Los politólogos, los sociólogos, los estadísticos, y si me apuran, hasta los psiquiatras, siguen estudiando los resultados de las elecciones andaluzas. Todas las encuestas fallaron. Una de dos, o el campo de muestreo es inadecuado, o los entrevistados mienten como bellacos. Añadamos una tercera, que los medios de comunicación del régimen van orientando el voto según se acerca el día de la votación.
Algo más del cuarenta por ciento de los electores se quedó en sus casas; la política que se ejerza durante los próximos cuatro años no les quita el sueño. Deben de pensar que gobierne quien gobierne sus vidas no van a cambiar lo más mínimo, en todo caso a peor.
Los liberalsocialistas pierden votos; la confluencia de socialdemócratas y comunistas no consigue sumar los votos que antes conseguían por separado, todo lo contrario, resta; los conservadores también pierden votos; los liberales siguen en su línea ascendente y los neoliberales retrógados irrumpen con fuerza inesperada.
Las direcciones de los partidos hacen cuentas. El partido que pacta con los liberales o con los comunistas no ha obtenido los escaños suficientes para volver a aliarse con unos u otros, que a todos acaba engañando. Los conservadores y los liberales, aparcando su campaña de que gobierne el partido más votado, firman un pacto de reparto de sillones aunque la aritmética no cuadre, pero miran de reojo a los neoliberales retrógrados. Los liberales, que jamás pactarían con los socialdemócratas, le hacen ascos a los neoliberales retrógrados de cara a la galería, salvando el honor gracias a que su socio de poltronas firma unilateralmente una alianza con aquellos.
El lavado de cara está hecho, pero parece que han usado el agua sucia de la jofaina que la democracia ya tenía lista para arrojar a la letrina. Hay que tener muchas ganas de repartirse los fondos públicos para obviar que si con quien se pacta un acuerdo de gobierno también firma un acuerdo, en el que no se participa, con un tercero no se toma como motivo de ruptura del pacto. Si esta ruptura no se produce, el trifachito será una realidad dolorosa para los andaluces.
El tiro por la culata que le ha salido al PP azuzando el odio a los catalanes y la llevada al callejón sin salida del catalanismo impulsado por su oposición al nuevo estatuto aprobado en referéndum por el pueblo catalán, le está costando caro no obstante conseguir la presidencia de la Junta de Andalucía. Su sangría de votos ha sido abundante, y la hemorragia se extiende por todas las comunidades hispanas. Algunos empiezan a saborear la satisfacción de que todo acabe en gangrena que le lleve a su desaparición.
Sin embargo, su legado franquista no desaparecerá, el relevo lo tomarán los partidos jóvenes catapultados por el que fuera su presidente, el campeón Aznar, vencedor en múltiples batallas por la democracia nacional e internacional. La izquierda siempre se ha quejado del sistema electoral español, llegándose a llamar al castigo a los partidos infravalorados como el “síndrome de Izquierda Unida”. Basta con mirar los resultados de las elecciones de 2011, en las que el PP obtuvo casi siete veces los votos obtenidos por la coalición IU-LV, se tradujo antidemocráticamente en diecisiete veces más escaños; es decir, si IU-LV consiguió 11 escaños, el PP debería haber tenido 77 diputados y no 186 como al final consiguió por las trampas del sistema electoral español, adoptado para que el PCE no fuera el que tuviera la llave de la gobernabilidad en España.
Pues parece que este sistema también hará daño a la derecha española ahora que se enfrentarán a muerte para llevar la batuta de las mamandurrias al sector financiero y empuñar el látigo que azotará con más dureza a la clase trabajadora. Las zonas tradicionalmente del PP dividirán su voto, y seguramente castigarán al partido conservador por su tibieza ante los catalanistas, su aceptación de la inmoralidad de los colectivos no heterosexuales, el mantenimiento de la Ley de Memoria Histórica a pesar de no dedicar un solo euro a su aplicación, el trato de guante blanco a la inmigración, a pesar del paréntesis de las devoluciones en caliente, los CIE y el patriótico acto defensivo de la frontera en El Tarajal.
Se necesita mano dura para redirigir la situación española a tiempos en los que imperaba el orden ante el libertinaje, el trabajo ante la pereza, la moral cristiana ante el ateísmo rampante, la conquista de nuevos imperios que civilizar ante el provincianismo separatista. Y esto ya no lo puede representar el PP, demasiados años de corrupción, de apoltronamiento, de vivir del cuento.
Confiemos en que el fraccionamiento de la derecha le reporte más daño que beneficio, pero huyamos los rojos de los plumillas del régimen del 78 que clamarán por el voto útil a los liberalsocialistas, ya nos han demostrado que siempre ha sido inútil y contrario a los intereses de los trabajadores.