Entre los años 1.939 y 1.959 el penal de Ocaña fue la cárcel más grande de España albergando a más de 15.000 presos a la vez. En ella murieron más de 1.300 presos políticos republicanos, entre los asesinados y los que fallecieron a causa de las pésimas condiciones en la que se encontraban.
Este centro penitenciario fue inaugurado en el año 1.883 como cárcel de presos comunes. A partir de 1.914 se reconvirtió en un reformatorio para adultos, y durante la Guerra Civil Española se volvió a reconvertir, esta vez en hospital militar de mano de los republicanos. Su misión en esta época fue la de atender a los heridos por la Guerra Civil.
Fue una vez terminada la guerra, el penal se convirtió en uno de los sitios más oscuros de la dictadura franquista. Se hizo famoso el “cura verdugo” o “cura asesino”, como lo llamaban los mismos presos y sus familiares. Este capellán era conocido por participar en las torturas y sobretodo en las ejecuciones de republicanos ya que era el encargado de dar el “tiro de gracia” o último disparo a los condenados a muerte.
Existe un poema del cual no se conoce la autoría pero se cree que fue escrito por varios reclusos bajo la supervisión de Miguel Hernández.
>>Miguel Hernández, “el poeta del pueblo”<<
El poeta también fue un recluso de este centro entre los años 1940 y 1941, después fue trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante donde acabó muriendo un año más tarde de tuberculosis con 31 años de edad.
“Muy de mañana, aún de noche,
Antes de tocar diana,
Como presagio funesto
Cruzó el patio la sotana.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!
Llegó al pabellón de celdas
Allí oímos sus pisadas
Y los cerrojos lanzaron
Agudos gritos de alarma.
“¡Valor, hijos míos,
que así Dios lo manda!”
Cobarde y cínico al tiempo
Tras los civiles se guarda,
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!
Los civiles temblorosos
Les ataron por la espalda
Para no ver aquellos ojos
Que mordían, que abrasaban.
Camino de Yepes van,
Gigantes de un pueblo heroico,
Camino de Yepes van.
Su vida ofrendan a España,
Una canción en los labios
Con la que besan la Patria.
El cura marcha detrás,
Ensuciando la mañana.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!
Diecisiete disparos
Taladraron la mañana
Y fueron en nuestros pechos
Otras tantas puñaladas.
Los pájaros lugareños
Que sus plumas alisaban,
Se escondieron en los nidos
Suspendiendo su alborada.
La Luna lo veía y se tapaba
Por no fijar su mirada
En el libro, en la cruz
Y en la “star” ya descargada.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!”
El cura verdugo. Anónimo
Ocaña es una población de Toledo que en aquel momento tenía 11.000 habitantes, en cuyo cementerio hay cuatro fosas comunes. En la página web de la AFECO (Asociación de Familiares de Ejecutados en el cementerio de Ocaña) se explica la versión de los pocos testigos oculares que han podido contar su historia:
“[…] los presos eran sacados del penal, lo que coloquial se conocía como “sacas de presos”, y antes de esto, en la propia cárcel se producían otra clase de actos, que acentuaban el sufrimiento extremo al que eran sometidas estas personas, eran conducidos a los aledaños del cementerio municipal, a las afueras del pueblo y allí, en un paraje denominado “Hoyo Gallina”, ejecutados, siempre o casi siempre en grupo, el número variaba y las épocas de las ejecuciones también, porque nosotros hemos averiguado que en invierno, el frío les ahorraba munición, ya se encargaba la climatología adversa, aliada con las durísimas condiciones de la cárcel de que los presos muriesen de pulmonías, etc…”
Debido al mal estado de los restos, los cuales fueron rociados con cal viva por parte de los fascistas, los familiares han optado por no recuperarlos y hacerles el mejor homenaje posible en el lugar donde reposan. Actualmente hay colocadas en el cementerio de Ocaña unas columnas de granito en cada fosa con las fechas de las ejecuciones inscritas y la leyenda “siempre seréis recordados” además de una placa en el centro de cada fosa con la inscripción “por todos vosotros que disteis la vida por una causa justa. Paz, amor y justicia“.