¿Quiénes somos los responsables de los incendios que trae el calor?
Todos los políticos del Régimen del 78, la prensa al completo y la opinión pública se llevan las manos en la cabeza por el terrible incendio producido en Torre del Espanyol.
Sí, es algo horrible, no obstante la solidaridad y el estremecimiento pueril en palabras vacías es siempre en vano. Estas tierras que, pedantemente, con una ideología aséptica, distante, y de mirada difusa desde un atomizado ecologismo urbanita, llamamos naturales han sido moldeadas, de forma histórica desde hace milenios de años, por la labor de los trabajadores.
No obstante, se cuentan por décadas los años de mala praxis política en el entorno agrícola, el abandono teórico, discursivo y academicista del urbanismo del cemento, es un perfecto caldo de cultivo para que desgracias de esta magnitud sigan siendo el pan de cada verano.
Socioecosistemas dinámicos abandonados, o incluso expoliados por grandes fortunas y por un sistema capitalista que no funciona, provocan una fuerte despoblación del ambiente rural (en Torre del Espanyol, en los últimos cien años la población se ha reducido a la mitad).
Como se decía en aquella gran película: “¡Huye, esta tierra está maldita!“. Y sin ninguna duda, puede afirmarse que esta maldición es la apuesta, sin escrúpulos, por un sistema socioeconómico basado en el sector de los servicios, la precariedad y la centralización del discurso, de las praxis políticas y los recursos.
Dichoso aquel (“Beatus ille“) que como Ovidio comprenda que debe aplicarse una lógica alejada “de los umbrales soberbios de los ciudadanos poderosos” y en este caso es la apuesta por el rechazo, taxativa y éticamente del libre mercado.
Sí, en un primer termino es obvio que la culpa es sistémica, la pérdida de derechos, pero también debemos sentir la corresponsabilidad del olvido de nuestros deberes como ciudadanos. En letras gramscianas “vivir quiere decir tomar partido“, porque “la indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida“.
La impasibilidad entre incendio e incendio es atronadora, somos pirómanos por causa y efecto. Los bosques y las tierras, parece, solo existen para la práctica micológica y la de todos los deportes terminados en -ing, pero en ningún caso para nuestra lucha por ellas, por su defensa y su conservación.
Pero eso sí, desde las universidades se apoya fervientemente la lucha de los viernes por el medio ambiente, el auge hasta el nobel de la joven títere mediática, con vocación de Al Gore. Esta es la crónica social, que como ‘Gabo‘ (Gabriel García Márquez) podría decirse que es la crónica de una muerte anunciada, la nuestra.