El Ángel exterminador de Luis Buñuel y las elecciones generales
Se presentan nuevos actores, nuevas individualidades, en un primer plano y a priori, dispares. De ello hacen gala los protagonistas con charlas, debates, acuerdos, pero también con desavenencias, discordia y disputas. Pero parece que, como premisa inicial la creencia del “yo creo que la gente del pueblo, la gente baja, es menos sensible al dolor” no va desencaminada en los ideales de los interlocutores. Entre ellos por momentos hipocresía, ocasionalmente cortesía.
De este modo contextualizó Luis Buñuel su película surrealista ‘El ángel exterminador‘ (1962), y del mismo modo se enmarcaron las elecciones generales del pasado domingo. La irrupción de nuevos partidos políticos, el cinismo, la exaltación por detener al fascismo en las urnas, la creciente, pero aún poca, actividad en las calles, el transfugismo, la falta de militancia acérrima de la clase trabajadora, las cloacas del estado y el paternalismo burgués escenifican y representan la cena, la introducción a la fantástica película del director calandino.
Como premonición al infortunio, en el film de Buñuel, se quebranta el plano hilo conductor inaugural con un intento de infidelidad entre dos de los personajes y varias escenas surrealistas. Paralelamente durante la campaña electoral surgía el surrealismo exabrupto de la banalidad discursiva de varios dirigentes, y de determinados panfletos desinformativos.
También Pablo Iglesias cuestionaba reiteradamente a Pedro Sánchez si su intención posterior era la de pactar con Ciudadanos. Sospechas a las que desde la Moncloa se rehuía. Alevosía y falsedad que transgrede la realidad encorsetada. Tras los resultados los fervientes votantes del PSOE, haciéndose suya la desconfianza, con cierto recelo y de forma suspicaz gritaban, quizá también a modo de presagio, “con Rivera no“.
Ya no hay vuelta atrás, la campaña electoral, la jornada de reflexión, la votación y el recuento han llegado a su desenlace y España se encuentra encerrada en la habitación, por alguna fuerza extraordinaria. Empiezan a destacar de forma paulatina, aún más, las miserias, se degrada la atmósfera y subyace, como reminiscencia platónica, el implacable individualismo abstracto. De forma similar, en sus memorias, Luis Buñuel resumió la trama con las siguientes palabras: “(…) un grupo de personas que, una noche, al término de una función teatral, va a cenar a casa de una de ellas. Después de la cena, pasan al salón y, por una razón inexplicada, no pueden salir de él“.
Cada cuatro años, en España, se celebra la fiesta de la “democracia“, desde hace más de 40 años, pero esta fue edulcorada, atada y bien atada. Nada hace presagiar que se consiga salir de forma airosa del cautiverio. Los poderes fácticos hacen hincapié en su total y absoluto control de la situación. Y es que tras las elecciones del pasado domingo los poderes fácticos, implacables, no desesperan, y desde el Santander confirman sentirse complacidos con la posibilidad de un pacto del PSOE con Ciudadanos.
Pablo Iglesias, por su parte, como el doctor del film de Buñuel, trata de remediar el desasosiego, pero con el transcurso de los actos sus intervenciones van pereciendo, parecen en el plano translúcidas. Comienza a hablarse, pero se discute de forma interna de cara al exterior, sin pudor, sobre la potencialidad de ejercer un acto de autocrítica. La necesidad de reflexión se hace latente. Buñuel, por su parte, confirma “los hombres cada vez se entienden menos entre sí. Pero ¿por qué no se entienden? ¿Por qué no salen de esta situación? En la película es lo mismo: ¿Por qué no llegan juntos a una solución para salir de su encierro?“.
Quizá la respuesta racional sea inexistente pero sin duda, la posibilidad de encontrarla se oculta en los actores externos a la habitación, la clase trabajadora, que trata de resolver esta encrucijada. Pero atomizada y sin consenso rápido desiste.
Diversidades individualistas impregnadas de un absoluto carácter neoliberal perpetúan el malestar, una desazón permanente y una preocupación implícita. Este entramado, similar al del film de Luis Buñuel, perpetúa una sucesión de repeticiones escenográficas, el régimen del 78, aunque a veces más extremista, a veces más revolucionario, todo sucede por los mismos cauces. Se siguen perpetrando desahucios, los recortes en lo público, los trabajos basura, la imposibilidad de vivir sin un aumento de las pensiones, la inestabilidad de los jóvenes y un largo etcétera
Por desgracia, como decía Alfredo en ‘Cinema Paradiso‘, de Giusseppe Tornatore, “la vida no es como la has visto en el cine. La vida es más difícil” y no todo va a terminar sin más.