Lawfare en Ecuador: la pérdida de la singularidad
Lawfare es la politización de la justicia, palabras más palabras menos. Pero, la herramienta de castigo de moda en América Latina para negociar con políticos incómodos, presenta costuras y comienza a difuminarse. Quizás sea la voracidad del capital, quizás la cercanía del colapso de Carlos Taibo.
La operación lawfare combina los rudimentos del la criminalística financiera del money laundering, la vigilancia y control de la vida privada, y la articulación de laboratorios de investigación, que son sencillamente reuniones de profesionales multidiscplinarios que permiten la interpretación de los datos sobre el sujeto de investigación o monitoreo.
Creo que la importancia de esta técnica, bajo el contexto de una Guerra de IV Generación (como en Venezuela) un bloqueo financiero, comercial, diplomático (como en Cuba y Venezuela), radica en su alta probabilidad de éxito. Lo decimos con todas las letras: la obtención de dinero fácil se deja colar, se disfraza con mucho esmero para introducirse en la vida del individuo que es sometido a su vez por las reglas de un sistema capitalista. “Dadle al mejor revolucionario tres meses en el poder y tendrás a un tirano” nos decía Bakunin, y el o la funcionaria público en posiciones de extrema responsabilidad siempre es target para los intereses del imperialismo.
No voy a caer en el simplismo de los que puedan pensar que estoy ignorando los graves casos de corrupción que sabemos, vivimos en América Latina. Sí, la corrupción es un mal endémico de la sociedad latinoamericana, y comparada con otras sociedades más desarrolladas adolecerá de soluciones eficaces y sobre todo, permanentes.
Y basta que nos preguntemos si las condiciones laborales de los funcionarios públicos son las mismas en ambos casos y lógicamente, veremos aberraciones: habitantes de países latinoamericanos que sobreviven con dos dólares diarios, lo cual resulta escandaloso para países nórdicos, por colocar un ejemplo.
Para añadir otro tono al óleo, la falta le es innata al funcionario público que también es un ser social, con el mismo sistema cultural que responde a la estructura de acumulación de capital, a la competencia, al individualismo y al sálvese quien pueda como motivo de vida, embarcado en la obtención de la propiedad.
Lo que intento decir es que en el análisis de la corrupción en Latinoamérica debe sopesarse las fuentes de financiación del delito. ¿Quién paga las condiciones con las que se “hace lobby” con un funcionario? ¿Los regalos costosos, los contratos por debajo de mesa, el uso del poder político como palanca de influencia que desembocará irremediablemente en el chantaje? ¿Cómo se llama la sensación que produce saberse vigilado, amenazado, cooptado?
Más adentro: ¿por qué nos sorprende la corrupción de la burguesía de estado, parásita de los grandes empresarios transnacionales? ¿Es que acaso ya no habíamos advertido la necesidad urgente, sin dilaciones de avanzar en el fortalecimiento del sistema comunal y su autogestión como alternativa a la confección de un estado paralelo al estado burgués, que terminará fagocitado por el sistema dominante, el capitalismo? Que el socialismo de mercado durará lo que dure la paciencia de un mercado no libre: en libertinaje en Venezuela.
El mercado ha impuesto el dólar desde lo rural a lo central, y tomarse un café en Las Mercedes (zona de esparcimiento de la clase media venezolana hace algunos años, hoy parada de compra de víveres) cuesta lo mismo que tomarse uno en París. Un mercado sin escrúpulos, ciego y sordo ante la ira popular. ¿Quién habló de libre mercado? Venga y véalo en acción en la Venezuela del 2019. ¿De qué hablamos en Ecuador? ¿Hablamos de socialismo libre, demócrata representativo, de mercado verde? Con una economía dolarizada, el fracaso del socialismo ecuatoriano en mantener el poder se enfrentó a un asalariado de Estados Unidos, que cambió una vejez en Miami con green card por la dignidad de su país.
Así, el lawfare que se utiliza en Ecuador y Brasil posee una referencia inmediata: las técnicas de investigación desarrolladas fundamentalmente por la banca internacional para proteger sus intereses del narcotráfico. Bien puede decirse que los intereses de la banca no son difíciles de adivinar: incrementar su patrimonio.
Las agencias de mercenarios al servicio de transnacionales son los verdaderos estómagos de la ciencia criminalística en la actualidad. Cualquiera que consulte sobre términos como deep web, se tome la molestia de leer el testimonio de Edward Snowden o simplemente, indague sobre Julian Assange sabrá que su historial de actividad en la red es propiedad de alguien.
Insisto, a pesar de que la industria norteamericana nos diga que sus servicios de inteligencia y criminalísticos son los mejores del mundo, lo cierto es que son una burla para los avances de desarrolladores armamentísticos y laboratorios de análisis de Big Data.
Hay un precedente, ahora que hablamos de Assange. Y es que para su vigilancia en tierras ecuatorianas se utilizaron técnicas de espionaje y acceso a datos del electorado ecuatoriano por el M16, en coordinación con Estados Unidos. Esto significa la posibilidad de acceso a toda la telefonía móvil del país, a su datos en redes sociales, lugares de travesía, datos bancarios, educativos, personales, afectivos.
La táctica del lawfare es una amenaza no dicha, tácita para los líderes opuestos a la implementación de la doctrina neoliberal ecuatoriana. El Deep State se permite crear las condiciones para un neo-coloniaje de la zona petrolera, con las compañías petroleras como Chevron a la cabeza.
Esta bien; admitamos que el caso contra Lula en Brasil comienza a hacer aguas por lo burdo del montaje, por la bufonada de los testimonios. ¿Un llamado de atención para el brasileño, que coqueteaba con la Unión Europea a través de España en un “socialismo progresista“? Una pequeña dosis de Guantánamo a domicilio para hacerlo entrar en razón? No olvidemos que el “lawfare” que se está aplicando en Brasil tumba presidentes, disuelve acuerdos, irresuelta compromisos. Reduce gasto público, privilegia las condiciones de inversión privada, asegura orden y estabilidad a la hegemonía mientras golpea sin piedad matrices fabricadas y pre-producidas.
Algunas fruto de años de trabajo, algunas eventos de gran repercusión mediática. Pero, ¿qué funcionario público está exento de sufrir bajo el control del enemigo? Cómo liderar en la nueva sociedad brasileña que censura, reprime, intimida? ¿Cómo expresar libremente lo que te parece sin ser objeto de persecución? ¿O es que alguien duda el ambiente de tensión en Brasil, de tirantez social?
¿Cómo lidiar con la venganza? Esa narrativa omnipresente en el ciudadano de América Latina. La necesidad de ver sancionados, castigados a los responsables de la corrupción. El espectáculo de la venganza, cuando la turba legaliza el mal. Los políticos son el primer frente, el muro con el que chocan las aspiraciones, los deseos y también la ira popular. Los funcionarios públicos son el acceso vital con nuestros pueblos.
La lógica del espectáculo necesita un villano y al menos en Venezuela, el término “enchufados” humilla a aquellos funcionarios de instituciones, trabajadores estatales, políticos, científicos, artistas y un gran etc. permitiendo que sean estigmatizados de corrupción.
Y mil y una veces diré que la denuncia popular es en muchos casos cierta. Y el origen del descontento viene de la impunidad, la falta de castigo a estos hampones. Resulta fácil comprender la efectividad de las campañas de odio que desarrolló el think-thank Bolsonaro a través de WhatsApp. Resulta comprensible el scracheo, el rumor, la escaramuza en un país que se reinventa a diario.
Todo parece indicar que no tenemos tiempo para el hombre nuevo. Me atrevo a sugerir que la mejor manera de evitar el lawfare es asumirlo como un elemento más a la experiencia política-laboral. La experiencia política entendida como el ejercicio de la militancia activa dentro de las instituciones del estado, para los que creemos en la necesidad de un Estado socialista como pilar de la fundación de espacios comunales autónomos pero a su vez articulador de otros, entes de un sistema, trozos de tejido social.
Y el renacimiento de una nueva ética de simpleza, al fragor de las condiciones inhumanas del capitalismo como factor de proliferación de la pobreza. La curiosa guillotina que pende sobre los que queden indemnes en las despedidas de gobiernos “hostiles” se puede ir perfilando o no, dependiendo de la dialéctica interna de la sociedad. Lo importante de todo esto es que esos trabajadores pueden tener la seguridad de que forman parte de un conglomerado de datos disponible para el capitalismo y sobre todo, para el imperialismo estadounidense.
La sucesiva burocratización del estudiante, la convivencia con el capitalismo como sistema socio-económico y cultural, la consolidación del estado burgués controlado por el mercado produce acólitos, alienados. Moja por igual a pobres y no tan pobres. Entonces a asumir la pérdida de la libertad de información en el marco de la existencia en la sociedad capitalista, la pérdida de singularidad. Nada está secreto ni guardado.
Las clásicas pesquisas “hacia atrás” del origen del dinero en las transacciones financieras. Los movimientos de cuentas y su relación. La cantidad de dinero en relación con el gasto familiar. Los bienes y su historia. La mecánica de la investigación financiera que nace con la legitimación de capitales que inventó de la mano con la banca el narcotráfico colombiano, hoy es la base metodológica del lawfare y no es que la necesite: el lawfare es también fake news, hiper-realidad política, posicionamiento de matrices y guerra de micrófonos. En comparación al impacto mediático de los medios tradicionales el efecto en la red es devastador.
El panorama no luce alentador porque interviene la figura del “outsider“, de la cual he hablado en otro artículo. Las figuras de poder serán caracterizadas por el divorcio con la gestión pública, un marcado acento social y un rechazo guabinoso a las propuestas de izquierda.
En Ecuador no se puede confiar en nadie, ahora mismo. Cualquier tendencia puede ser objeto de un “ahogamiento simbólico“, cualquier alternativa que confronte al capitalismo, “desaparecida“. Las instituciones clásicas del capitalismo (iglesia, estado, burguesía) serán promovidas con personajes intachables y muchas veces ajenos al discurso convencional: la mecánica de la imagen electoral se cuidará de asociarlos con “lo viejo“.
Las promesas de cambio maquillarán la destrucción de la economía interna, la mercantilización de los valores y la explotación laboral; sin mencionar aquí por tiempo corto las medioambientales. Pero, eso es harina y cuestión de un segundo análisis digo yo. Apenas estamos empezando.