Ecuador vs Julian Assange: del desafío a la complacencia
¿Cómo se explica la política exterior del Ecuador? ¿Cómo se explica el retiro del asilo a Julián Assange? Esta es una pregunta que emerge con fuerza a partir de la entrega del activista Julián Assange por parte del gobierno ecuatoriano a las autoridades inglesas.
La teoría de las relaciones internacionales explica que los Estados pequeños, como las ex-colonias latinoamericanas, tienden a seguir tres patrones de comportamiento, que a grandes rasgos son: a) alineación con las grandes potencias; b) complacencia con la hegemonía de turno; y c) contra-dependencia política y económica del poder hegemónico.
Estos modelos tienen gran capacidad para explicar el comportamiento de este tipo de actores. Veamos, en el primer caso, el modelo de alineación explica que, los Estados pequeños son propensos a alinear sus intereses nacionales con los intereses de un Estado más grande, ya sea porque dependen económicamente de éste o porque busca su protección.
El modelo de complacencia retrata el comportamiento de aquellos Estados que han alineado sus intereses con los de los actores más grandes, y además buscan ganarse su favor siendo complacientes con sus acciones y decisiones.
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Finalmente, el modelo de contradependencia se refiere a aquellos Estados que, pese a su peso poco significativo en la política internacional, ostentan una actitud desafiante con las hegemonías regionales o globales, en uno o más temas. Este comportamiento se atribuye a la desconfianza que sienten algunos líderes políticos respecto a las intenciones e intereses de las grandes potencias.
Estos modelos de comportamiento nos permiten ordenar algunos de los acontecimientos de la política internacional y analizar los cambios de actitud un Estado a lo largo de los años, el cual perfectamente puede pasar de un comportamiento complaciente a uno contra dependiente o viceversa. Este es el caso del Ecuador.
Ecuador es un país que, históricamente, se ha caracterizado por buscar mantener buenas relaciones económicas y diplomáticas con los Estados Unidos. Esto se ha reflejado en varias de sus decisiones, como en la adopción de los preceptos norteamericanos en lucha contra el narcotráfico y contra el consumo de drogas, a partir de la década de 1980; en la instalación de la Base de Manta, en el año de 1999, en los discursos de un importante segmento de su clase política, entre muchos otros ejemplos.
Este comportamiento, que oscila entre la alineación y la complacencia, no siempre ha tenido los réditos que el gobierno ecuatoriano ha esperado. De hecho, de la lucha contra el narcotráfico y contra el consumo de drogas, aunque Ecuador se esforzó mucho por cumplir con los preceptos norteamericanos, nunca obtuvo todos los recursos, en forma de ayuda y cooperación, que recibieron sus vecinos Perú y Colombia.
Lo que sí dejó la lucha contra el narcotráfico y contra el consumo de drogas, fue un problema de derechos humanos y un elevado índice de hacinamiento carcelario. En el caso de la Base Militar de Manta, Ecuador accedió a la instalación de esta Forward Operating Location (FOL) en su territorio, a cambio de un préstamo que nunca llegó a desembolsarse.
Ahora bien, esta actitud complaciente llegó a su fin en el año 2007, cuando el gobierno adoptó una postura que perfectamente calza dentro del modelo de contra-dependencia. En efecto, es posible ver que en Ecuador se prohibieron las bases militares extranjeras, por mandato Constitucional en el año 2008. Además, el país inició una reforma en sus políticas de control de drogas, que buscaban humanizar las acciones estatales.
También, de estos casos puntuales, Ecuador tomó otras medidas que dan cuenta de un intento por romper su dependencia con Estados Unidos, como: la implementación de una auditoría de la deuda externa, para evitar el pago de intereses injustos sobre los préstamos adquiridos en el pasado; el impulso a la integración sudamericana (UNASUR) y latinoamericana (CELAC); la suspensión de la cooperación militar y policial norteamericana en su territorio; la búsqueda de nuevos socios comerciales, de nuevas fuentes de financiamiento y de nuevos mercados; incluso conceder asilo a Julián Assange.
Este comportamiento de desafío abierto a los Estados Unidos, de promoción de la cooperación Sur – Sur y de la integración latinoamericana, tuvo sus altos y sus bajos, no fue estable durante los 10 años en que se mantuvieron. Durante todo este tiempo hubo contradicciones y decisiones inadecuadas en la política exterior ecuatoriana, pero se mantuvo coherencia con el objetivo de romper la situación de dependencia hacia Estados Unidos, para lo cual se buscarían nuevos aliados estratégicos en el mundo.
La actitud desafiante llegó a su fin con Lenín Moreno. Su presidencia inauguró un nuevo ciclo de política exterior que podría bautizarse como el “retorno a la complacencia”, mediante la cual se ha buscado abiertamente un nuevo acercamiento a Washington.
La entrega de Julián Assange, mediante el retiro de su asilo político, supuestamente para conseguir financiamiento del FMI, dan cuenta de este acercamiento, después de una década de alejamiento. Lo interesante de utilizar los modelos de comportamiento, es que nos ayudan a develar que hay detrás de las decisiones de política exterior.
En este caso, el modelo de complacencia pone de relieve la existencia de sociedades que tienen mayor cercanía de valores e ideales a la sociedad hegemónica que a la sociedad a la que se deben. Esto hace sentido en el caso ecuatoriano, cuando vemos que sus élites políticas han viajado más a Estados Unidos que al interior del país.
Esto implica que es más probable que conozcan mejor Miami que la Amazonia o la región costanera ecuatoriana. A su vez, esto genera una idealización de los modos de vida norteamericanos, que generalmente está exenta de un examen crítico. En la actualidad, la idealización del sueño americano y de los supuestos beneficios que aporta al Ecuador el tener una política exterior complaciente, está agudizada por los detractores de Rafael Correa, a quién responsabilizan del alejamiento entre Quito y Washington durante el decenio de su mandato y que ahora detentan el poder político.
En la tarea de acortar esta distancia, se cumplió la entrega del activista Julián Assange, porque esto representa la posibilidad volver a ganar los favores norteamericanos, unos favores que tienen más de promesa incumplida que de beneficio real. En definitiva, la política exterior del Ecuador bien se puede retratar como un histórico continuum de alineación y complacencia con la hegemonía norteamericana, que tuvo un período de disrupción durante 10 años, pero que ha vuelto a encauzarse.