Cansado de descansar
Comenzó la campaña electoral, bueno es un decir, pues las grandes empresas electoreras arrancaron mucho antes, cuando les dio la gana, una agresiva promoción de sus candidatos, burlando el mandato del Código de la Democracia que dispone una campaña de 45 días y con límites en el gasto electoral.
Vayan a ver cómo han empapelado pueblos, ciudades, caminos, postes y paredes, con la figura vacía de figurones de dudosos antecedentes, en unos casos; y en otros, con caras desconocidas que no se les ha visto ni en pelea de perros. Allí están los candidotes de la partidocracia, gastando por cientos de miles, ignorando la advertencia de quien invierte ingentes sumas para ganar, llegará al cargo para robar, digo para recuperar…
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Volvimos al oscurantismo de aquel pasado vergonzoso en que la función electoral estaba en manos del mandamás de turno. Es deprimente escuchar que la titular del CNE acepta que no invita a los Observadores de la OEA, porque sus informes no son del agrado del Ejecutivo.
Es que les dolió que el informe sobre la última Consulta inconsulta es lapidario en cuanto a su ilegalidad e inconstitucionalidad, porque no contó con el control del organismo garante de la Constitución, ni tampoco fueron calificadas las preguntas, consumándose un engaño que abrió el camino a la arbitrariedad y atropello al estado de Derecho y a la institucionalidad, destrozándola con el telón de fondo del odio y la persecución.
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Además ¿de qué independencia de funciones podemos hablar? Si todo está sometido a la caprichosa voluntad de Carondelet. Entonces se justifica el temor ciudadano de que podemos ser víctimas de un fraude, agravado por la falta de observación de un proceso que va dejando muchas dudas y sospechas. “Quien gasta para ganar, llega para robar”, es lo que más o menos nos advierten el Papa Francisco y Pepe Mujica. La campaña no puede ser una inversión que persiga rentabilidad, sino la promoción de propuestas y programas creíbles y viables. Lo otro es intoxicación publicitaria a lo bestia.
Resignar el mandato recibido del pueblo, en manos de cuatro ministros para que cada uno se dispare por su lado de acuerdo a sus conveniencias, es el incumplimiento de la voluntad popular. Los gabinetes son herramientas válidas para gobernar siempre bajo el liderazgo del mandatario elegido para ello. Dejar a la deriva la barca del Estado, en manos de una orquesta desafinada y contradictoria constituye una virtual ausencia en el ejercicio del poder. El pueblo le otorgó, el pueblo puede revocarle.