A Blas Infante, 83 años después
Hace 83 años asesinaron a un gran hombre. Uno de tantos, pero especial. Hoy hace 83 años que nos arrebataron a Blas Infante, padre de la patria andaluza.
En una tierra perdida, rica pero pobre, él vio la esperanza. Navegó en su historia enterrada. Vivió entre sus gentes y aborreció la brecha social, pese a encontrarse en la parte beneficiada. Nació en Casares (Málaga) y estudió en Granada, donde estuvo en contacto con la asombrosa cultura andalusí. Ejerciendo ya de notario, trabajaba gratis para los jornaleros de su tierra.
Estuvo exiliado en Isla Cristina (Huelva) durante la dictadura de Primo de Rivera.
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Estudió sin reposo. Cuando quería un libro, iba a por él; si no entendía el idioma en el que estaba escrito, lo aprendía. Pintaba y componía música. Él mismo se encargó de diseñar y dirigir la construcción de su casa familiar en Coria del Río (Sevilla), dando de nuevo trabajo a la gente del campo. Trajo a escayolistas marroquíes para llevar a cabo las increíbles filigranas de su interior. Y a su hogar le llamó Dar al-Farah, “La Casa de la Alegría”.
Él entendió que su tierra, Andalucía, estaba herida de muerte. Se maravilló de su milenaria historia, y se entristeció indeciblemente al ver en qué se había convertido por casi 500 años. Gente altiva, culta y orgullosa, que había sido apartada de la cultura y de la vida digna que un día tuvieron. Gente sin tierra, sin medios de producción, colonizada, obligadas a agachar la cabeza ante un amo caciquista.
No pudo descansar: movilizó a multitudes, creó conciencia. Escribía, organizaba. Se llegó a presentar a elecciones. Creó las señas de identidad andaluzas: la bandera, la más antigua de Europa, rescatada de la historia almeriense; el himno, con letra propia y música de cantos de jornaleros; el escudo, rescatando y rehaciendo elementos históricos constructivos. Blas Infante tenía una visión muy clara de cómo deberían ser las cosas, de cómo eran, y aún son, para la desgracia de Andalucía, y de quién era la culpa.
Durante los horribles Sucesos de Casas Viejas, tras enterarse de la matanza, fue allí, al actual municipio de Benalup (Cádiz). Lo único que encontró con vida era un rosal de rosas blancas, entre la tierra quemada, desraizado. Don Blas (como le llamaba la gente de su pueblo) lo limpió y lo llevó con él. Aún es posible ver en su casa de Coria el Rosal de Seisdedos, uno de sus descendientes.
Estudió a fondo los textos socialistas y comunistas de su época. Aprendió lenguas e historia, artes y todo lo que le pudiera ser de utilidad para volver a hacer a hacer a las andaluzas y andaluces “gentes de luz que, a las gentes, luz de gentes les dimos”.
Regionalista para algunos, nacionalista para muchos más, Blas Infante lo dejó claro: “Mi nacionalismo, antes que andaluz, es humano”. Además de feminista, animalista, anticapitalista… Todo un adelantado a su época. Y, por ello, hace 83 años, le fusilaron. Al comienzo de la Guerra Civil Española, los falangistas le asesinaron. Se lo llevaron de su casa, de Dar al-Darah, y su mujer plantó de flores el camino por donde se fue, para que nunca nadie más pisara esa amarga senda.
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De madrugada le fusilaron, sin juicio. Todos sabían que era demasiado peligro para el régimen que se proponían los golpistas del bando nacional. Existe suficiente constancia historiológica para afirmar sin género de dudas que, antes de que resonaran los disparos, gritó, en al menos dos ocasiones “Viva Andalucía Libre”.
Pero ni siquiera acabaron el trabajo. Infante se arrastró a un convento cercano, desangrándose, para pedir agua (la hemorragia da una acuciante sensación de sed). La monja que respondió a la puerta consultó y su superiora le dijo que a ese señor no se le podía dar ni agua, porque era alguien muy importante en Andalucía. Así pues, estas monjas sirvieron de segundo pelotón de fusilamiento, y a las puertas, cerca de una fuente, expiró Blas Infante su último suspiro.
Su viuda tuvo que afrontar una multa posterior de 2.000 pesetas de la época. Aún después de fusilado y abandonado, se le quería dar el tiro de gracia, no a él, a toda su familia. Aún así, consiguieron salir adelante, mantuvieron la casa, y el escudo en azulejos se mantuvo sobre la puerta durante toda la dictadura. Dar al-Farah pasaría finalmente a ser propiedad de la Junta de Andalucía, de todas las andaluzas y andaluces. También sería el primer Lugar de la Memoria Histórica de Andalucía el 31 de diciembre de 2011.
“Don Blas Infante formó parte de una candidatura de tendencia revolucionaria en las elecciones de 1931 y en los años sucesivos hasta 1936. Se significó como propagandista para la constitución de un partido andalucista o regionalista andaluz”. – Sentencia del Tribunal de Responsabilidades Políticas, 4 de mayo de 1940
Revistas, Centros del Pueblo, libros, asambleas, estudios, concentraciones, incluso obras de teatro y cuentos; Blas movilizó a toda Andalucía. Y aún lo hace. Aún lo haría más, si no fuera por la ponzoña con que durante 4 décadas el PSOE, partido centralista y falso socialista, fue asesinando poco a poco su figura. El mismo partido que diciéndose cuidar del andalucismo, ha dejado durante todo ese tiempo los huesos de Blas Infante bajo tierra, y su espíritu perdido, vagando, mientras la derecha y el centralismo se apoyaba y se hacía fuerte.
Los falangistas le asesinaron, sí, hace 83 años, un 10 de agosto. Pero permitir que muera su memoria es el peor destino que se le puede dar a este gran hombre, que ya ha pasado demasiadas muertes, mereciendo la vida más grande, la de cada andaluza y cada andaluz.
>>Un grito que dura cien años<<
“Declarémonos separatistas de este Estado que, con relación a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la libertad; de ese Estado que nos descalifica ante nuestra propia conciencia y ante la conciencia de los pueblos extranjeros”
– Manifiesto de Córdoba, 1919