Razan al-Nayar, la prueba de que el sionismo es la perfección del nazismo
En cursiva las palabras de un reportaje sobre el Holocausto; en redonda, las mías. Vayan en memoria de todos los palestinos caídos en la desigual lucha contra el Ejército de Israel, país de los sionistas, que no de todos los judíos. No me olvido de los judíos inocentes caídos en esta sinrazón del empeño de ubicar el hogar nacional judío en Palestina.
“La confiscación de las riquezas judías, la incautación de las propiedades judías, el registro de todos sus bienes, la prohibición de comprar casas…cuando los judíos eran desahuciados otras personas se mudaban a sus casas y se adueñaban de sus negocios, en cierto modo la población local comprendía que aquella gente no iba a volver, no preguntaban el motivo por el que los legítimos dueños no iban a regresar, pero sabían con certeza que no lo harían”.
Malos asesores debió tener el sultán otomano para permitir la venta de tierras a judíos europeos asquenazíes en territorio palestino. Debía de desconocer las aviesas intenciones del sionismo naciente. Tampoco los árabes de Palestina debieron intuir la descabellada estrategia del sionismo de acabar apoderándose de la tierra prometida a base de comprar terrenos para más tarde expulsar a sus legítimos dueños, no solo iban laboriosos campesinos.
Los británicos sí sabían que los asquenazíes querían establecer en su protectorado de Palestina su hogar nacional, y permitieron la llegada masiva de judíos de Europa central y oriental, multiplicada tras el Holocausto nazi. Un día antes del abandono británico de Palestina, el sionismo declaró la existencia del Estado de Israel.
Fue el punto de partida de la limpieza étnica contra los palestinos. Las dos grandes potencias no tardaron ni dos días en reconocer al nuevo estado. Las fronteras de Israel serían las que conquistaran sus soldados, atacados por estados árabes recién creados. No aceptaron el odioso plan de partición de Palestina aprobado en la ONU, no compartirían su hogar nacional con quien no fuera judío.
Los compradores de tierras asquenazíes se convertían en ciudadanos de su nuevo estado religioso. La cuestión palestina la resolvió por medio de la violencia. Los palestinos que sobrevivieron, como los abuelos de Razan al-Nayar, fueron despojados de sus tierras en 1948. Lo que tenían pasaron a manos de otros dueños, o arrasado hasta no dejar huella de sus vidas en la tierra Palestina. Desposeyeron a los legítimos habitantes de un territorio para asentar en él a una minoría religiosa europea que bien lo podría haber sido en un land alemán o en un condado inglés. Todo les pertenecía a los nuevos moradores, poseían la certeza de que los palestinos nunca regresarían.
Los descendientes de los primeros refugiados iniciaron en abril de 2018 la Gran Marcha del Retorno. Razan al-Nayar participaba en el auxilio a los heridos. Ella ya nunca podrá retornar a su propia nación liberada. Los judíos sionistas se encargaron de que sus legítimos dueños no vuelvan jamás. Pero volverán.
Los trenes se convierten en el eslabón indispensable para el transporte de los judíos concentrados en los guetos hasta los campos de concentración: trenes, deportación, aniquilación.
“Yo participé en la reconstrucción del campo de Belzec y en una de las fosas comunes que excavamos encontramos una llave, una serie de llaves. Normalmente no pensamos en las llaves como un objeto poderoso. Pero me gustaría hablar de lo que representan: la víctima dejó su casa una mañana, esperando regresar a ella algún día, encontrarla aún en pie y estar a salvo; pero aquellas personas murieron y fueron enterradas con sus llaves ,o que indica que jamás imaginaron el destino que les aguardaba”.
Los abuelos de Nayar al-Razan llegaron a Gaza, por caminos polvorientos, andando o en vehículos del ejército israelí. O tal vez los abuelos de Nayar al-Razan ya vivían en Gaza antes de la declaración unilateral del Estado de Israel por los judíos europeos; sea como fuere, seguro que sus propios ojos vieron lo horrible que puede llegar a ser la condición humana, sobre todo de hombres bien armados contra la población civil indefensa.
Desposeídos de lo propio, los palestinos llevan viviendo setenta años en condiciones vergonzosas, unos en el resto de tierras que aún pueden llamar Palestina, otros distribuidos por las naciones árabes circundantes. Pero todos saben que les ampara el derecho de retorno desde 1948, aunque los sionistas interpretan las resoluciones de la ONU según su conveniencia.
Retornarán algún día, y bien que los palestinos conservan las llaves de sus viviendas, no obstante saber que todas fueron arrasadas, como sus olivos. Como la llave simbólica que porta orgullosa Nayar al-Razan, aunque ella ya no podrá girarla en la cerradura de la casa destruida de sus abuelos, un criminal soldado israelí le impidió su anhelado viaje de vuelta a la tierra de sus ancestros.
Amon Goth, comandante de las SS del campo de trabajos de Plaszow. (Se muestra una foto de Goth en el jardín con su mujer, ambos sonrientes y como en traje de baño, aparece en la pantalla: “Goth relajado en el porche de su villa junto al campo de trabajos forzados de Plaszow”. Varios segundos después aparece otra foto de Goth dormido plácidamente en traje de baño, y en la siguiente foto, también con el torso desnudo, fumando y con un rifle al hombro, aparece: “El papel de Amon Goth en Plaszow fue adaptado en la película de 1993 La lista de Schindler”.
Razan al-Nayar. Mujer. Veintiún años. Armada con gasas y algodones. Perfectamente identificada como personal sanitario.
Habitante de la franja de Gaza o, lo que es lo mismo, de una estrecha manga de tierra controlada por mar y tierra por una potencia extranjera, lo que convierte a ese angosto territorio en un triste campo de concentración. Voluntaria para asistir a los heridos de las protestas multitudinarias de los que reclaman su derecho a volver a sus casas arrebatadas por la locura sionista.
Una bala apuntada hacia ella por un militar del glorioso ejército israelí recorrió su traza criminal para acabar con su vida. Ya no volverá a auxiliar a los heridos, ni asistir impotente a la muerte de un compañero en la lucha por la liberación. Maldito sea quien apretó el gatillo, emulador de Goth.
(El vídeo muestra balas obtenidas de fosas comunes de lugares de matanza de judíos perpetradas en Ucrania por las einsatzgruppen: Estos hombres masacraban sin motivo comunidades, aldeas y pueblos enteros, persona a persona, pueblo a pueblo, bala a bala, día a día…abiertamente, directos y brutales, sin intento alguno por disimular lo que hacían o cuáles eran sus intenciones…todas aquellas vidas arrebatadas en un día.) “Se puede leer sobre el Holocausto, se puede estudiar, se pueden examinar documentos sobre el tema, pero cuando se ve un objeto como este, la bala que asesinó a una persona, todo desaparece en cierto modo porque fue la responsable directa de la muerte de una persona, y en ese sentido es una experiencia irreemplazable, coger una bala sabiendo para lo que sirvió”.
Razan al-Nayar, una palestina más en el baño de sangre en que el tecnificado ejército israelí está convirtiendo la protesta de valientes palestinos que se les enfrentan a pecho descubierto, armados como más con primitivas hondas. Orgía de muertes en la que los valerosos soldados israelíes tornan a los palestinos en las únicas víctimas heridas o abatidas, víctimas desnudas ante los vigorosos aparatos que escupen mortífera munición. Lucha desigual, gente que avanza a pie en la llanura rasa, sin parapetos, que nada tienen que perder, pues ya lo perdieron todo sus abuelos y padres. Avanzan a una muerte muy posible, les esperan los francotiradores del ejército sionista dispuestos en letales posiciones, como cazadores esperando cobrarse las piezas por el único placer de matar. Acelerarán el exterminio del pueblo palestino. Emuladores de las einsatzgruppen.
“¿Por qué iba a sorprenderme? A menos que alguien creyera que los nazis eran monstruos con cuernos, es lógico que tuvieran vacaciones y tiempo libre, se divertían, tenían mascostas, bebían, celebraban fiestas y todo eso”…”Llevo 40 años estudiando el holocausto… no se puede contar la historia de las víctimas sin contar la de los asesinos…no por la crueldad de los asesinos sino por su humanidad…Llegar a comprender que [los SS] tenían un lado Auschwwitz, un lado asesino, y un lado capaz de flirtear con mujeres, de charlar con sus colegas, de disfrutar y de relajarse representa un desafío para nosotros porque significa que incluso los hombres y mujeres normales y corrientes tienen la capacidad de cometer los actos más extraordinarios, espantosos, malignos y terribles”.
Malditos sean los soldados sionistas que apuntan, disparan, matan, hieren a los palestinos que, como Razan al-Nayar, rechazan el apoyo yanqui a la apropiación sionista definitiva de Jerusalén y quieren retornar a su territorio; malditos sean los soldados sionistas que tras su sanguinaria exhibición de maldad celebran, descansan, comen, fornican y duermen sin el más mínimo remordimiento.
Peor, convencidos que infligiendo el dolor de la muerte al pueblo palestino terminarán derrotándolo; pero no, antes que esa derrota se juntarán el cielo y la tierra, mientras quede un palestino luchará contra el Estado de Israel, entidad que representa la ignominia de la usurpación vergonzosa de la tierra de los palestinos por hordas terroristas sionistas permitida por las potencias del momento.
Setenta años hace de eso. Setenta años de tantas muertes, como la de Razan al-Nayar y más de ciento veinte compatriotas, a manos de soldados y colonos que entre ellos ríen, bromean, se solidarizan; sin embargo, llenos de odio, recelo hacia el pueblo palestino. Si no, sería inexplicable ese comportamiento de un SS.
No había un solo sector de alemanes que no estuviera implicado, abarcaba a todos y cada uno de los ámbitos de la sociedad…los nazis introdujeron un concepto nuevo y revolucionario en este mundo, introdujeron una nueva posibilidad, la posibilidad de eliminar toda una etnia de la faz de la tierra.
Antes de 1948, los terroristas sionistas ya habían sembrado la muerte y la desolación en Palestina. De árabes y británicos; estos últimos abandonaron el polvorín que ellos mismos habían ayudado a crear. Rápidamente proclamaron su estado, fortalecido tras la derrota que infligieron a los ejércitos árabes que respondieron sin eficacia a la provocación judía. Ya no eran unos súbditos de la corona británica, tenían su propio estado. La maquinaria del horror se puso en marcha. Destrucción de aldeas, expulsiones, campos de refugiados. Dispersión, hambre, sed. Pero el número de palestinos no disminuía. Nuevas guerras de conquista. Más destrucción de aldeas, más expulsiones, nuevos campos de refugiados. Hacinamiento, sobre todo en la franja de Gaza. Control de movimientos, de mercancías, de haciendas, de vidas. Ejército y colonos judíos se ramifican por todos los territorios, incluso los que la comunidad internacional llama Palestina. Muros, asentamientos de colonos por expulsión de palestinos.
Pero el plan de eliminación de los palestinos parece que no surte el efecto deseado. Las honrosas excepciones que existen siempre no eximen de culpa a la sociedad israelí de su propósito de exterminio de los palestinos. Rayan al-Nazar y ciento veinte más lo han sufrido, pero germinarán nuevas almas que recogerán el testigo de la eterna presencia palestina.
“Cuando se entra en Sobibor está vacío, apenas se ve o imagina lo que hay allí; pero esa ausencia tiene una gran presencia y está lleno de fantasmas e imágenes, muchas almas siguen allí, el mal está allí. La magnitud de lo que sucedió sigue siendo palpable aunque no pueda verse. Al ver ahora esos lugares de destrucción hay una paradoja, la presencia de ausencia y la ausencia de presencia. Ves algo, y lo que ves es también lo que no está, y si no ves algo, lo que se vislumbra se te presenta de una forma extraordinaria”.
Quién sabe, tal vez Razan al-Nayar, antes de desenfundarse su bata blanca, observara la explanada que lleva a la frontera con Israel. Razan ha ayudado a varios heridos, ha visto agonizar a algún compatriota, ha asistido al último suspiro de los moribundos. Contempla el campo, ahora vacío. En sus oídos aún resuenan los gritos combativos de los manifestantes, los primeros disparos de los soldados del bien armado ejército sionista, el silbido de las balas asesinas, los lamentos de los heridos, el silencio de los muertos. La sangre derramada por las heridas mortales, que mancharon sus manos y ropa, evocan la presencia de los ya ausentes.
No sabe, aunque no le teme a ese día, que mañana una de esas balas truncará su vida. Será otra palestina que morirá sin haber retornado, exiliada en su propia tierra. Los valientes echarán de menos su ausencia, pero su alma estará presente para animar a los vivos a combatir el mal de las tropas sionistas. Maldito sea el soldado que la mató, malditos sean los que siguen asesinado a los que anhelan el Retorno.