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España Semanal #9

El Irreal Madrid

Parafraseando aquel famoso programa que fue de televisión, de cuando el Madrid ganaba las Copas de Europa en blanco y negro. Y es que este Madrid, perdonen Vds. lo poco elaborado del anterior juego de palabras, este Madrid, digo, pese a la obviedad, es que ya gana las Copas de Europa por inercia.

Y también, como decía aquel, las finales no se juegan, se ganan. Conforta en esta época convulsa y cambiante ver como las banderitas y el sentido tribal que todos tenemos son correctamente empleados, y que como en siglos pasados, hay tradiciones que afortunadamente perviven, como en aquel viejo anuncio de la marca de coches que se acercaba, creo recordar a un recóndito lugar entre esos maravillosos pueblos de pizarra negra de Guadalajara, donde un pastor, apartado del mundo, al verlos aparecer tan flamantes inquiría ingenuamente: ¿Qué…., y el Madrid otra vez campeón de Europa? Pues eso.

Este madridista confeso (como ya he dicho en alguna ocasión, porta el alma blanca y la sangre roja), ha de reconocer la inestimable y sempiterna ayuda de algo tan aleatorio como la suerte. Eso es así, la diosa Fortuna siempre nos ha amparado; puedo orgulloso recurrir al topicazo de que la suerte hay que buscarla, perseguirla, y eso es algo fundamental en lo que también somos maestros. Fieles al legado que nos dejó D. Alfredo, el Madrid mantiene esa casta, ese orgullo de saberse el mejor y no renunciar jamás a la victoria, de no darse nunca por vencido y luchar hasta el último segundo.

Y al respecto, el mejor resumen posible lo realizó al término del encuentro el entrenador de nuestro digno rival, Jürgen Klopp, quien, aún recurriendo al tópico, aseveró con genial sarcasmo “que era necesario en una final tener suerte, pero que a ellos, no solo les había faltado la fortuna, sino es que además les había tocado la mala suerte”. Genial, con sentido del humor y deportividad, que así es como hay que encajar las adversidades.

Un abrazo entrañable para Marcelo, el mejor lateral del mundo con diferencia, y mi admiración hacia su calidad humana por las lagrimas que brotaron incontinentes de su rostro al advertir la lesión de su compañero, el pundonoroso Carvajal. Verle llorar desconsoladamente mientras lo abrazaba es inequívocamente la imagen más humana y más hermosa de la final.

Y gracias a estas cosas gana el Madrid, resultando por ello si cabe más estrambótico y fuera de lugar la salida de pata de banco de nuestra figurita, el mejor jugador del mundo sin duda, Cristiano Ronaldo, que amargamente frustrado por haber pasado inadvertido en el encuentro (algo que nunca le sucedió a Di Stéfano), y por cobrar al parecer menos que Messi, aguó cruelmente la fiesta privando a todos, especialmente a sus compañeros, pero también a todos los madridistas que en el planeta somos, de disfrutar plenamente de la victoria.

Jamás escuche a ninguno de los anteriores números uno del planeta fútbol mensaje tan egoísta, tan despreciativo para sus compañeros, tan ruin. Algo incomprensible para mí tratándose de un deporte de equipo, en el que la victoria, indefectiblemente, pasa por la suma del esfuerzo de todos, esfuerzo y calidad individual que todos, todos, deben aportar al colectivo en aras de conseguir su objetivo, que es ganar ese partido.

Pero no, este tipo hubiese sido seguramente un buen tenista, o corredor de coches o de motos, o atleta olímpico, pero jamás será un perfecto jugador de equipo, y lo que es más importante, un buen compañero. Pese a su insultante, abrumadora e innegable calidad, desde aquí, en mi calidad de madridista y socio, conmino a nuestro presidente a que lo traspase lo antes que pueda. En el blanco las manchas resaltan mucho más.

Y ya que hablamos de él, gracias, Florentino. No me arrepiento de haberle votado. No solo ha demostrado que sabe, como ya suponíamos, manejar bien los dineros, sino que además, es usted el mejor director técnico del mundo. Mejor incluso que Monchi. Siga por favor así.

Y para finalizar, madridistas, una buena noticia:

¡A la final de la Champions del año que viene vamos en metro!

(Aún no sabemos quién será el rival)

Todos a la cárcel

La justicia es lenta, muy lenta, demasiado lenta en este país, aunque a la postre resulte inexorable. Congratularnos de que van cayendo las máscaras, se va poniendo a cada uno en su lugar (entre rejas, que es donde merecen estar los delincuentes), y cada vez resultan más patéticos los que todavía quedan fuera cuando intentan esgrimir sus ya manidos argumentos de “yo no lo sabía”, “hace tiempo que les dimos de baja”, “son actuaciones particulares” , “es usted un machista” y los nuevos apelando nada menos que al monstruo de Frankestein, y la responsabilidad patriótica para no hundir la prima de riesgo. Ellos, que se han llevado hasta las bolas de la cama.

Lo único un poco triste de esta historia, incluso en estos momentos en que nos embarga esa sensación del deber cumplido, como sociedad, de justicia aplicada, es pensar en los casi diez años de felicidad añadida que inmerecidamente les han concedido, prorrogando una sentencia, que dada la catadura de los personajes no parece les haya abrumado ni preocupado demasiado, con ese rictus arrogante de impunidad que sin ningún pudor exhibían, lo triste repito, es pensar como habrán disfrutado en estos diez años de sus cuantiosos excesos, de sus suntuosos gastos, de sus viajes, de sus opíparas comilonas, de sus vinos exclusivos, de sus coches y de sus francachelas, diciéndose, estoy seguro además: ¡que se jodan!

Pero bueno, pueden ya casi repetir la foto de la famosa boda en Soto del Real pero esta vez sin traje de etiqueta; en esta ocasión mejor con uno de rayas.

Imago Regis

500 años de monarquía española en la medalla.

Hoy un arte diferente.

Gratis, en la Real Casa de la Moneda. Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Hasta el 16 de septiembre. Merece la pena acudir a la calle Dr. Esquerdo (por cierto, gran hombre, recomiendo consultar su página en Wikipedia), no solo para disfrutar de esta magnífica exposición, sino también para, de este modo, conseguir de manera gratuita el extraordinario librito que nos facilitan, y que en sí es una pequeña obra de arte digna de ser conservada en nuestra biblioteca. Hay que aprovechar cuando nuestras instituciones regalan algo.

El fin de la medalla era en origen servir de propaganda, y lamentablemente, a nosotros nos parece que nuestra monarquía se incorporó tarde, con cierta desgana (aunque con indudable calidad), a esta corriente. Claro que a juicio de este cronista, los Austrias contaban a estos efectos con los mejores pintores y escultores de la época, con diferencia, por lo que no verían la necesidad de emplearse demasiado en este pequeño, aunque solo sea por el tamaño de las obras, arte.

Preciosas las medallas, acuñadas o fundidas, y vemos las técnicas y las máquinas para su elaboración. Y hasta curiosidades; algunas medallas “falsas”, como cuando los ingleses acuñaron una ingente cantidad de ellas conmemorando la victoria (según las optimistas noticias del inicio de la campaña) sobre las tropas españolas en Venezuela, y que Blas de Lezo se encargó posteriormente de que no sirviesen para nada.

Muy interesante.

Carol King

Nuestro toque sonoro de hoy, que atendiendo las peticiones de algunos buenos lectores, sacamos de la música clásica, iniciando un repaso por algunas obras maestras con otro tipo de música también de innegable calidad.

Tapestry. Carol King.

Corría el año 1971 cuando este vinilo imperecedero vino a crear un soplo de aire fresco con un aire inconfundible y genial. El espíritu, el ambiente, las letras, pero sobre todo esa atmósfera absolutamente original, que hace desde entonces distinto y perfectamente reconocible e identificable este trabajo, y que supuso la banda original para millones de historias de amor de muchos de nosotros en el mundo entero, indisolublemente asociadas a su inolvidable música: You´got a friend, Tapestry, y la preferida de este comentarista por su maravilloso inicio, So far away.

Y es que, para mi, en cualquiera de las Bellas Artes (da igual que hablemos de pintura, escritura, música), lo más difícil, lo que distingue un buen trabajo de la obra de un genio, es la capacidad de hacer algo diferente. Y Carol King lo logró con esta obra, con la inestimable ayuda de los teclados tan innovadores, y que nunca nadie ha conseguido no ya reproducir, sino tan siquiera hacer recordar, junto con el resto del acompañamiento instrumental de la mismísima Carol (una estimable pianista), sobre todos Charles Larkey, Danny Kootoh y Russ Kunkel.

María Dolores Pradera

Jamás escuche a nadie “cantar” las palabras como a ella. Tenía la música en sus labios.

Nunca el idioma español fue tan bello.

Descanse en paz.

Delenda est Moscardó.

Y les prometo diversión cuando el Sr. Director nos ponga los ladrillazos.