Sauceda, último reducto republicano en Andalucía, barrido de la faz de la tierra
El valle de la Sauceda se encuentra en la linde entre Cádiz y Málaga. En él confluyen los términos de Jerez, Cortes, Jimena de la Frontera y Ubrique. Su entorno es idílico, serrano, a caballo entre la Serranía de Ronda y el Parque Natural de los Alcornocales. Tiene arroyuelos que discurren cantarines y un frondoso bosque cargado de fauna que atrae a muchas personas aficionadas al senderismo.
Pero no siempre fue así. Una vez hubo aquí un pequeño pueblecito. Lo constituían pequeñas casas y chozas desperdigadas, dos escuelas, tres hornos, un molino y hasta una ermita mayor. Un pueblo que pudiera haberse habituado a plantarle cara a la corona en tiempos pretéritos, con principalmente moriscos como habitantes.
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Se estima que vivían en él a principios de 1936 cerca de un millar de habitantes, estando en pleno crecimiento, con la construcción de una carretera que la uniría con Jimena de la Frontera.
Se cree que la población creció aún más tras el alzamiento militar, por acoger a aquellas personas afines a la II República Española de las poblaciones vecinas. Con más motivo aún, pues fue uno de los últimos lugares de la zona en caer ante el bando franquista.
Esta pequeña aldea, ejecutó una de las defensas más férreas que se conoce. Tres meses resistió a fuerzas militares sublevadas, muy superiores. Finalmente, haciendo uso de nada menos que 4 columnas, se tomó el poblado y el vecino cortijo de El Marrufo entre el 27 de octubre y el 2 de noviembre de 1936. Los encargados de esta desigual contienda fueron:
- José Robles Ales, jefe de línea de la Guardia Civil de Ubrique.
- El Marqués de Arizón desde Jerez de la Frontera con el Duque de Abrantes y la unidad del Requeté del Tercio de Nuestra Señora de la Merced.
- Antonio Fernández Salas por Alcalá de los Gazules.
- El comandante Fermín Hidalgo de Jimena de la Frontera.
Pero aún con estas fuerzas necesitaron de la aviación nazi, la famosa Legión Cóndor, menos de un año antes del bombardeo de Gernika. Tres bombardeos después, y sin una casa indemne, las tropas del bando nacional entran en el pueblo, sin más piedad que la mostrada en “la Desbandá“.
>La Desbandá, el terror franquista convertido en muerte y desolación<<
“Después de vencer grandes obstáculos esta misma columna se apoderan del cuartel marxista instalado en la hacienda denominada El Marrufo, continuando el avance hasta adueñarse de la aldea de La Sauceda de Cortes, destruyendo los reductos rojos y haciéndose numerosos prisioneros que son llevados a distintas cárceles […] Todavía quedaron diseminados algunos elementos por distintos lugares de las cercanías, pero con todos estos fueron acabando los falangistas, haciéndolos prisioneros, libertando a las personas que tenían secuestradas y como ya decimos, haciendo que por fin reinara la más absoluta tranquilidad”. Historia del Movimiento Liberador de España, de Eduardo Juliá Tellez.
Solo en la primera hora del ataque final morirían 50 personas. El resto sufrió peor suerte. El teniente franquista Robles utilizó el cercano cortijo de El Marrufo para fusilar por turnos a cada habitante que consideraba bajo sospecha de ser “rojo”, lo cual, aparte de niñas y niños, constituía la práctica totalidad de la población. Allí mandó desfilar a todo el poblado, sin llevarse nada.
Las pocas estructuras que se mantenían se pasaron a fuego, y todas las propiedades fueron embargadas y llevadas en camiones a cuarteles y poblaciones cercanas. Jamás se dictó orden alguna para estas ejecuciones, detenciones y expropiaciones.
Cada noche se realizaba una lista con las personas que se iba a fusilar, a las que se llevaba a la capilla para que cavaran su propia fosa. Con el alba comenzaban los fusilamientos. Un nuevo grupo era reclamado de entre las familias que dormían al raso junto al molino, y debían cubrir los cuerpos de quienes acababan de asesinar, sabiendo que serían las siguientes. Muchos de los cadáveres aparecieron enroscados en alambre de espino.
Se calcula que las fosas de alrededor pueden contener unos 600 cadáveres, de unas 800 personas que pudiera haber habido en el pueblo al entrar las tropas. Los vecinos del lugar conocen esa zona como “la majá de los muertos“.
“Quemaron las chozas, se llevaron los muebles y el ganado hasta el cuartel general. No les quedó nada. Mi abuela tuvo la suerte de poder quedarse con su máquina de coser, que escondió entre los cultivos de coles antes de la huida”. Juan Manuel Rodrigo, nieto de represaliado de Sauceda.
Actualmente, la Casa de la Sauceda sirve de lugar de descanso para las rutas senderistas de la zona, con comedor y refugio a precios muy asequibles. Más aún, es posible compaginar una jornada de visita rural con acceso al propio registro de documentos de memoria histórica que posee el lugar, previa solicitud.
76 años después la Asociación de Familiares Represaliados por el Franquismo en la Sauceda y el Marrufo presentó una denuncia, por el genocidio cometido y la vulneración sistemática de los derechos humanos y la violación de libertades. El bombardeo indiscriminado, la represalia a niñas, mujeres y hombres documentada se catalogaría como crímenes de lesa humanidad, y no prescribirían. El Estado español aún no se ha pronunciado a favor de estas víctimas, como en tantos otros casos.
En 2012, la misma asociación realizó el encargo de la restauración del cementerio, conocido ahora como Panteón de la Dignidad. En él descansan a día de hoy apenas 28 cuerpos, las únicas personas exhumadas de un pueblo ya desaparecido de la faz de la tierra por su firme oposición al levantamiento militar y golpe de estado.