“Quisiera romper la pena secar tu llanto de ser,
Ser libre como tus sueños y ver el día nacer.
Oscura como la noche se acerca la soledad,
Y por las calles se oyen palabras de libertad.”
(Poema de Andrés García Madrid, dedicado a Pedro Patiño)
El pasado 13 de septiembre se conmemoró el 48 aniversario del asesinato del sindicalista de CCOO y militante comunista Pedro Patiño Toledo (1937-1971), en defensa de los derechos de los trabajadores, durante la huelga general “clandestina” de septiembre de 1.971.
Patiño fue un trabajador con conciencia de clase, activo en la resistencia antifranquista. Como muchos, fue asesinado por el régimen, pero su familia fue de las que se enfrentó al sistema represivo, en busca de justicia.
La dictadura franquista tuvo como uno de sus rasgos característicos principales su odio contra los trabajadores y el movimiento obrero, que se manifestó en la represión de las organizaciones obreras y la persecución de cualquier foco de resistencia.
Este es un breve relato sobre cómo fue perseguido y asesinado un militante obrero, entre los muchos que lucharon, fueron torturados o pagaron con la vida su lucha por la democracia y la libertad en España.
Muerte de un trabajador
Nacido en plena Guerra Civil, en 1.937, su padre había sido asesinado extrajudicialmente, y su madre fue condenada a muerte, aunque se le conmutó la pena.
Desde muy joven se introdujo en la lucha clandestina por los derechos de los trabajadores, buscando mejoras democráticas. Sus inquietudes sociales le llevaron a luchar para conseguir una sociedad más justa y democrática, frente a una dictadura franquista que reprimió duramente al movimiento obrero.
En febrero de 1.959 fue condenado por un Consejo de Guerra, por delito de rebelión militar, a un año de prisión, junto a otros seis compañeros. Según el tribunal, el crimen había sido la impresión de 200 ejemplares de propaganda clandestina, reivindicando la mejora de los derechos de los trabajadores.
En 1.962 Patiño se vio obligado a exiliarse a Francia, para evitar la persecución por “actividades comunistas en el complot industrial de Villaverde-Getafe” (sumario 1324/1.962). En ese proceso fue juzgado, en rebeldía, por pertenencia al Partido Comunista. No regresó a España hasta 1968.
Fue nuevamente detenido en marzo de 1.969, durante el estado de excepción, por asociación ilícita. Sin embargo, fue absuelto, en sentencia del Tribunal de Orden Público (TOP) de diciembre de ese mismo año.
El 13 de septiembre de 1.971 se iniciaba una huelga general en el sector de la construcción, convocada por CCOO. Cuando Patiño, junto a tres compañeros de piquete, se encontraba en un camino junto a la carretera de Villaverde a Leganés, visitando las obras de la zona, les dio alto una patrulla de la Guardia Civil. A partir de aquí, la versión oficial, se volvió dudosa.
Pedro Patiño murió a causa del disparo del arma de fuego que portaba uno de los guardia civiles. La documentación judicial establecía que Patiño y sus compañeros “arrojaron y esparcieron en obras y caminos indeterminado número de hojas ciclostiladas, tamaño cuartilla, unas, pie de Comisión Obrera Provincial de la Construcción de CCOO (…) otras, pie del Comité Central de Madrid del Partido Comunista de España”. El texto de las octavillas llamaba a la huelga general, del 13 al 20 de septiembre, para sacar de la cárcel a un compañero, Francisco García Salve, conocido como el “cura Paco” (cuyo nombre se omitió en la redacción de la sentencia) y en defensa de los derechos de los trabajadores.
Según la documentación judicial, durante un forcejeo con un agente de la Guardia Civil, el arma de éste se disparó, matando a Pedro Patiño. En realidad, los hechos fueron muy diferentes. Según los testimonios de sus compañeros, su muerte, lejos de ser un accidente, como la declaró la Guardia Civil, fue intencionada. Nunca se juzgó al guardia que realizó el disparo.
La muerte de Patiño, lejos de intimidar a los huelguistas, provocó una oleada de solidaridad entre los trabajadores de todos los sectores y colectivos, que extendió la huelga, más allá del sector de la construcción.
Durante el proceso, los medios de comunicación, todos ellos plegados a los deseos del régimen, justificaron el asesinato, describiendo la supuesta agresión de Patiño a la Guardia Civil, aunque se pudo comprobar que le habían disparado por la espalda.
Los tres compañeros de Patiño fueron condenados por el TOP, el 30 de junio de 1.973, por delito de “propaganda ilegal”, a dos años de prisión y a una multa de 10.000 pesetas.
La lucha de Dolores y Jaime
Fue el empeño y valentía de su mujer, Dolores Sancho, y de su abogado, Jaime Miralles, junto a sus compañeros y compañeras del sindicato, lo que consiguieron arrojar luz sobre los hechos, denunciando incansablemente lo que había sucedido. Dolores, Lola, trabajaba en un despacho de abogados laboralistas, junto a Manuela Carmena, en el momento de la muerte de su marido.
Miralles fue un abogado que asumió la defensa de los derechos básicos de las personas frente a la dictadura, a pesar de que procedía de una familia bienestante.
Cuando Dolores y Jaime estuvieron en el Gobierno Militar para reclamar el cadáver de Pedro, para hacer la autopsia y enterrarlo, pudieron hacerse clandestinamente con el atestado de los hechos. Poco después, copias de ese documento se distribuyeron por Madrid, con el relato verídico de lo que había ocurrido la mañana del 13 de septiembre. Días después, Miralles era encarcelado.
En defensa de Patiño y su familia, Miralles remitió al fiscal del Tribunal Supremo, al ministro de Justicia y al del Ejército, un escrito en el que se recogían todas las pruebas de los hechos, con las declaraciones de los guardia civiles que intervinieron en la detención, del médico que lo atendió y de los compañeros de militancia de Patiño. Por todo ello, Miralles fue detenido, procesado y encarcelado, acusado de propaganda ilegal.
Las autoridades franquistas impidieron que su familia, amigos y compañeros de militancia pudieran asistir al entierro de Pedro Patiño.
Una historia no explicada
Esta es una historia que no se explica en las escuelas. Tampoco se recuerda en los medios de comunicación, que dieron cobertura mediática a la represión del movimiento obrero, que ocultaba, manipulaba y falseaba sistemáticamente la realidad del régimen y su represión.
La democracia española sigue sin reconocer la ilegalidad del régimen franquista y sin anular sus sentencias ilegales. Tampoco se ha declarado a los asesinados por el franquismo como víctimas del terrorismo de Estado. Los derechos de las víctimas del fascismo han sido reconocidos por la ONU y por el derecho internacional, pero no por el Estado español. Sin embargo, los crímenes del franquismo no prescriben, igual que los crímenes del nazismo en Alemania, donde siguen siendo perseguidos y juzgados. Esta es una de las reclamaciones de las asociaciones que buscan acabar con la continuada impunidad del franquismo.
La familia de Patiño tuvo que esperar hasta junio de 2.009 para que el gobierno, amparándose en el artículo 4 de la Ley 52/2.007, de memoria histórica, expidiera un reconocimiento, únicamente a título personal, conforme Patiño había sido perseguido y encarcelado injustamente, sin las debidas garantías, por el ilegítimo Juzgado Especial de Espionaje y Comunismo, y que murió en defensa de su actividad política.
Pedro Patiño fue un trabajador incansable, que siempre defendió a personas como él, a los más humildes. Su lucha a pie de obra contra el trabajo a destajo, la subcontratación y en defensa de un sueldo digno y por la salud laboral de los trabajadores, lo convierten en un ejemplo de identidad obrera y luchador incansable.
Por su lucha perseverante por la libertad y la democracia, la memoria de personas como Pedro Patiño debe ser reivindicada, porque la memoria histórica es la condición imprescindible para conocer el pasado y poder enfrentarse al presente, y mejorar así el futuro. Es necesario recordar a miles de personas que lucharon por la libertad, la justicia y la democracia.
Pedro Patiño se encuentra enterrado en el cementerio municipal de Getafe. En la actualidad, diversas calles de municipios madrileños recuerdan su figura, así como diversos centros de formación ocupacional y sindical.