Las medidas económicas anunciadas el pasado martes 1 de octubre por el gobierno de Lenín Moreno desencadenaron una ola de protestas en todo el país.
“El paquetazo“, término con el que históricamente se ha conocido a las medidas antipopulares, y que en este gobierno se aplica con la eliminación del subsidio a los combustibles y reducción de derechos laborales (recortes en el salario y vacaciones para el sector público), afectando a las grandes mayorías. Ademas de otras medidas como la reducción de aranceles, eliminación del del anticipo del impuesto a la renta, reducción al impuesto a la salida de divisas, entre otras, que benefician a las elites de este país.
Todo esto generó un paro nacional de transportistas y movilizaciones que paulatinamente fueron aumentando.
Ante las primeras protestas el gobierno respondió decretando estado de excepción con el pretexto de precautelar la paz y el orden, y dejando en claro que las medidas se mantendrían firmes. Las manifestaciones se agudizaron y el fin de semana la policía reprimió a los manifestantes con toletazos, gases lacrimógenos, golpes, detenciones arbitrarias a muchos ciudadanos; inclusive en un sector de Quito algunos ciudadanos denunciaban que estaban siendo baleados.
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Luego de “negociar” con algunos dirigentes del transporte con el fin de permitir el alza de los pasajes, el gobierno pensó que las protestas iban a ceder, lo que nunca se suscitó; al contrario, la situación se agravó. Se produjeron protestas masivas en los que se incluyeron estudiantes, transportistas, sindicatos, organizaciones sociales, pueblo en general; pero sobre todo en las últimas horas, fueron los movimientos indígenas los que en masa llegaron a Quito para protestar contra el gobierno.
Las manifestaciones también se producen en otras ciudades como Cuenca, Manta, Loja, Ibarra, Latacunga, Macas, Machala, Riobamba. Lo que evidencia que hay una insatisfacción generalizada con el gobierno y sus políticas neoliberles.
Y es que la palabra “paquetazo” aún está instaurada en la mente de los ecuatorianos como un ataque directo a las entrañas del pueblo, y ese ha sido el mayor aliciente para que el poder popular se levante y eche a tres presidentes en el pasado: Abdalá Bucaram (1996), Mahuad (1998) y Gutierrez (2005).
El gobierno de Lenín Moreno subestimó al pueblo ecuatoriano y creyó erróneamente que bastaba con estar protegido por la prensa mercenaria y las élites económicas, sin pensar en el caos político y social que se armaría en estos días.
Por tanto, las masivas protestas no solo obedecen al paquetazo, sino a todo un sistema de gobierno que no favorece a los ciudadanos sino a la oligarquía y los grupos de poder (los banqueros, los empresarios y las transnacionales), donde las obras brillan por la ausencia y las inconstitucionalidades y persecuciones son el pan de todos los días.
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Mientras se entrega el país al FMI (Fondo Monetario Internacional) y se aceptan todas sus condiciones empobrecedoras, se han condonado deudas exorbitantes a los grupos económicos. Se presume de ser un gobierno anticorrupción mientras supuestamente tras bastidores se esconde una cuenta con dinero de muy dudosa procedencia en paraísos fiscales.
Se hizo pactos con lo peor de la partidocracia (Bucaram, Nebot y Lasso), dándoles cuotas de poder en empresa publicas, favoreciendo a la banca, aprobando leyes siniestras y promulgando una consulta inconstitucional. Se creó un aparato transitorio (CPCCS-T) de desmantelación del estado, que violó la constitución una y otra vez haciendo de las instituciones estatales un medio para la persecución y la corrupción.
A ello se suma la improvisación de un gobierno que no planifica nada ni construye nada. Su inoperancia e ineptitud se ha confinado a echar la culpa al gobierno de Rafael Correa una y otra vez. No asume su responsabilidad en el manejo gubernamental donde lleva 2 años sin haber cumplido ni un ápice de su plan de gobierno.
No hay una sola obra visible del régimen, al contrario se ha prometido obras como la del “tren playero” que solo quedó en palabras. Y a las obras en funcionamiento se las abandonó o se las etiquetó de elefantes blancos con el objeto de desprestigiar a Rafael Correa. Muchas obras construidas en el gobierno anterior, Moreno les cambió el logo para hacerlas pasar como suyas. A eso se suma los intentos del gobierno por privatizar algunas empresa públicas como CNT.
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Por supuesto, no podía faltar la gobernabilidad con el beneplácito de la prensa mercenaria, que lo protege con uñas y dientes. Los medios públicos pasaron de ser la voz del pueblo a ser una cloaca más de la desinformación y complicidad. El cerco mediático que se ha impuesto en el país es de un nivel alarmante.
La prensa comercial y pública ha intentado a toda costa justificar el paquetazo, calificándolo de medida valiente y necesaria, argumentando que el precio del combustible en Ecuador es aún bajo en relación a otros países. Se han enfocado solo en las desventajas de la protesta (vías cerradas, pérdida de clases, dificultad para llegar al trabajo) y en los saqueos (que se producen por delincuentes oportunistas en ciertas ciudades). Quisieron posicionar que las protestas son exclusivamente de los transportistas, cuando la realidad los golpea ante los miles de ciudadanos que han salido a las calles.
Las entrevistas a los ciudadanos en las manifestaciones ha sido para dirigir la idea de que hacerlo perjudica el tránsito y no se centran en las causas (el gobierno) que llevaron a las protestas. Y cuando los ciudadanos hablan mal de Lenín Moreno y su gobierno, ellos les quitan el micrófono y se van. Mientras las manifestaciones suceden en todo el territorio, la prensa hace silencio y su programación se limita a las caricaturas, los talk show, las novelas y los realities concursos.
Todo esto le está pasando alta factura a Moreno, quien está acorralado; mientras los movimientos indígenas llegan a Quito, él huye a Guayaquil. El domingo en la tarde, cuando las protestas se agudizaron y sus funcionarios de papel se reunían de emergencia, él se pasea por la Plaza Lagos de Samborondon como si no pasara nada en el país.
La sede del gobierno según Moreno pasará de Quito a Guayaquil, aunque sabemos que siempre estuvo en Guayaquil, puesto que siempre gobernó bajo la tutela y protección de los socialcristianos, quienes al principio cuestionaron las medidas, y luego las apoyaron. A esto se suma el silencio de la Asamblea y de la Corte Constitucional y otros poderes del estado, cómplices de la represión y del paquetazo al pueblo.
Las entrevistas del domingo en la noche a la ministra del interior, María Paula Romo, y al ministro de defensa, Oswaldo Jarrrin, fueron para expresar que todo estaba controlado y que no provoquen a las FFAA (Fuerzas armadas) porque están preparadas para la guerra. Esa misma noche ingresaban a Quito varias tanquetas o camiones antimotines, lo cual agitó más a los ciudadanos.
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Las cadenas nacionales del presidente han aumentado desde un tono firme a un tono beligerante y confrontativo para desbordar su soberbia y decirle al país que se mantendrá el paquetazo; la última cadena de este lunes fue un cóctel de frases trilladas: “culpa de Correa”, “soy valiente”, “estamos dispuestos a dialogar”, pero siguió con las medidas en firme. Por último, hasta rellenan las cadenas con supuestas entrevistas a funcionarios (incluyendo al Vicepresidente Otto Sonnenholzner) donde la camaradería entre el entrevistador y los entrevistados prevalece antes que el profesionalismo.
La últimas encuestas revelaron que el solo el 15% de la población apoya a Lenín Moreno, seguramente en estos últimos días ha llegado al 5% aproximadamente. El presidente quiere sostenerse en el poder a toda costa. El pueblo no se detendrá. Se presume que el pueblo ya no desea solo dirimir el paquetazo, sino que renuncie él y todos sus cómplices inmediatamente.
La miopía política que desborda el gobierno de Moreno reduce todo al correísmo-anticorreísmo, no le permite ver que las manifestaciones están yendo más allá de cualquier tendencia o ideología. Serán horas cruciales para el país, horas en que se confirmará de qué están hechos los ecuatorianos, quienes ya hemos sufrido de todo (migración, terremotos, crisis, etc); y sabemos perfectamente que si un gobernante no sirve al pueblo, no sirve para gobernar.