Condenados a la precariedad de la manta y a la criminalización de la derecha
A principios del mes de agosto apareció en distintos medios el vídeo de una agresión de varios manteros a un turista en el centro de Barcelona. En los días posteriores conocimos las declaraciones del agredido, pero en ningún momento hasta pasada una semana, no llegó a los medios la versión de los manteros.
Esta versión relata una agresión previa de una pareja que regateaba al vendedor intentando comprar un producto a un precio mucho más bajo del que se ofrecía. La negativa a esta venta propició una agresión al vendedor: le lanzaron dos botellas a la espalda y nuca, produciéndose una respuesta.
En este momento el turista agredido interviene, que según las declaraciones del portavoz del Sindicato de Manteros, se encontraba en estado de embriaguez,con lo que se puede decir que lo que se ve en ese vídeo es una respuesta a una agresión previa, supuesto que debe esclarecerse durante la investigación de la policía autonómica catalana.
En los días siguientes distintas fuerzas políticas se descolgaron con una campaña en contra de estos vendedores en distintas ciudades, acusando a algunos de los equipos de gobierno municipales de favorecer este tipo de comercio, de ser los consentidos por ejemplo de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Las acusaciones sobre la alcaldesa de Barcelona Ada Colau trataron sobre dar avisos para evitar las actuaciones policiales y con ello librar a los manteros de las detenciones.
A parte de estas declaraciones, se acusa a este colectivo de hundir al pequeño comercio, saltándose por el camino el modelo de liberalización de los horarios en los centros de las ciudades, el aumento de las grandes superficies y los macro centros comerciales que desde hace tiempo establecen unas condiciones con las que el pequeño comercio no puede competir en igualdad de condiciones, con lo que acaban cerrando.
Pero es más sencillo criminalizar al pobre que cuestionarse el sistema sobre el cual se sustentan ciertas prácticas con las que comulgan los partidos que llevan a cabo esta campaña de acoso a los manteros. Sin embargo, ¿sabemos el periplo que una persona que extiende su manta en la Gran Vía madrileña pasa hasta que llega hasta allí?
Debemos pensar que en muchos países las personas que quieren migrar hacia España intentan conseguir un visado en la embajada española, pero se encuentran con la negativa o directamente con las puertas cerradas. Las opciones que le quedan son el hambre y la miseria, dos circunstancias que les mueven a migrar, lanzándose a los brazos de las mafias para conseguir un puesto en un viaje en patera para más adelante jugarse la vida en el Mediterráneo o bien saltando las vallas de Ceuta y Melilla, con lo que se pone de manifiesto la necesidad de vías legales y seguras para evitar la sangría de vidas humanas y frenar el negocio macabro de la mafias que trafican con las personas.
Cuando estas personas llegan a España, ¿qué se encuentran? Una ley de extranjería totalmente injusta, que los condena a estar tres años en situación irregular para poder iniciar los trámites de regularización, los cuales se completan con otros requisitos como un contrato de 40 horas, misión imposible en estos tiempos que corren, y no tener antecedentes penales, misión más imposible todavía ya que la venta ambulante a la que se ven abocados debido al periodo de tiempo en situación irregular es considerada delito gracias al Partido Popular, con lo que a estas personas que acaban en la manta para subsistir ven como esto hace que cometan un delito y se les cierre las puertas de la regularización.
Recordemos el caso Mame Mbaye fallecido en el barrio de Lavapiés de Madrid: llevaba 14 años en esta situación, con lo que podemos decir que no, la manta no es el sueño de los migrantes que llegan a España, no es el destino por el que se juegan la vida para llegar aquí con una ley de extranjería injusta, que condena a pasar largas horas en la calle con la tensión siempre de no saber si ese día acabaran detenidos y con la amenaza de la deportación sobre su cabeza cual espada de Damocles, por llevarse el dinero justo para sobrevivir de una forma precaria.