Es increíble como en menos de 2 años la imagen del presidente de Ecuador se ha venido deteriorando con el vaivén de su maniobrar cotidiano. Atrás quedó el semblante de hombre bonachón, acogedor, conciliador, gracioso y simpático que había generado en muchos ecuatorianos desde que fue vicepresidente hasta entrados los primeros meses de la presidencia.
Y no se trata de esperar que un presidente sea un cúmulo de virtudes (Rafael Correa también tenía sus debilidades y varias veces metía la pata en alguna sabatina o entrevista), porque entonces entraríamos al terreno de la idealización, y esa no es la intención. Antes que nada, quien se sienta en la presidencia es un ser humano con limitaciones.
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Y por obviedad, lo humano está trazado por lo defectuoso; pero el problema surge cuando se es el presidente de la república y sus carencias y vacíos morales se dejan ver de cuerpo entero a tal nivel, que la incoherencia, el cinismo y el doble discurso han develado lo que se esconde detrás de la fachada de “buen hombre” que aparenta ser. Podríamos sostener que el poder lo cambió, como suele pasar en muchas personas, pero no, cuesta aceptarlo, nos engañó, estamos ante un lobo disfrazado de oveja, y eso es lo que más indignación causa.
“La palabra de un presidente no se la puede prostituir” dijo Lenín Moreno en uno de sus tantos discursos triviales. Eso es precisamente lo que le ha pasado al mandatario, ha prostituido su palabra a tal punto que (según la encuestadora perfiles de opinión) solo el 17,9% de los ecuatorianos cree en él.
En la mayor parte de sus discursos miente, acusa, insinúa, distorsiona, se enreda, dice alguna cantinflada, se contradice con lo que dijo antes, cambia de discurso una y otra vez. Ha llegado a tal nivel de procacidad que a pesar de que sus afirmaciones se desmienten con argumentos, él se sigue repitiéndolas cual perico en su jaula.
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Ejemplos hay muchos: la cámara en el despacho presidencial supuestamente manejada por Correa, desmentido por la misma fiscalía; el puente de Mataje que según él va a ningún lado y también desmentido por el expresidente de Colombia Juan Manuel Santos; la pregunta 3 de la consulta popular de 2018, en la que supuestamente no se iba a cambiar a las autoridades de control y ya ven lo que ocurrió; la economía, de la que dijo que existía sobreendeudamiento y que no había “mesa servida”, cuando el FMI manifestó que Ecuador creció el 3.8% en 2017.
Hace unos días, en una “entrevista” ─que parecía más bien un monólogo─ con la Asociación Ecuatoriana de Radiodifusión (AER), el presidente de Ecuador descargó un sinnúmero de acusaciones a Rafael Correa en relación a la muerte de Santiago Zurita, un paracaidista de la FAE, la muerte de Quinto Pazmiño, al caso Gabela, al 30-S, inclusive se atrevió a meterse con su familia, insinuando ciertas cosas sobre la esposa del expresidente.
Cuando hace varias semanas en Twitter salieron unas fotos de la vida personal de Lenín Moreno ─desde una cuenta de origen desconocido─ se victimizaron e hicieron un hashtag con el nombre #LaFamiliaNoSeToca, pero ahora sin un atisbo de vergüenza el presidente de Ecuador arremete contra la familia de Correa.
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Y así, la mayor parte del discurso tanto a nivel nacional como a nivel internacional ─no olvidar lo que dijo acerca del supuesto financiamiento de Maduro a Correa, en el Encuentro de Presidentes de América del Sur 2019 en Chile el mes pasado─ es alrededor de la figura del expresidente Correa y sus 10 años de gobierno, y mientras tanto cero obras, la economía en colapso y el país a la deriva.
Ahora resulta que está involucrado supuestamente con una Offshore (INA INVESTMENT), empleada para recibir dinero de dudoso origen. En el monológo con AER refiere que es de su hermano y que él puede crear las offshore que desee porque no es funcionario público, pero en 2017 dijo en una conferencia en la ONU que las offshore se emplean para esconder la corrupción tanto pública como privada.
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Al inquilino de Carandolet se le olvida que los ciudadanos no son ingenuos y perciben cada una de sus infamias e incoherencias, corolario de eso es el nivel de credibilidad que tiene a día de hoy y los resultados en las últimas elecciones seccionales, y por supuesto que él lo sabe, pero no le interesa y nunca le interesó, porque él no necesita de la aprobación de los ciudadanos, le basta solamente con los aplausos de la burguesía, con el beneplácito de los gringos, con seguir las indicaciones del FMI, con el apoyo de los empresarios a quienes perdonó las deudas tributarias, y por supuesto, con la venia de la prensa basura que lo ha blindado todo este tiempo.