El 27 de septiembre de 1975, Jose Luís Sánchez-Bravo, José Humberto Baena, Ramón García Sanz, Ángel Oteagui y Juan Paredes Manot (Txiki), fueron ejecutados por el gobierno franquista, serían las últimas ejecuciones de la dictadura.
Eran cinco jóvenes militantes, los tres primeros formaban parte del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP) y los dos últimos pertenecían a ETA (político-militar).
Por aquel entonces el franquismo parecía respirar sus últimas bocanadas de aire, o al menos eso parecía. Los movimientos obreros y estudiantiles iban in crescendo.
Eso sí, tenían que dejar claro, como dijo el general Iniesta Cano, director de la guardia civil, que el franquismo seguiría vivo y se seguiría castigando todo intento de revolución.
“El franquismo no podrá nunca desaparecer porque Dios no quiere que termine en España, que es eterna y tiene eterno destino en lo universal, necesita del franquismo”. General Iniesta Cano.
La “eternidad” del franquismo fue escrita con la sangre de los últimos ejecutados. Todo tenía que quedar “atado y bien atado” como dijo en su momento Carrero Blanco.
La condena a muerte de los cinco jóvenes desató una oleada de solidaridad. Manifestaciones en las principales ciudades de Europa para pedir el indulto de ellos. Pero todo fue en vano, la revolución no tenía perdón en el franquismo.
El régimen estaba escrito con letras de sangre, letras que mostraban de lo eran capaces. Movilizaciones como la de los albañiles de Madrid o de Granada, Bazán en el Ferrol fueron duramente reprimidas.
Juan Paredes Manot, uno de los jóvenes ejecutados, era natural de Zalamea de la Serena (Badajoz). Cuando contaba con diez años de edad, sus padres se trasladaron a Zarautz (Euskadi).
A Zarautz se trasladaron numerosas familias procedentes de Extremadura, un 10% de la población de allí provenía de tierras extremeñas, gente que dejaba su tierra para buscar un futuro mejor.
Txiki era un joven con unas ideas muy influenciadas por la figura del Che Guevara, de su enorme sentimiento internacionalista.
Es por ello que Txiki no tardaría en abrazar la causa abertzale, que él consideraba necesaria por “los pueblos oprimidos de España“.
El 30 de julio de 1975 Txiki fue detenido en Barcelona y relacionado con la muerte de un cabo de la policía nacional en el Banco Santander.
Tras su detención fue brutalmente torturado durante 58 largos días. Una de sus declaraciones ante el Tribunal Militar fue la siguiente: “Este consejo de guerra no solo me ha juzgado a mí, se ha juzgado también a Euskadi y a todos los pueblos de España”.
Solo permitieron a su madre verlo una vez. Ella al ver su cuerpo teñido del negro que dibujan las torturas, le dice: “¿Cómo tienes el cuerpo, mi niño, qué te han hecho?”, a lo que Txiki respondió: “Ama, venía uno a torturarme y, ¿sabes que me decía? Vasco extremeño, qué duro eres, que no has dicho ni un nombre. ¿Yo cómo iba a dar un nombre? Por mi no cayó ninguno. Pero no te apures porque tenga el cuerpo negro. Vas a perder un hijo, pero vas a ganar muchos en Euskadi”.
Mientras Txiki, su hermano y su abogado esperaban el fallo del recurso a su pena de muerte, Txiki escribió sus últimas palabras que recogían su lucha por una Euskadi libre y socialista, escrito que terminaba con “viva la solidaridad de los pueblos oprimidos“.
A las 5 de la mañana llegó el fallo, Txiqui y los demás serían ejecutados. Fue sin duda la noche más larga de sus vidas.
El 27 de septiembre de 1975 el franquismo se encargó de escribir con la sangre de cinco jóvenes, las letras de la represión. Letras que fueron, son, y serán el arma más poderosa contra la revolución.
Luis Eduardo Aute compuso una hermosa canción en honor a estos jóvenes, “La noche más larga”.