Campo de Gibraltar (III). Trabajo esclavo en campos
En Algeciras se usaron entre 15.000 y 30.000 prisioneros republicanos como mano de obra esclava para las construcciones militares de fortificación del Estrecho de Gibraltar de cara a la gran guerra que se estaba fraguando en Europa. Franco prefería llamarlos “Batallones Disciplinarios de Trabajadores”. Castigo y ahorro, junto con unas estructuras que de otro modo no se hubiera podido permitir. El abuso y la tortura se convertía así, de una nueva forma, en la herramienta de Franco para conseguir sus objetivos.
El franquismo utilizó aproximadamente medio millón de esclavos para las tareas que designó, repartidos en 180 campos de concentración. Con el Patronato Nacional para la Redención de Penas por el Trabajo (PRPT) se oficializó el uso de mano de obra represaliada. Muchas de las obras de ingeniería que se le reconocen al franquismo usaron este sistema.
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En Andalucía hubo trece campos de trabajo en Granada, once en Córdoba y Sevilla, ocho en Jaén, cuatro en Cádiz y Málaga, tres en Huelva y uno en Almería. Aunque la parte de ingeniería la llevaban a cabo oficiales y profesionales franquistas, los batallones llevaban a cabo todo el trabajo duro, desde el levantamiento y transporte de materiales hasta la creación de pistas y construcción general.
Cada batallón tenía entre 700 y 1000 personas presas. Los batallones, a su vez, se dividían en compañías y secciones. La alimentación era escasa, y se sufrieron varias epidemias, tal y como relatan convictos liberados posteriormente. Dormían al raso y recibían durísimos castigos.
El Estado franquista empeñaría esfuerzos y fondos en preparar el pago a Alemania e Italia por el apoyo prestado durante la Guerra Civil. Si bien finalmente España no participaría en la II Guerra Mundial, esta etapa no estuvo carente de preparativos para tomar partido. Uno de los pasos era la “Comisión de Fortificación de la Frontera Sur” para dar pie al plan conocido como “Plan de fortificaciones de la orilla norte del Estrecho”. Durante los años 1941 a 1945 se fortificaría, con mano de obra esclava, la costa de Campo de Gibraltar, con especial atención a la más próxima a Tarifa.
En el caso del Campo de Gibraltar, las obras llevadas a cabo por la población prisionera comprendía desde Punta Mala hasta Conil por la costa y de Jimena a Gaucín, tierra adentro. Cientos de kilómetros de carreteras, raíles y vías, además de bunkers, nidos de ametralladoras, túneles, estaciones eléctricas, surtidores de gasolina, dos hospitales militares y otras estructuras de refuerzo para el ejército español. La idea era no sólo mantener Europa aislada tras la conquista alemana, como hizo creer Franco tras la caída de Hitler. El principal objetivo era tomar Gibraltar en una esperada caída de Inglaterra.
“Los presos teníamos muy claro para el fin de aquellas obras y allí por la batalla que se desarrollaba en Marruecos, cuando el mar estaba en calma, oíamos el lejano retumbar de los cañones al otro lado del Estrecho, o por lo menos eso nos parecía”. Josep Subirats, antiguo esclavo del régimen franquista.
Cuando quedó claro que Alemania no ganaría la guerra las obras ya estaban terminadas. Las condiciones infrahumanas y las torturas solo le sirvieron a Franco para unas obras inútiles. Inútiles, excepto para cimentar aún más su opresión contra cualquier posible oposición interna.
En 2002 comenzó un proyecto en Algeciras para señalizar todos los caminos y estructuras construidas por mano de obra esclava. El lugar está reconocido como Lugar de Memoria Histórica por la Junta de Andalucía.
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A día de hoy, en Campo de Gibraltar se usan muchísimos caminos y carreteras. Por ejemplo, el acceso a Bolonia desde la N-340, o la de Playa de Getares, que tienen este origen. Construidas por personas hechas esclavas durante años, algunas muertas, por el único delito de haberlos catalogado como republicanos tras el alzamiento militar de un tirano.