Sufragio femenino (España)
El sufragio femenino en España fue aprobado por las Cortes Republicanas el 1 de octubre de 1931 y fue ejercido por primera vez en las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933.
Con 161 votos a favor y 121 en contra, la aprobación del voto femenino suscitó un gran debate tanto en la sociedad como en el seno de los partidos políticos.
Tras la proclamación de la II República, tres mujeres consiguieron escaño como diputadas: Margarita Nelken, Clara Campoamor y Victoria Kent. Kent y Campoamor, con posiciones enfrentadas, fueron las protagonistas de un intenso debate que acabó con la aprobación del sufragio femenino.
Por primera vez en la historia de España las mujeres adquirían su derecho a voto, lo que significó que – por fin – dejaran de ser un sujeto pasivo para pasar a convertirse en un sujeto social y político con capacidad de decisión sobre cuestiones públicas.
Clara Campoamor
Si hubiera que ponerle un nombre al sufragio femenino en España, llevaría el de Clara Campoamor. Perteneciente al Partido Radical, defendió el sufragio universal en las Cortes de forma vehemente y sin fisuras, con un discurso decisivo para su aprobación.
Campoamor fue una gran defensora de la igualdad y luchadora incansable de los derechos de la mujer. Abogada y política, Clara Campoamor basó su defensa del sufragio femenino en los principios de igualdad, más allá de los posibles malos resultados que su aprobación auguraba para los partidos de izquierda. Campoamor defendió que – por encima de los intereses de los partidos – debía imponerse el valor de la igualdad, independientemente de las consecuencias para las izquierdas.
“He visto en los ojos de esas mujeres la esperanza de redención, he visto el deseo de ayudar a la República, he visto la pasión y la emoción que ponen en sus ideales. La mujer española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar, que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven“.
Victoria Kent
Victoria Kent, considerada la primera mujer abogada de España y miembro del Partido Republicano Radical Socialista, argumentaba la falta de preparación social y política de la mujer de la época para sostener sus tesis en contra de la aprobación del sufragio femenino. Para Kent, la mujer ejercería un voto conservador, manipulado tanto por los hombres de su entorno (padres, marido…) como por la iglesia.
A pesar de su oposición al voto femenino, Victoria Kent fue una firme defensora de los derechos de las mujeres: primera abogada que intervino ante el Tribunal Supremo de Guerra y Marina y directora general de Prisiones, realizó una gran tarea de reforma de las cárceles basándose en el bienestar de las reclusas.
“Creo que el voto femenino debe aplazarse; lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal. Cuando transcurran unos años y vea la mujer los frutos de la República y recoja la mujer en la educación y en la vida de sus hijos los frutos de la República, entonces, señores diputados, la mujer será la más ferviente, la más ardiente defensora de la República. Si las mujeres españolas fueran todas obreras, si las mujeres españolas hubiesen atravesado ya un periodo universitario y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino. Pero en estas horas yo me levanto justamente para decir lo contrario y decirlo con toda la valentía de mi espíritu“.
Campoamor vs. Kent
Las elecciones de 1933, en las que las mujeres ya tenían derecho al voto, dieron la victoria a las derechas, lo que en su momento se consideró como una constatación de los argumentos de Victoria Kent en contra de la aprobación del sufragio femenino. De hecho, tras las elecciones, se culpó a Clara Campoamor y al resto de diputados que votaron a favor del sufragio femenino de la derrota de la izquierda, aunque estas primeras conclusiones no fueron acertadas. En las elecciones del 33, la izquierda se presentó por separado mientras los partidos de derecha sumaron fuerzas y se presentaron unidos, por lo que la verdadera causa de la derrota fue la dispersión del voto de izquierdas.
Tres años después, en las elecciones de 1936, la historia dio la razón a Clara Campoamor: el Frente Popular ganó las elecciones, demostrando – por un lado – que la unión de los partidos de izquierda podía conducir a la victoria y – por otro lado – que el sufragio femenino no era sinónimo del triunfo de los conservadores.