidental de su posición social “media”, no quiere ser consciente de este hecho.
Frente a este el espectro diestro de la sociedad española, tenemos a los grupos o clases sociales representados -en su mayoría- por los partidos Podemos e Izquierda Unida; es decir, la izquierda o centroizquierda española: los obreros, los asalariados, los autónomos sin personal al cargo y, nuevamente, el grupo social del pequeño propietario, en este caso, integrado por todos aquellos pequeños propietarios que sí son conscientes de su precariedad social anteriormente citada.
Ahora bien: la España de 2019 sabe de dónde viene (crack financiero mundial de 2009), recuerda el camino que le obligaron a recorrer (austeridad legislada) y aún hoy sangra por la inmensa herida que abrió el sufrimiento vivido durante estos últimos años de gobierno del Partido Popular y su socio, Ciudadanos. Recordemos: paro masivo, corrupción institucional, explotación laboral, represión política y, finalmente, suicidios, empobrecimiento, frío y hambre.
Todo lo anterior constituye el escenario en el que las anteriormente enumeradas formaciones políticas y clases sociales españolas van a actuar interpretando la obra “historia contemporánea de España”. Una obra, en este instante de la función, en la que ha aparecido, inmensa y amenazadora como una fosa abierta, una grieta en el ala izquierda de su sociedad política, concretando, entre las formaciones lideradas por Alberto Garzón y por Pablo Iglesias. Esta grieta puede expresarse, a la luz de la realidad o historia reciente de este país, en la siguiente duda: ¿Es la socialdemocracia (su ideología, su programa, su forma de hacer), o lo que es lo mismo, es el reformismo, el ser mera izquierda al servicio de los ricos la única naturaleza y carácter posibles para aquello que somos -es decir, para aquello que la verdadera izquierda siempre ha sido-?
Obviamente, esta duda no puede amenazar y ni mucho menos afectar al histórico partido socialdemócrata de España, el PSOE. Un partido el cual, desde la llamada “transición democrática”, fiel a sus principios y deseos, se ha dedicado a recoger las migajas que caían de la mesa de los grupos sociales que integran la corte borbónica y a repartirlas entre los millones de trabajadores, asalariados y pequeños burgueses verdaderamente conscientes de nuestro país.
No obstante, un giro hacia la socialdemocracia sí que afectaría, de hecho atacaría directamente el alma, la historia, la ideología y el programa político de Izquierda Unida; un partido auténticamente revolucionario, hoy en día, refugiado en el seno de Podemos. Un Podemos el cual, tal y como hemos podido observar en cada una de las decisiones tomadas y de las acciones realizadas a lo largo de la pasada legislatura por sus representantes, ha renunciado a ser, no ya la esperanza, sino la voz y el puño de la mayoría social de nuestro país.
Una mayoría humilde y trabajadora que, perpleja, ha visto como unidos podemos, la que debiera haber sido la vanguardia política de su voluntad de cambio verdadero -no meramente reformista-, ha terminado por revelarse como algo tan servil y tan accesorio como una nueva socialdemocracia.
He ahí el filo de la duda que, en estos momentos, amenaza con rasgar, no a la izquierda española en general (pues siempre le será necesario un pie izquierdo a un régimen de poder ultraconservador), sino a la izquierda que hemos denominado en otro lugar “necesaria”, no socialdemócrata, en definitiva, revolucionaria. Una Izquierda, en el sentido que acabamos de fijar, que puede ser identificada con aquella fuerza social capacitada para implantar una nueva hegemonía política o Poder. Un poder, finalmente, en manos de las clases a las que ella representa: los humildes, los explotados, los oprimidos; en resumen, los trabajadores españoles. Trabajadores que, en virtud del triunfo de dicha izquierda, sería erigido en clase dominante.
Dicho esto, es necesario reformular la pregunta en que hemos dicho consistía aquella grieta aparecida en el lado izquierdo de la escena política actual de nuestro país. Y así:
.- mirando a los ojos a aquella la más derecha de todas las derechas, la derecha que, consciente del peligro de derrocamiento de su régimen de poder, salta desacomplejada a la palestra para luchar a muerte por él (monarquía borbónica agonizante), y por un dominio de classe igualmente moribundo (el de las clases poseedoras franquistas);
.- viendo a su lado a las clases sociales vencidas a causa de una acción de gobierno que solo ha traído, concentrado y repartido exclusivamente entre los trabajadores, sufrimiento;
.- teniendo a su lado como hipotético aliado a la formación (PSOE) que sonríe satisfecha ante las limosnas que la élite dominante arroja a los trabajadores y que, al renunciar a la lucha, de hecho apoya a aquél que obliga a los explotados por el neoliberalismo a ser mendigos y a aceptar aquella calderilla,
¿Va la izquierda de nuestro país a ser y, por tanto, a luchar como la izquierda que siempre ha sido y que en estos graves momentos debe ser?