El partido socialcristiano es una de las agrupaciones políticas más antiguas de Ecuador. Desde sus inicios su quehacer fue tan espurio, metódico y estratégico que a día de hoy, luego de 10 años, son, en la práctica, el poder detrás del poder. Sin duda, por esto sí que son muy reconocidos, pues siempre han gobernado sin necesariamente ganar en las urnas.
Está de más mencionar que no le hacen honor a su nombre, ya que no tienen absolutamente nada ni de social, ni de cristianos, y su “modelo exitoso” dista mucho de la realidad. Su nefasta historia los delata y los desenmascara mostrando lo que siempre han representado: la corrupción, la represión, las desapariciones, las componendas debajo de la mesa, los bloqueos y shows en el Congreso (con insultos y armas en mano), el reparto descarado de los cargos públicos, de la justicia y de más entes de control, la connivencia con otros partidos para gobernar en favor de “la gallada” oligárquica, los negocios de las barcazas…
A todo esto se añade el doble discurso en relación a la alternancia en el poder, evidenciado otra vez en la definición de sus candidatos para las próximas elecciones seccionales en el mes de marzo. Y es que, acostumbrados a usufructuar de ese poder, no nos sorprenden las figuras postuladas.
En una entrevista, en diciembre de 2007, su líder Jaime Nebot, manifestó que apoyaba la reelección: “lucharé porque el derecho del pueblo de elegir a quien sea cuantas veces quiera, se mantenga, eso es democracia”, no obstante, sin un mínimo de vergüenza, en 2018 apoyó la consulta popular, cuya pregunta dos dejaba sin efecto la postulación indefinida aprobada mediante enmienda constitucional. El discurso pro alternancia y antireelección de los socialcristianos solo aplica cuando Correa está de candidato (ellos saben que no pueden derrotarlo) porque en la cotidianeidad de su accionar pretenden perennizarse en la esfera pública circulando de un cargo hacia otro.
Así, por ejemplo, en Guayaquil Jaime Nebot, quien ya fue gobernador de Febres Cordero (1984-1988) y diputado (1988-2000) y que actualmente habita la alcaldía de Guayaquil desde hace 18 años, ya ha anunciado que será candidato a la presidencia en 2021, y que dejará las riendas del puerto principal en manos de Cinthia Viteri, quien ya ejerció como diputada (1997-1998; 1988-2006) y asambleísta (2009-2016).
Veamos ahora qué pasa en Machala. Carlos Falquez Batallas, quien estuvo 9 años en la alcaldía (2005 y 2014), y que actualmente funge de asambleísta (de esos que van a dormir en el pleno) desea alcanzar la prefectura este 2019, cargo que ya ocupó entre 1992 y 1996. Además de haber sido gobernador (1986-1988) y diputado (1979-1984; 1990-1992; 1998-2004). Aquí entra en juego la artimaña sacada del manual político socialcristiano: dejar en el poder a un hijo. Ya lo hizo Falquez padre, dejando a su hijo Falquez Aguilar en 2014 (y que ahora desea reelegirse), también lo intenta hacer el alcalde de Samborondón José Yunez Parra, luego de 22 años de alcaldía, quiere ubicar a su hijo Juan José Yunez en el poder.
En Ambato, Luis Fernando Torres, considerado por muchos como un opositor coherente, desea volver a la alcaldía, la que ya ocupó entre 1992 y 2000. Fue diputado en el periodo 1990-1992 y asambleísta entre 2013 y 2018. En Daule, luego de 19 años de ocupar el sillón municipal el señor Pedro Salazar, intentan dejar en el poder a Wilson Cañizares, otrora candidato por Alianza País en 2014, adversario principal de Salazar en ese año.
Cuando le preguntaron a Nebot por el pasado del candidato, él sin despeinarse, afirmó que los socialcristianos no son sectarios. “En política como en la vida se gana sumando, se gana uniendo, construyendo (…) nosotros estamos en la línea de servicio y quien esté en esa línea bienvenido“.
Y como no podía faltar, no olvidemos los candidatos sacados directamente de la televisión como Andrés Guschmer, Úrsula Strenge y Jorge Rodríguez Cuesta, sin por supuesto, dejar a un lado a Paola Veintimilla (exreina de Quito, cuyo discurso con tintes de prepotencia y machismo nos aclara su procedencia), y a Carlos Luis Morales (antes de Centro Democrático) que aspira a la prefectura.
A los socialcristianos no les interesa si el postulante está capacitado para ejercer el cargo, les basta con que figuren mediáticamente como presentadores o tengan historia deportiva o de belleza para que sean considerados dentro de sus filas. No les importa que vengan de otros partidos políticos (a los que tildan de corruptos), mientras tengan fuertes posibilidades de ganar.
Así son los socialcristianos, su discurso se adapta de acuerdo a la coyuntura política, a la conveniencia y sobre todo a las ansias por cooptar el mayor poder posible. No les importa el bienestar del país ni la incongruencia política; para eso estará su líder, que con alguna coartada en los micrófonos quedará convincente y no tendrá objeciones. “Cuando el gato está de paseo, las ratas hacen fiesta”, dice el dicho popular.
Ya están gobernando tras bastidores, se han metido en el CNE, están próximos a invadir la Corte Constitucional, y ahora van por las alcaldías. Ellos saben que para tener el control político y repartirse todo el botín, necesitan tener la mayor parte de las alcaldías en todo el país. Y claro, aspiran a la cereza del pastel en el 2021.