En nuestra memoria individual aún vive latente en muchos de nosotros la imagen de nuestras abuelas, que habían sufrido y vivido una Guerra Civil y la posterior dictadura franquista. Su imagen siempre fue triste, tal vez nostálgica de un pasado mejor, nuestras abuelas fueron melancólicas de la Segunda República durante toda su vida dentro de nuestra memoria colectiva.
Son tan reales como tristes los motivos de su tristeza. La guerra civil supuso la ruptura del proyecto de igualdad de género absoluta entre hombres y mujeres que había supuesto la República. Con el triunfo del franquismo el nacionalcatolicismo convirtió a la mujer en un símbolo del hogar, de la concepción y la sometió a la autoridad del hombre.
La guerra la perdieron todas las mujeres, las del bando republicano y las del bando nacional, todas perdieron su libertad, sus derechos y la oportunidad de ser ellas mismas. Hubo mujeres que murieron y fueron castigadas por ser republicanas. Sobre el resto de mujeres que quedaron vivas o libres, republicanas o nacionales, no hay mucho que investigar para saber que durante la dictadura franquista la mujer dejó de tener los derechos que la Constitución de la Segunda República de 1931 le había reconocido, como la igualdad con respecto al hombre y el derecho a voto, esta historia es todavía demasiado reciente para que la podamos olvidar.
El régimen encabezado por Franco desarrolló una nueva legislación que excluía a las mujeres de numerosas actividades con el único intento de mantenerlas en roles patriarcales, que poco tenían que ver con la tendencia que se estaba manifestando en países del resto del mundo.
Desde 1939 a 1975 se impuso un modelo de mujer totalmente dependiente de la figura masculina: padre, hermano, marido o hijo. Es un modelo femenino totalmente opuesto al que previamente se había ido estableciendo durante la II República entre 1931 y 1939.
Bien es cierto que la población española durante el franquismo carecía de derechos individuales y políticos propios de la democracia, pero las mujeres estaban más discriminadas respecto a los hombres. La mujer era castigada y perseguida en un tiempo dominado por hombres, la mujer era menospreciada y marginada en la sociedad, y sobretodo, lo peor era que la mayoría de las veces incluso las propias mujeres eran cómplices de esta situación.
Con el Régimen, la mujer pasó a asumir el papel obligado de madre y esposa. Sumisa y rehén de la nueva sociedad establecida.
Para comprender qué papel fue el de la mujer durante esta época hay que analizarlo a través de diferentes perspectivas: la política, la religiosa, la laboral, la educación y por último la situación en la familia.
La mujer en el entorno de la política y la religión
En cuanto al ámbito político, hay que hacer referencia a la Sección Femenina, fundada en 1934 por Pilar Primo de Rivera, responsable durante los 43 años de vida de dicha Sección; las funciones en la misma fueron el adoctrinamiento político de las mujeres en las ideas falangistas y el fortalecimiento de la estructura familiar patriarcal.
De forma paralela a la Sección Femenina, durante el franquismo, en la Iglesia también estuvieron presentes instituciones católicas como la Confederación de Mujeres Católicas y la Juventud Femenina de la Acción Católica. Sus principales funciones fueron la vigilancia de la conducta moral y cumplimiento de los ritos católicos. La Iglesia fue una gran aliada del franquismo y otro enemigo del pueblo sometido. Todo es poder, incluso en la iglesia.
las mujeres que no se identificaban con la ideología franquista, sufrieron represión política y eran encarceladas en penitenciarios.
Muchas de ellas murieron por ser republicanas, unas por ejercer la militancia, por practicar política y otras por ser parientes de hombres de izquierdas. Muchas fueron condenadas al ser delatadas por conocidos o incluso parientes temerosos de las represalias por conocerlas.
Las mujeres republicanas fueron las más castigadas y señaladas porque parirían hijos enemigos de España, y por ello a muchas les rapaban la cabeza y les daban aceite de ricino, para pasearlas después por las calles con el fin de humillarlas. Demoledor castigo solo por pensar diferente.
Muchos menores fueron separados de sus madres en las cárceles “de las mujeres caídas”. El Régimen franquista fue impulsor de la segregación entre hijos y madres “rojas” con el objetivo de evitar que los pequeños se contagiaran de la ideología de sus madres. Aquí empezó el problema de los niños robados.
Las mujeres eran las presas políticas con antecedentes de izquierdas, esposas, madres o hermanas de hombres antifranquistas. Las órdenes religiosas entraron desde el principio de la dictadura para encargarse de la vigilancia de las reclusas. Las monjas coaccionaban a la mujer para obligarla a acatar los lineamientos de la Iglesia y así apartarlas de los “vicios“. Su principal función fue la vigilancia de la conducta moral y cumplimiento de los ritos católicos.
El aborto era delito. No había información sexual y ningún medio anticonceptivo. El adulterio estaba especialmente penado (pero sólo si lo cometía una mujer). Nota curiosa y sorprendente es que las mujeres de clase media y alta trabajaban en la Acción Católica, asistiendo a los desfavorecidos de la clase obrera y visitando a los vencidos por la guerra.
La mujer en el entorno laboral
La población femenina se incorporó al mercado laboral durante y después terminada la Guerra Civil, debido a la necesidad de las familias y porque gran parte de la población masculina había fallecido durante la guerra. Las mujeres obtenían un salario muy inferior por el mismo trabajo y además tenían prohibidos aquellos trabajos relacionados con lo militar, la marina mercante y aquellos que se consideraban “de hombres”.
A partir del 1 de enero de 1939 se obligó a dar de alta a las mujeres y a los hombres por separado. Las mujeres (pero no los hombres) debían declarar el nombre de su cónyuge, su profesión, lugar de trabajo, salario recibido y número de hijos. Al final del mismo año se prohibió a las mujeres inscribirse como obreras en las oficinas de colocación, salvo si eran cabezas de familia por motivos “obligados”.
Las mujeres casadas no tenían acceso al mercado laboral, ya que si se casaban debían firmar su despido voluntario un mes antes del enlace.
Sólo podían trabajar las mujeres solteras o viudas. Las mujeres casadas no tenían acceso al mercado laboral, ya que si se casaban debían firmar su despido voluntario un mes antes del enlace, según dictaba la Ley de Reglamentaciones Laborales de 1942. Para acceder después al mercado laboral, la mujer debía esperar dos años después del enlace, y solo podría acceder “con la autorización del marido”.
Con esta situación era muy difícil afrontar la permanente situación de crisis económica, aunque existía la cartilla de racionamiento para los productos de consumo básico, el hambre apremiaba. Muchas mujeres recurrieron al estraperlo e incluso a la prostitución, que tuvo un aumento significativo durante los años en la posguerra.
La mujer en el entorno de la educación
El sistema educativo instaurado por el franquismo tuvo como objetivo inculcar los nuevos valores del régimen fascista. El sistema estableció una educación separada (por motivos morales) y con conocimientos totalmente diferenciados. Para la mujer la educación se orientó a la preparación para la vida en el hogar y educar a la esposa perfecta.
La mujer debía ir convenientemente vestida, con mangas largas o al codo, sin escotes, faltas largas y holgadas que no enseñaran los detalles del cuerpo ni acapararan atenciones indebidas. La ropa no podía ser corta y menos transparentarse. Prohibición de pantalones. Las mujeres jóvenes no podían ir solas ni ir acompañadas de hombres que no fueran de la familia.
Existía la prohibición a las mujeres de practicar deportes o entrar en cualquier centro o club deportivo sino era solo para mujeres. Prohibición del acceso de las mujeres a los baños públicos así como llevar bikini, por lo que se construyeron baños y piscinas solo para mujeres. Prohibición a las mujeres de tener presencia en la radio, televisión o reuniones públicas de cualquier tipo.
Para la mujer la educación se orientó a la preparación para la vida en el hogar y educar a la esposa perfecta.
En los centros de la Sección Femenina se impartía un plan de estudios compuesto por materias como: Formación Religiosa (dogma, moral y liturgia); Formación política sobre la Falange (historia, doctrina política y económica); Formación Doméstica (pedagogía familiar, economía doméstica, cocina, corte y confección…); Música (coros y danzas) y Gimnasia.
En lo que se refiere a la educación media y superior, no estaba cerrada a las jóvenes pero existían muchas dificultades, ya que no estaba bien visto que la mujer se centrase en los estudios porque descuidaba la función principal de formar la familia.
La mujer en el entorno de la familiar
En el régimen franquista se introdujo la familia con los únicos valores de autoridad patriarcal. Por Ley, el hombre era la autoridad indiscutible. La familia fue una jerarquía obligada por la dictadura, en la que la mujer estaba supeditada al varón, tanto a los hijos como a los padres.
La mujer era la que se llevaba la peor parte, pues su labor era la de satisfacer a su marido, debía estar guapa para él, complacerle en todo. Liderada por Pilar Primo de Rivera, la revista de la Sección Femenina, enseñaba a las mujeres a comportarse idealmente, siempre supeditadas al hombre, sin derechos, sin opiniones. Solo debían sumisión hacia el Patriarcado.
Las mujeres durante la dictadura no podían disponer de sus propios bienes sin la autorización del marido, cualquier cosa que quisieran hacer debía contar la la firma y autorización del marido. La mayoría de edad para las mujeres pasa a establecerse de 21 a 23 años bajo la tutela de padres o hermanos para pasar a los maridos.
El adulterio estaba castigado por el Código Penal. La familia se formaba en torno al matrimonio católico y aquellas que no estaban casadas eran mal vistas y señaladas por la sociedad y la Iglesia. Vivían en pecado. El divorcio fue prohibido (en la II República estaba permitido).
En 1937 se creó el Servicio Social de la Mujer, para conseguir mano de obra femenina “gratuita”, que era obligatoria para mujeres solteras de edades entre 17 y los 35 años de edad para trabajar en hospitales, comedores…
Debido al auge económico que comenzó por el proceso de apertura de España hacia el exterior, hubo la necesidad de más mano de obra, y se recurrió a la mujer para ello. A mediados de los años 50 el concepto de la mujer trabajadora fue evolucionando levemente mediante diversas iniciativas y decretos.
Coincidiendo con el desarrollo económico, se introdujeron algunas modificaciones en la legislación, pero aún así, la mujer fue inferior respecto al hombre durante toda la dictadura. La situación laboral de la mujer mejoró en 1959 acabando con la discriminación salarial y de acceso al trabajo, aunque permanecía en vigor la necesidad de la autorización del marido. Obligación que se mantuvo hasta 1976.
Así pues, el papel imprescindible de la mujer durante la dictadura fue el papel de “proporcionar hijos a la Patria y ser la ama de casa perfecta”, para ello se adiestró a la mujer desde la familia, la escuela, la iglesia, los medios de comunicación y fue sometida a las leyes impuestas por el franquismo.
El modelo de la mujer española impuesto por el nacionalismo, fue un proyecto muy rentable para la política, la economía y la familia, durante los años de la dictadura.
Una vez llegada la transición empezaron a cambiar las cosas en el Código Civil, aunque aún la sociedad está a años luz de poder alcanzar la igualdad social, y recuperar lo que un día se les reconoció a las mujeres en la Constitución de la Segunda República en 1931.