Rosa Luxemburgo: 100 años del asesinato de una revolucionaria
Hoy hace justo 100 años, un 15 de enero de 1919, que Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht eran asesinados en Berlín a manos de los Freikorps. Los dos dirigentes comunistas eran ejecutados por orden de la socialdemocracia en respuesta a la revolución que sacudía el país desde hace unos meses.
Pero, ¿quién fue Rosa Luxemburgo? Quien sería conocida como “la Rosa roja” nació un 5 de marzo de 1871 en Zamość (Polonia) pocos días antes de que los obreros franceses proclamaran la Comuna de París. Como si de una premonición se tratase, su vida estuvo marcada por la revolución.
La militancia de Rosa Luxemburgo comenzaría muy joven, ingresando con tan solo 15 años en el partido clandestino “Proletariat”. Su actividad política hace que con tan solo 18 años tenga que exiliarse en Suiza, donde conseguirá doctorarse. En 1900, catorce años antes de que tenga lugar la I Guerra Mundial, teoriza sobre una gran guerra en Europa fruto de la competencia entre las potencias imperialistas por el reparto de los mercados.
Más tarde en Alemania llevará a cabo una ardua lucha en el seno del SPD (Partido socialdemócrata alemán) contra las tesis reformistas. Junto con Lenin y otros dirigentes marxistas se opondrá a la guerra imperialista, y denunciará la traición de la socialdemocracia que apoya a sus burguesías nacionales frente a los trabajadores del resto de países, lo que supondrá el fin de la II Internacional.
Cuatro años después del inicio de la guerra, en 1918, estalla en Alemania un movimiento revolucionario espontáneo de consejos obreros, marinos y soldados que desembocará en la efímera República de Consejos. En respuesta al levantamiento, el líder socialdemócrata Friedrich Ebert accede a que la milicia nacionalista, los «Cuerpos Libres» (Freikorps), lo sofocaran.
Tanto Rosa Luxemburgo como Liebknecht son capturados en Berlín el 15 de enero de 1919 y asesinados ese mismo día. Otros cientos de miembros del KPD (Partido comunista Alemán, de reciente creación por ambos líderes) también son capturados y aniquilados y la revolución sofocada. Muchos de estos Freikorps nutrirían años más tarde las filas del partido nazi.
A lo largo de su vida, especialmente en los frecuentes periodos en prisión, se dedicará a una labor teórica, fruto de la cual surgen títulos como “Huelga de masas, partidos y sindicatos”, “La acumulación de capital” o “Reforma o revolución”. En ocasiones sus reflexiones chocarán con las de Lenin, como por ejemplo en la cuestión nacional, lo que no impidió que este último reconociera la importancia de esta revolucionaria.
Especialmente interesante, por su vigencia, es su obra “Reforma o revolución”. En él hace una crítica feroz a las tesis defendidas por Eduard Bernstein, uno de los principales teóricos del socialismo reformista y miembro del SPD, quien defendía la posibilidad de llegar al socialismo a través de una serie de reformas graduales. En ese sentido defendía el socialismo como si fuera un tipo de ideal ético a largo plazo descartando cualquier necesidad de levantamiento revolucionario y rechazando la necesidad de tomar el poder para cambiar la sociedad.
Como podemos observar estas tesis no se murieron con Bernstein sino que son los pilares de la socialdemocracia (de la actual, pues no olvidemos que previa a la III Internacional y la creación de los Partidos Comunistas, las organizaciones marxistas se denominaban socialdemócratas). No tanto de los autodenominados partidos socialistas o socialdemócratas, convertidos ya desde hace tiempo en social-liberales (el PSOE es un buen ejemplo) sino las formaciones que desde la izquierda renuncian a la vía revolucionaria y a la toma del poder político por parte de la clase trabajadora.
De hecho en nuestro país sufrimos en carne propia la lacra del eurocomunismo, que apostaba cualquier transformación a las reformas que se pudieran conseguir a través de la lucha parlamentaria, ignorando el carácter de clase que tiene el Estado, y por lo tanto haciendo un análisis utópico y completamente dañino para los intereses de la clase obrera y para la construcción de la nueva sociedad.
Esto ni mucho menos significa renunciar a las reformas ni a la mejora de las condiciones de la clase obrera dentro del actual sistema, pero sí advertir como hacía Rosa que la lucha sindical sin perspectiva de transformación social, es como “un trabajo de Sísifo”, en referencia al personaje de la mitología griega, que es obligado a subir una piedra hasta la cima, que siempre acaba rodando por la pendiente y vuelve a comenzar una y otra vez.
Para Rosa Luxemburgo reforma y revolución no eran dos caminos separados sino que la reforma debía estar vinculada de forma dialéctica al objetivo de la revolución. Tal y como expresa ella misma en el prólogo de la obra “A primera vista, el título de esta obra puede resultar sorprendente: Reforma o revolución. ¿Puede la socialdemocracia estar en contra de las reformas? ¿Puede considerar como opuestos la revolución social, la transformación del orden establecido, su fin último, y las reformas sociales? Por supuesto que no. Para la socialdemocracia, la lucha cotidiana para conseguir instituciones democráticas y reformas sociales que mejoren, aun dentro del orden existente, la situación de los trabajadores constituye el único camino para orientar la lucha de clases proletaria y para trabajar por el fin último: la conquista del poder político y la abolición del sistema de trabajo asalariado. Para la socialdemocracia, existe un vínculo indisoluble entre reforma y revolución: la lucha por las reformas sociales es el medio, mientras que la lucha por la revolución social es el fin”.
En un momento en el que tras la caída del bloque socialista del este las fuerzas revolucionarias se encuentran en un periodo de reflujo, se produce un caldo de cultivo excepcional para que el oportunismo vuelva a sacar a relucir las tesis bernstenianas de “el objetivo último, sea cual sea, no es nada; el movimiento lo es todo“.
Pero la crisis capitalista ha vuelto a mostrar sin ningún tipo de ambages que este sistema no es reformable, que no hay capitalismo de rostro humano ni capitalismo verde. Los avances de la ciencia y la tecnología permiten hoy conseguir objetivos para la humanidad que hace tan solo unas décadas parecerían irrealizables. Pero las relaciones capitalistas de producción impiden utilizar esta vasta fuerza para resolver los problemas de nuestras sociedades mientras generan una desigualdad creciente, paro, pobreza y guerras para continuar perpetuándose.
El deterioro del medio ambiente, de nuestro Planeta, hace que la consigna de “Socialismo o barbarie” sea una realidad más clara que nunca. La necesidad de un orden nuevo, una sociedad sin explotadores ni explotados, pasa ineludiblemente por la toma del poder político y no por la reforma del actual sistema.
Ahora que tantas mujeres jóvenes se han incorporado a la lucha al calor del movimiento feminista, debemos rescatar el legado de mujeres como Rosa Luxemburgo (entre tantas otras) que abordaron la defensa del feminismo de clase, desde los intereses de las mujeres obreras. Porque es importante saber que las luchas no empiezan de cero. Ese hilo rojo que va desde la conquista de las 8 horas en la Huelga de la Canadiense hasta la lucha de los trabajadores de Amazon por sus derechos. Desde las mujeres sufragistas hasta la huelga del pasado 8 de marzo. Un pasado de luchas, victorias y derrotas, del que sacar lecciones en el presente para poder cambiar el futuro.
Porque 100 años después de su muerte, Rosa Luxemburgo revive en cada mujer que se alza frente a la alianza entre patriarcado y capital. Y es que por mucho que le pese a Ana Patricia Botín el feminismo consecuente solo puede ser anticapitalista (y viceversa).
Para la Historia quedan ya las últimas palabras que dejaría por escrito en la víspera de su muerte:
‘¡El orden reina en Berlín!’ ¡Estúpidos secuaces! Vuestro ‘orden’ está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con estruendo, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy, y yo seré! Rosa Luxemburgo.
Este artículo es una adaptación del prólogo al libro “Reforma o revolución” que publicó la Editorial Agitación en septiembre de 2018.