EEUU: Análisis “conspiranoico” de los atentados del 11 de septiembre
Veintiocho años después del golpe de Estado a Salvador Allende, doscientos ochenta y siete años después de la toma de Barcelona por las tropas borbónicas, ocurrió un luctuoso suceso en tierras de los Estados Unidos de Norteamérica. Lo expondré respondiendo a las seis w de los anglosajones:
- Qué: Impacto de tres aviones en sendos edificios; un cuarto avión se estrella contra el suelo. Tres edificios se derrumban en caída libre.
- Quiénes: Diecinueve terroristas yihadistas.
- Cuándo: El día 11 de septiembre de 2001.
- Dónde: En Nueva York, Washington y Pensylvania.
- Por qué: Matar a norteamericanos y dañar su sistema de libertad.
- Cómo: El incendio provocado por el combustible de los aviones y la quema de mobiliario debilitan las estructuras de los edificios hasta colapsar.
Así se presentaron los hechos. Estas respuestas a las seis preguntas básicas para conocer cualquier incidente bastaron a la opinión pública mundial. Pero conforme pasaban los días, tras el dolor inicial, algunos comenzaron a hacerse preguntas. Unos, a partir de ahora conspiranoicos (por seguir la denominación que da el Poder a quienes quieren conocer la verdad), se preguntaron nuevamente “qué”.
Efectivamente, impacto de tres aviones en sendos edificios: El primer impacto se produjo a las 08.46 en la Torre Norte del WTC de Nueva York; el segundo, a las 09.02 en la Torre Sur, también en el WTC de NY; el tercero, a las 09.37 en el Pentágono, Washington, y el cuarto, a las 10.03, en un campo de Pensylvania. La Torre Sur se derrumba a las 09.59; la Torre Norte, a las 10.28; a las 17.25, el edificio 7 del WTC.
Al hacer recuento, el conspiranoico observa que la primera torre en colapsar fue la que recibió el segundo impacto, y que la tarde de ese día se derrumba un edificio en el que no impactó ningún ingenio. El conspiranoico observa una y mil veces el impacto de los aviones en las torres. En la red circula de todo, más mentiras que verdades. Tiene que acudir a lo retransmitido en las televisiones oficiales.
El segundo avión impacta con tal fuerza que se ven imágenes de la nariz saliendo de la torre. El incrédulo se informa y conoce que los aviones están fabricados con aluminio; entonces es normal que los aviones entren como un cuchillo fundente en la mantequilla porque solo encuentra vidrio en su penetración. Pero no se queda convencido, su curiosidad le lleva a averiguar cómo se construyeron esas torres. ¡Caramba, los aviones de aluminio atravesaron el acero y el hormigón como si nada!
Un entramado inacabable de esos duros materiales les aguardaban desafiantes, pero no pudieron resistir la furia de unos aviones a velocidad endiablada. Consulta a los expertos en la red, y parece ser que esos aviones pudieran alcanzar siquiera los 800 km/h. Es decir, los aviones se tendrían que haber deshecho en cuanto hubieran impactado con los edificios, sus restos se debían haber esparcido por la calle. La conclusión a la que llega el incrédulo de la tesis dominante, propagada incansablemente por los medios afines al poder, que son casi todos, es que gracias al fallo chapucero de las imágenes de la nariz del segundo avión se demuestra que hasta el vuelo e impacto que se ve claramente del segundo avión puede estar hecho por técnicas de ordenador.
No sabe qué impactó contra las torres, pero seguro que aviones comerciales no fueron, más tras ver que algunos testigos declaran que eran aviones comerciales muy raros, sin ventanillas, con unos raros añadidos en su fuselaje. Seguro que todos los conspiranoicos han visto espectáculos con imágenes holográficas. ¡Y qué decir del agujerito de cinco metros que dejó en el Pentágono un avión de una envergadura de 38 metros! ¡O de la desaparición de avión, equipaje y personas del avión estrellado en un campo de Pensylvania, literalmente tragado por la tierra!
Vayamos con los conspiranoicos del “quiénes”. Tres días después del atentado se achacan los actos de terror a diecinueve musulmanes suicidas, identificados con pelos y señales. Muchos piensan que los Estados Unidos recogen los frutos de su siembra de muertes en Oriente Medio, sobre todo en Irak. Seguro que los diecinueve criminales son de esa nación árabe.
Primera sorpresa, son casi todos súbditos del inocente rey de Arabia Saudí, el proclamado primo suyo por el propio rey emérito de España. Otra sorpresa más, ese mismo mes de septiembre, cinco de los acusados, recordemos que muertos por suicidio, reclaman su inocencia ya que su propia existencia tras los atentados es la evidencia de que no pudieron participar en ellos, a no ser que fueran tan fuertes como el pasaporte de uno de los secuestradores que encontraron el día siguiente a unas pocas manzanas de las Torres Gemelas, más resistente al fuego que sus columnas de acero. Todo muy extraño, ¿no serán todos los acusados cabezas de turco?
No faltan conspiranoicos del “cuándo”. Tras negarlo en comparecencias o entrevistas, al final los gobernantes estadounidenses reconocen que fueron advertidos de que en el verano u otoño de 2001 terroristas yihadistas secuestrarían aviones comerciales estadounidenses, pero lo más que reconocen es que creyeron que se trataría de secuestros convencionales, nunca pudieron imaginar que los usarían como armas. Pero en lo que se apoyan los incrédulos para incluso sospechar que ya se sabía de antemano que la fecha sería el 11 de septiembre es en el arrendamiento por noventa y nueve años del WTC por un multimillonario y varios inversionistas secretos siete semanas antes de los atentados.
Obligaron a las aseguradoras a incluir una cláusula que contemplara atentados terroristas. El multimillonario arrendador desayunaba todas las mañanas en un restaurante de la Torre Norte, piso 107, y dos de sus hijos también trabajaban en una de las torres. Pero ese día el hombre rico tenía cita por la mañana temprano en el dermatólogo, y sus dos hijos iban tarde al trabajo y se libraron de los ataques. Todo indica a los conspiranoicos que este multimillonario tenía contactos que sabían que uno de los objetivos era el WTC.
La pregunta básica de los conspiranoicos del “dónde” es por qué conformarse con derribar cuatro edificios si los experimentados pilotos terroristas tenían en sus manos la explosión de cuatro núcleos de centrales nucleares, fantásticos pilotos que dominan tanto la navegación aérea que son capaces de cambiar el rumbo y dirigir los aviones a los blancos previstos sin necesidad de varios intentos. Del más difícil de todos, el del Pentágono, el instructor de vuelo del supuesto piloto secuestrador dijo que era un mal piloto de avionetas.
Todos, conspiranoicos y crédulos, se preguntaron el “por qué”. A los segundos les bastó, como buenos patriotas, lo del odio a la libertad y la democracia estadounidenses; los primeros hacen otro análisis. Los países del socialismo real sucumben y abrazan el capitalismo. Surge la pregunta sobre la conveniencia de la continuidad de la OTAN, creada para evitar la invasión de los comunistas destructores de la civilización occidental y cristiana. Ya no tiene sentido su existencia.
Francis Fukuyama escribe en 1992 “El fin de la historia”; el libre comercio entre las naciones, el justo reparto internacional del trabajo, el mundo soñado se está abriendo camino gracias a la derrota del comunismo. Pero esta Arcadia acabaría arruinando a dos sectores muy importantes de la producción capitalista, yo diría que verdaderos motores de la economía: la propaganda y la guerra, es decir, los medios de comunicación y la industria bélica. El discurso de Fukuyama está muy bien como reconocimiento de la victoria del capitalismo sobre el odioso comunismo, pero eso lleva al camino correcto; hay que desprenderse de su teoría.
Un año más tarde se da gran difusión al artículo de Samuel Huntington titulado “El choque de civilizaciones”; apoyado por el oligopolio mediático, la industria bélica respira tranquila, el politólogo les ha dado una poderosa razón para seguir machacando mentes y cuerpos, les ha señalado un enemigo, un otro al que hay que combatir sin piedad, el islam. Hay que armarse, nos dicen los medios de descomunicación, el islamismo no va a tener otro fin que la destrucción del pecaminoso Occidente libre.
Hasta 2001, los muertos los habían puesto los musulmanes, a excepción de ataques a militares occidentales invasores de sus países. La opinión pública de la mal llamada Comunidad Internacional (EE. UU., Canadá, U. E., Japón, Australia y Nueva Zelanda) no aceptaría el aniquilamiento masivo de las gentes musulmanas, porque lo cierto era que los atentados se producían en los países con mayoría de esa creencia, a excepción de algunos realizados por palestinos en Europa, pero estos no eran tenidos por la mayoría ciudadana como islamistas, más bien como extremistas marxistas. La creencia de los conspiranoicos en que los organizadores de tanta muerte fue el complejo industrial militar se basa en las ingentes ganancias obtenidas por las empresas de defensa tras los atentados; dos familias muy beneficiadas por la venta de armas fueron los Bush y los Bin Laden. Dejemos para otra ocasión los hidrocarburos.
Culminamos este escrito con el apartado conspiranoico del “cómo”. La comisión de investigación oficial decretó que los colapsos completos de las Torres Gemelas, del Edificio 7 y una parte del Pentágono fueron debidos al fuego. Los incrédulos estudian todos los casos. Las torres y el Pentágono sufrieron impactos, eso es cierto, pero el Edificio 7 no.
Si fueron aviones, el protocolo obliga a aviación civil contactar con los militares para avisar que un avión se ha desviado de su rumbo, o se pierde el contacto por radio o su emisora de radar no funciona; estos tres casos se dieron en los cuatro aviones secuestrados, sin embargo, ningún avión militar salió a interceptarlos, por primera vez en ese año, en el que en los anteriores casos de emergencia aérea siempre salieron los cazas militares. Ningún estamento militar atendió a las llamadas de aviación civil informando de las anomalías de esos cuatro vuelos. ¿Quién los puso de acuerdo para que todo el sistema de defensa fallara precisamente ese día?
El caso más peleado con las leyes de la física es el del avión que supuestamente se estrelló en el Pentágono. Giro de 270 grados a más de 800 km/h de un avión mastodóntico, vuelo rasante de más de cientos de metros que no dañó el césped colindante con el edificio, boquete de solo cinco metros en la fachada, todo el avión (motores de aleación de acero al titanio que funde a más de 3000 grados) volatilizado. Y el secretario de Estado de Defensa ayudando a los heridos en vez de estar al mando en un país atacado por terroristas sanguinarios en varios frentes. La parte afectada del edificio, acero y hormigón, se derrumbó a causa del fuego…del combustible del avión y mobiliario de oficina.
Tampoco las torres obedecen a la física. Si bien en una de las torres se dibuja una silueta de avión tras el impacto, el fuego provocado por el combustible, ayudado por el mobiliario, sería incapaz de hacer colapsar el edificio, menos que gente solicitara ayuda, ya que esas temperaturas prácticamente las habría derretido. Aquí los conspiranoicos acuden a la compañía encargada de la seguridad del WTC, dirigida por el hermano menor de Bush.
Varias noches, de madrugada, salían operarios de camiones que se introducían en las Torres Gemelas sin que nadie supiera para qué. El fin de semana anterior estuvo cortada la electricidad de las torres casi todo el tiempo. Esos operarios, entre otros trabajos, tendían cables que decían que eran para Internet. A los incrédulos solo les faltaba que policías y bomberos que entraron en las torres declararan que oyeron detonaciones, algunos dijeron que hasta diez, para enlazar el tendido de cables y explosiones con demoliciones controladas.
La razón oficial de los derrumbes no coincide con lo que ocurrió, ya que según esa teoría, el debilitamiento de pilares y vigas por el fuego del mobiliario, una planta habría caído sobre la otra en un efecto dominó, pero no cayeron en la cuenta que si así hubiera ocurrido el núcleo central se habría mantenido en pie, cosa que todos sabemos que no sucedió. Pero los patriotas no se cuestionan las sin verdades oficiales.
La caída libre del Edificio 7 se contesta con que la BBC inglesa narró su colapso veinte minutos antes de que sucediera, ¿cómo lo sabían de antemano? El cuarto avión parece cosa de brujería de abracadabra. ¿Realmente existió ese secuestro? No caben en este escrito todas las verdades conspiranoicas, animo al lector a ver en la red los múltiples vídeos que nos acercan a las dudas razonables. En otro momento se hará la crónica de los pingües beneficios monetarios y pérdidas de libertades ciudadanas que acarrearon estos atentados, ¿de falsa bandera?