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El periodismo debe contribuir a la emancipación

¿Es acaso exigible una imparcialidad absoluta? El periodista no es una máquina que observa el acontecimiento desde una burbuja, ni tampoco un espectador más. Se ha inculcado en las escuelas de periodismo que el periodista debe ser un espejo de la sociedad, alguien que solo describa los hechos para el receptor, pero la práctica desmiente todo ese paradigma traído principalmente desde EEUU y Europa, lugares del pensamiento hegemónico, donde se pretendía una universalidad de las ideas que fuese asimilable para todos los contextos.

Para entender mejor al periodista es necesario situarlo como una persona con sentimientos, ideologías, puntos de vista que harán de sí un sujeto con consciencia, que se sitúa en el contexto y por lo tanto asume su condición subjetiva.

El periodista es un testigo de la época, alguien que observa lo que sucede, pero también contribuye a que se cambie o reafirme el statu quo imperante. Las voces de los periodistas, sus escritos que fueron impresos en periódicos tuvieron influencia en la opinión pública en los albores de la revolución (en Francia) y las independencias (en América) precisamente para darle un giro a la forma de gobernanza.

Emancipación, según la concepción de Boaventura de Sousa Santos es la manera de ver el mundo desde otras perspectivas, con un conocimiento generado en nuestro contexto, sin pretensiones de universalidad. La modernidad ha planteado al ser humano en un mundo complejo, lleno de contradicciones y diversidad de opiniones individuales que bajo un sistema capitalista se concentra en mejorar la productividad y el desarrollo económico por sobre la reflexividad y crítica social. ¿Qué sucede con el periodismo? ¿Por qué no posibilita las condiciones para un mejor bienestar social?

Para bien o para mal hay que tomar posturas, y es necesario ser honestos con nuestras ideologías. Se trata de ser veraces, pero no imparciales. Porque el mundo necesita más personas que activen las movilizaciones para un cambio.

De esto se dio cuenta Karl Marx quien promovió la creación de un periódico contestatario, un medio de comunicación que tenía afiliados comunistas en su participación; no era solo para unos pocos del partido, sino para todos, para que sepan en las condiciones en las que trabajaban. La Nueva Gaceta del Rin, publicada por primera vez en 1848, se convirtió en un instrumento de denuncia frente a la nobleza en la Revolución Alemana.

Así, periodistas e intelectuales hicieron de un periódico la manera para generar conciencia social; es decir, cambiar el paradigma bajo el que estaban subyugados. Y lo mismo sucedió en Rusia, cuando Lenin creó en 1901 La Chispa, el primer periódico clandestino que ensalzaría el marxismo y la creación del partido revolucionario de la clase obrera.

Hablar de un periodismo alternativo es desviarse de las epistemologías hasta ahora existentes con las que se ha definido una práctica del ejercicio, para encontrar en otros conocimientos el adecuado uso del periodismo para el beneficio común.

Por eso es importante que el periodista activista se reconozca como tal, como una persona que quiere un bienestar común, no ya para mejores condiciones económicas o políticas, sino también culturales y sociales; es atreverse a pensar a los ciudadanos como sujetos con características propias, y no tratar de seguir el burdo ejemplo de los cientos de periodistas prejuiciosos y desconectados de la realidad que todavía ven la sociedad como un todo, como si fuera un copia y pega de las sociedades occidentales.

Los ejemplos hay, en Argentina el sociólogo y periodista Pedro Brieger apuesta por este tipo de comunicación alternativa donde se centra sobre todo en Latinoamérica, más que en sus conflictos y contradicciones en la capacidad de generar una identidad colectiva, de ver el mundo con nuestros propios ojos, con periodistas que son activamente influyentes.

En Ecuador la periodista Lisette Arévalo Gross del portal web GkillCity tiene entre sus reportajes y artículos mucho de la ideología feminista, y no por eso deja de ser menos “objetiva”, al contrario, toma activamente una postura en contra del sistema patriarcal, y lo hace notar en sus investigaciones periodísticas para evidenciar que no está para contar un hecho y olvidarse del tema, sino ser parte de la transformación.

El periodismo comunitario nos demuestra que se puede mejorar esta actividad, que no es solo una comunicación de emisario a receptor, sino que es una comunicación dialógica y participativa, pero mientras sigamos usando las mismas metodologías del periodismo moderno no se podrá llegar a una verdadera emancipación de los pueblos. El Sur (que no geográfico) es nuestro campo de acción.

Como anotación final, cabe aclarar que para que haya un proceso emancipatorio se requiere no solo del periodista que toma parte activa en el cambio, sino, y mucho más importante, de la sociedad civil que en conjunto con aquellos periodistas traten de incidir en la lucha por un cambio cultural que genere nuevos mecanismos de defensa ante la arremetida de la hegemonía. Realizar una contrahegemonía es necesaria.

Un paso se ha dado en el Ecuador al desarrollar una Ley de Comunicación que sirve para los intereses de la sociedad y no de unos pocos empresarios, además de instaurar el primer medio de comunicación público y que sirvió como ejemplo de propuestas inclusivas para educar a la población; pero hace falta más participación de la sociedad civil y más compromiso de los periodistas. Las redes sociales no emancipan, pero pueden ayudar a dar un primer paso en la organización de los movimientos sociales.

Referencias:
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