Hace unos días nos hemos despertado con una triste noticia. Nos ha dejado el maestro. Nos ha dejado Julio Anguita. Los que tenemos una cierta edad aún lo recordamos de su etapa política, cuando se convirtió en el azote de la derecha, pero también de cierta “izquierda” felipista, que en aquella época aún engañaba a muchos con sus siglas de “socialista” y “obrero”. Y esa generación nos hemos quedado un poco más huérfanos ideológicamente.
Julio Anguita se transformó en la única voz de la mayoría, y se atrevió a criticar las medidas adoptadas por los gobiernos del PP y PSOE, supuestamente en beneficio de la ciudadanía, de cara a la galería, pero que siempre han seguido beneficiando a los mismos.
¿Cuántas veces lo hemos oído criticar las privatizaciones en la sanidad o la educación? ¿Cuántas veces señaló la tragedia causada por el modelo bancario español, o por los pactos del PSOE con la derecha más rancia de Europa? Y el tiempo le ha dado la razón, y se la sigue dando todos los días.
Nacido en una familia de tradición militar, se alejó pronto de esa “profesión” y se mostró como un convencido antimilitarista, para pasar a militar en el comunismo en 1972, después de su militancia ilegal. Se aferró a esos ideales hasta el final de sus días, y no los abandonó en ningún momento.
Pronto destacó en la vida política por su oratoria brillante, dura, directa, que lo convirtió en uno de los políticos más lúcidos del espectro político español. Así se convirtió en el azote del felipismo, sobre todo cuando el PSOE dejó en evidencia que se alejaba progresivamente de los ideales de la izquierda que pretendía representar.
Esto le llevó a formular su famosa “teoría de las dos orillas”: PSOE y PP situados a un lado, junto a los grandes intereses económicos y empresariales, e IU en la otra, junto a la mayoría social, a los más desfavorecidos de todas las crisis, como la que está por venir. Para él, PSOE y PP predicaban una política económica y fiscal diferentes, pero en la práctica del gobierno, ambos partidos compartían esas políticas. Por eso, sólo IU representaba a la auténtica izquierda española.
Veía la política y el poder sólo como un medio, una herramienta para mejorar la vida de la gente y transformar la sociedad.
Un ejemplo de su mirada visionaria fue su oposición a la Europa de Maastricht y a todo lo que suponía, que lo llevó a quedar aislado, incluso entre los suyos. Pero, como siempre, el tiempo le ha dado la razón. Lo vemos en unas instituciones europeas incapaces de abordar problemas tales como las desigualdades sociales, la precariedad laboral o la crisis de los refugiados. Él ya denunció que se estaba creando una Europa a medida de los mercados y el capital, no de la gente. Nos avisó, pero no lo quisimos escuchar.
Esto no quiere decir que siempre tuviese razón, pero sí que era coherente con su pensamiento. Otro ejemplo: rechazó su pensión como exdiputado y prefirió volver a las aulas, hasta jubilarse como maestro en Córdoba.
Con el tiempo, el maestro fue idealizado y se convirtió en un icono, en un referente intelectual de la izquierda, de los líderes actuales.
En su última aparición pública, hace pocos días, instaba a buscar una salida política, económica, social y ecológica a la crisis que nos vendrá tras el coronavirus. Y señalaba “de cómo salgamos hoy va a ser el mañana. Si hoy salimos mal, mañana no será bueno”.
Su pensamiento se reflejó siempre en su forma de hablar, directa y abierta, que nos dejó algunas perlas de su ideología:
- “Malditas sean las guerras y los canallas que las alientan”.
- “Sin la República no habrá solución a la crisis, ni hoy ni mañana”.
- “La Transición fue una estafa”.
- “Cuando llegan los momentos decisivos mucha gente se asusta. Otra es inconsecuente”.
- “Vosotros, clase media que miráis a los de arriba para copiarles, en el fondo sois clase oprimida, como los de abajo”.
- “Quien vota a los corruptos los legitima, los justifica y es tan responsable como ellos.
- “La política económica, social, internacional, cultural… de PSOE y PP son una manifestación de un pensamiento conservador”.
- “El que al perder el coche oficial siente que ha perdido su vida es tonto químicamente puro. Un indigente moral y, si me permite la palabra, un gilipollas”.
- “[El rey Juan Carlos] es un pícaro que podía cantar y le han buscado la salida de hacerlo inviolable”.
Se nos ha ido un político como pocos: con ideas, principios y coherencia, que supo esquivar las trampas de la política. Su visión social transformadora, fuente siempre de su discurso debe servirnos para no perder de vista el objetivo de ser siempre el altavoz de la menospreciada y maltratada (excepto cuando hay elecciones) clase obrera.
Cuando estalle esta nueva crisis post-coronavirus, cuando comiencen los recortes, cuando determinados políticos vuelvan a apoyar a los de siempre, tendremos que volver a recordar tus palabras, maestro.
Aunque ya no está, aún nos anima a seguir adelante, a mejorar el mundo que nos rodea.