La izquierda mundial se encuentra en una posición defensiva que solo le permite luchar por evitar su desaparición, con contadas excepciones. Una de ellas es Bolivia, un país gobernado por el socialista Evo Morales desde el año 2006, y que el próximo domingo 20 de octubre podría hacerlo hasta 2025, año en que él mismo ha expresado que no volverá a presentarse.
Bolivia, también conocida como “la hija predilecta de Bolívar“, supone uno de los mejores ejemplos que rompen el argumento neoliberal que señala al socialismo como una ideología agotada y diseminadora de pobreza. Evo Morales mantiene todos los recursos de Bolivia, y los sectores estratégicos, nacionalizados. Ha apostado por la sanidad y la educación públicas, por una política fiscal progresiva, ha rebajado la edad de jubilación subiendo las pensiones, ha aumentado los derechos laborales a la vez que alza los salarios.
Es decir, el presidente boliviano ha puesto en práctica el programa de gobierno que la izquierda en Occidente presenta a las elecciones en cada convocatoria, y que es señalada por empresarios y banqueros como una “utopía irrealizable“, un “cuento que destrozaría el país“. Y Bolivia lleva creciendo económicamente, de manera sostenida, lustros. La pobreza se ha reducido a más de la mitad, hay financiación para el Estado del Bienestar.
La supervivencia de este modelo es importante en tanto que demuestra a la izquierda mundial que su proyecto político es viable, rompe uno de los principales argumentos mediáticos de la oligarquía, y garantiza una vida digna a quienes viven en ese país suramericano.
Sin embargo existe otro factor muy importante que obliga a Evo Morales a vencer: la geopolítica. Otro país socialista que no tiene unos índices económicos y sociales tan buenos como Bolivia, es Venezuela. La situación del país gobernado por Nicolás Maduro responde a un ataque coordinado por la oligarquía nacional venezolana y el gobierno de los Estados Unidos de América.
Boicot interno, especulación económica, bloqueo financiero internacional, intensa agenda de manipulación mediática… Es Venezuela quién lo recibe, porque es esa nación la que inició la Ola Bolivariana en 1999 por la que Evo Morales, entre otras causas, alcanzó el poder. Su petróleo sostiene, en gran parte, al resto de los países bolivarianos (en concreto a Nicaragua y Bolivia).
Si la izquierda perdiera el poder ejecutivo en Bolivia, la frágil correlación de fuerzas en el campo diplomático que tiene la izquierda, se rompería, abriendo el escenario de una intervención militar que depusiera por la fuerza de las armas al presidente Nicolás Maduro, lo que impactaría en los gobiernos de Nicaragua y de Cuba.
Las elecciones de Bolivia hay que leerlas también en clave internacional, en cuanto la victoria de Evo Morales blinda a los gobiernos progresistas de América Latina y sustenta a la izquierda alternativa del resto del mundo.