Juan Rulfo: “Pedro Páramo”. RM Verlag, Barcelona, 2005. 136 páginas, 8,50 €. Edición especial de RM por los 50 años de la publicación de “Pedro Páramo”. Lo puedes adquirir aquí.
En el año 1955, tres años después de la publicación de “El Llano en Llamas”, el escritor y guionista mexicano Juan Rulfo daba a luz a la que sin duda alguna resultó ser la novela más significativa de su escueta carrera literaria: “Pedro Páramo”.
A pesar de su brevedad y de poseer una compleja estructura que dificulta tanto su interpretación como la propia lectura, “Pedro Páramo” acumula a día de hoy varios de los títulos que toda obra literaria anhelaría poseer: es considerada por algunos críticos como la más grande obra de la literatura mexicana, ha sido definida por los estudiosos como antecesora y mayor exponente del realismo mágico, forma parte lista de las 100 mejores novelas en lengua española del siglo XX del periódico “El Mundo” y ha sido elogiada por autores de la envergadura de Borges o Gabriel García Márquez. Habiendo comentado este último que la obra de Rulfo fue la que le inspiró para escribir “Cien años de soledad”, novela que también formaría parte de la cumbre del boom hispanoamericano.
Según el propio Juan Rulfo, la elaboración de su maquinada novela corta, o relato largo según algunos críticos, tuvo lugar entre entre abril y septiembre de 1955. Esto significa que tan solo cinco meses le bastaron al escritor mexicano para consagrarse como uno de los autores en lengua castellana más importantes, pues fue esta obra la que junto con el conjunto de relatos “El llano en Llamas” le otorgó trascendencia literaria a un autor tan esporádico como Rulfo. Un autor más dedicado en vida al estudio de la historia y las lenguas que a la propia escritura.
“Pedro Páramo” comienza con una narración en primera persona de uno de sus protagonistas, Juan Preciado, quien decide ir a Comala después de prometerle a su madre en su lecho de muerte que iría a visitar a su padre, un poderoso hacendado y cacique llamado Pedro Páramo al que nunca llegó a conocer para exigirle lo que es suyo y que nunca les llegó a dar. “El olvido en que nos tuvo, hijo mío, cóbraselo caro”, le implora Dolores Preciado a su hijo antes de fallecer.
Juan Preciado no tiene al principio intención de cumplir su promesa de viajar hasta Comala para conocer a su padre, pero tras varias noches de tormentos de psicológicos que no le permitían conciliar el sueño finalmente se ve impulsado a hacerlo. Días después emprende su camino dispuesto a encontrar el bello lugar del que su madre le había hablado, el Comala fecundo y hermoso de sus raíces a las que ahora debe exigir frutos.
Recorre entonces nuestro primer protagonista varias sendas tratando de encontrar ese lugar idílico, ese pueblo vivo y hermoso que su madre le había descrito. Sin embargo, cuando el joven llega a la villa se da cuenta de que se encuentra ante un sitio que en nada se parece al Comala feliz y próspero que se había esperado, e incluso duda de que sea el mismo lugar de las narraciones de su progenitora.
Al convencerse de que finalmente está en el lugar correcto, Juan Preciado se va adentrando en la atmósfera de ese otro Comala, el cual es ahora un pueblo prácticamente abandonado, lúgubre y sometido al sofocante calor de la “canícula de agosto”. Durante su intrusión en el extraño lugar, Juan se va encontrando con diversos personajes que le generan más confusión y pánico, personajes que poseen algún rasgo común e inquietante que no logra identificar y que conversan con él de forma extraña.
Juan Preciado intuye a través de estas conversaciones con sus pocos habitantes que Comala es un lugar que esconde algo más, mientras que su relato se va diluyendo entre diálogos confusos y otras voces narradoras. Comala se convierte en este punto de la novela en una especie de narrador colectivo, en un puzle de relatos que versan sobre la vida pasada del pueblo, siendo los relatos predominantes y de mayor importancia los que atañen al principal protagonista de la novela: Pedro Páramo.
Con “Pedro Páramo” nos introducimos en una lectura formalmente desordenada, aparentemente desestructurada; en una novela sin capítulos, compuesta únicamente de diferentes “retazos” sin orden cronológico (o de cualquier otro tipo). Distintos narradores en distintas situaciones y tiempos, nos desplazan de un lugar a otro, de un momento a otro.
La complejidad de la novela reside precisamente en esta forma invertebrada, en estas narraciones que se rompen sin avisar, en situaciones y diálogos que a veces quedan inconclusos y hacen que nos perdamos dentro de este complejo universo. Todo ello formando un todo que a menudo no comprendemos hasta muchas páginas después, o incluso hasta el propio final de la novela. Reconstruimos así nosotros mismos la historia de Comala gracias a diálogos y a relatos en primera persona de algunos personajes y en tercera persona de un narrador omnisciente. Como dijo el propio Juan Rulfo: “El segundo autor de ‘Pedro Páramo’ es propio el lector”.
Y es el perderse y sentirse confuso es importante para formar parte de “Pedro Páramo” como si fuéramos un personaje más, un personaje privilegiado que de fondo escucha una fina prosa poética y que se mueve a las anchas de los caprichos de una pluma brillante. Por otra parte, no comprender y releer es fundamental en esta novela para sentir más intensamente la poesía, la maestría de las narraciones, para envolvernos dentro del calor sofocante o para comprender hasta al más ruin de los personajes.
La amplia temática que abarca la novela también es un punto a considerar, pues “Pedro Páramo” es capaz de tratar en poco más de un centenar de páginas hechos históricos y políticos relevantes de manera muy detallada. Acontecimientos tales como el abuso de poder de los caciques, los intereses económicos de la iglesia o la revolución mexicana. Todo ello dentro de una escenario de sentimientos y comportamientos humanos: amor parental, amor romántico, crueldad, bajas pasiones…
“Pedro Páramo” es un libro idóneo para aquel que sepa volver sobre sus pasos e interpretar todos los significados posibles hasta de los más breves textos, para aquel que busca en la relectura nuevos detalles, o hasta incluso nuevas historias. También es recomendable para los admiradores de la prosa poética y amantes de los recursos literarios, así como para aquellos que busquen cierta originalidad en el argumento sin renunciar a un estilo cuidado.
En definitiva, “Pedro Páramo” es una obra imprescindible para el bibliófilo, pero su relevancia reside más en su exquisitez narrativa y en su estilo que en la innovación argumental de la que se le suele coronar. Aunque bien es cierto que su publicación resultó fundamental para que se produjese un cambio en la literatura latinoamericana, el tratamiento que esta obra le otorga al misterio de los personajes de Comala no resultaba algo novedoso dentro de la literatura contemporánea.
Sin irnos demasiado lejos, obras como “Os vellos non deben de namorarse” o “Un ollo de Vidro” del autor gallego Alfonso Castelao ya habían abierto un camino argumental similar décadas antes que esta, por otra parte, sublime obra literaria.