Desde hace unos años se viene hablando mucho de la figura del consultor político. Análisis, estrategia, discurso y márketing: la política atravesada por las reglas del consumo.
No vale mucho la pena lamentarse demasiado, pues lo cierto es que la política, con sus liturgias y sus rituales, nunca ha sido ajena a estos elementos. Hay que reconocer que en España ha habido un boom de estos perfiles en el espacio mediático y televisivo, pero antes de Iván Redondo ya estuvieron Pedro Arriola, Luis Arroyo o Julio Feo, por poner tan solo tres ejemplos.
El problema del estrellato de esta figura es que se sitúa el debate en elementos que, aún siendo relevantes, no son ni de lejos los más importantes. Reducir las elecciones a un conjunto de trucos de pirotecnia electoral es un error que en la izquierda sería doblemente torpe. Empezamos con esta advertencia porque estamos convencidos de que para entender las elecciones del 10 de noviembre necesitamos incidir en aquello que no se ve para, después, hablar de cuestiones estrictamente electorales.
La crisis que todo lo abarca
Desde IU venimos señalando que todo lo que ocurre en España en los últimos años está atravesado por la crisis de régimen y su evolución. Hablamos de crisis de régimen porque, grosso modo, se rompieron cuatro de los consensos principales: el económico-social, el cultural, el político-institucional y el territorial-estatal.
Los primeros años de la crisis estuvieron marcados por la preponderancia del eje económico-social: el deterioro de las condiciones de vida de sectores medios expulsó a amplias capas populares del régimen. En otras palabras y pasando al segundo eje, estas dejaron de creer en lo que antes creían, lo que permitió, en última instancia, una recomposición político-institucional hacia la izquierda por razones evidentes.
La respuesta «lógica» y «natural» era por la izquierda en aquella etapa definida por lo que supuso el 15M: primero la crisis económica, luego la construcción cultural y después la expresión política de esta. Sin esto no se pueden entender los resultados de la izquierda en 2015 y 2016. El momento de la crisis de régimen no determina el panorama político, pero sí establece límites y presiones en las que este se mueve.
De la merma de las expectativas al conflicto catalán
No fue hasta diciembre de 2018 cuando irrumpiera Vox y se produjera un sorprendente giro hacia la derecha en Andalucía.
Sin embargo, las bases para dicho giro llevaban tiempo germinando en la sociedad civil, en los medios de comunicación y en última instancia en el sentido común, siempre complejo, dialéctico y contradictorio. La crisis económica-social siguió (¡y sigue!) haciendo estragos, pero consiguió una relativa normalización mediante la asunción de la precariedad como el nuevo modo de vida que nos toca. Esto, unido a la merma de las expectativas después de años de lucha y a la resistencia del bipartidismo, debilitó las posibilidades de la izquierda como una alternativa de gobierno.
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De forma paralela, la ruptura de la organización territorial del Estado se erigió como el eje principal de la nueva etapa de la crisis de régimen. Si la respuesta «lógica» en la primera etapa de la crisis era por la izquierda, la respuesta «lógica» en esta nueva etapa era por la derecha.
En un artículo para la revista digital La U analizamos desde esta perspectiva la irrupción de Vox tan solo unos días después de la sorpresa andaluza. Vale la pena recuperarlo porque allí ya se analizaban algunos elementos de la estrategia político-comunicativa de la extrema derecha:
Vox imprimió épica a una derecha humillada. Puso encima de la mesa un proyecto nacional nítido e inteligible y lo rellenó con un discurso de clase (de clases medias y altas), de género (machista), de raza (nativista) y religioso (católico). Todo ello con la ayuda de una comunicación directa y sencilla, con el «keep it cutre» como filosofía. Los demás hicimos el resto, bien ridiculizando sus vídeos y sus memes o bien discutiendo las mentiras y las tonterías de sus discursos: entrando en su marco, y por tanto reforzándolo, en cualquier caso. Comunicación directa, simple y repetitiva traducida a un relato con imágenes, ejemplos (históricos) y emociones. Lo cierto es que ante esto de poco sirven los grandes argumentarios repletos de datos «objetivos» y propuestas «racionales». Revista digital La U.
El marco mental instaurado por el conflicto catalán desde el que crece Vox
Enrique del Teso en un libro de reciente publicación sobre la izquierda, los discursos y los relatos lo resumía de la siguiente manera:
La tensión independentista creó un marco en la mente de muchos votantes que contiene varias emociones negativas: miedo, por el declive económico y la inestabilidad a la que llevaría la separación de un territorio rico; indignación, porque se atribuye a los independentistas egoísmo, sentimiento de superioridad y menosprecio a España; orgullo, porque el menosprecio lleva a la autoafirmación; ira, por la irritación que produce la provocación nacionalista; y hasta celos y envidia, porque cualquier éxito de una comunidad que vota a los independentistas resulta frustrante. Enrique del Teso.
Si en la primera etapa de la crisis se instauró un marco mental atravesado por valores progresistas como protección, solidaridad, empatía, igualdad, justicia e indignación frente a los de arriba, en esta etapa se han instalado con más fuerza dentro del «sentido común» valores negativos con los que la derecha conecta con mayor facilidad que la izquierda porque son, en definitiva, de derechas.
La convocatoria de elecciones y la estrategia de Pedro Sánchez
Pedro Sánchez apostó desde el primer momento por la convocatoria de elecciones anticipadas. Las negociaciones con UP únicamente eran parte de una lucha por el relato sobre las culpas de dicha convocatoria.
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La estrategia de Pedro Sánchez es conocida como «cierre de filas» («rally ‘round the flag effect»): en un momento de crisis, incertidumbre y bloqueo, la tensión catalana y la presión internacional convocarían a una «mayoría cautelosa» en torno a un líder firme, responsable y capaz de erigirse como el representante del Estado y la Nación.
Lo que intenta hacer el PSOE no es otra cosa que erigirse como el verdadero Partido del Estado, capaz de construir consensos amplios hacia la derecha de cara a los grandes desafíos del país. Lo que viene diciendo Pedro Sánchez a los poderes económicos es algo así como: «Confiad en mí, soy capaz de disputarle el partido a la derecha en su propio campo».
No es casualidad que en su discurso haya asumido los grandes marcos conservadores, como tampoco es casualidad que el escenario pueda girar hacia la derecha. Si en abril UP y PSOE compartían los marcos principales de su discurso frente a las derechas –gracias al error del escoramiento hacia la derecha de PP y Ciudadanos–, en esta campaña UP está en solitario defendiendo un discurso de izquierdas. ¿Cómo no van a crecer el PP y Vox si se está jugando el partido en su campo?
Durante el debate del lunes Pedro Sánchez trató de cumplir tres objetivos: 1) evidenciar su giro hacia la derecha en elementos de calado como la economía y la cuestión catalana para recoger el voto de Ciudadanos y sentar las bases para una política de Concertación Nacional, 2) sin renunciar a una confrontación simbólica con las derechas; y 3) desmovilizar al electorado de izquierdas despreciando cualquier posible acuerdo con UP.
En este escenario, UP es la única garantía
Hay dos preguntas fundamentales que solo UP está teniendo la valentía de plantear. La primera tiene que ver con la cuestión política central de esta campaña: ¿quién va a pagar los platos rotos de la recesión económica que se avecina? En estas elecciones no nos jugamos solo un nuevo reparto de escaños, sino cómo afrontamos los recortes. Las recetas de un Gobierno de las derechas y de un Gobierno de Gran Coalición PSOE-PP, con independencia de la fórmula en la que se concrete, las conocemos porque las venimos sufriendo desde 2010, primero con Zapatero y después con Rajoy: recortes por abajo para las clases populares y blindaje de privilegios por arriba para las oligarquías.
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La segunda pregunta es aun más sencilla: ¿qué va a hacer cada fuerza política con sus votos? Las derechas, el PSOE y las élites económicas lo tienen claro, un gobierno de Gran Coalición en aras de la «gobernabilidad» y la «estabilidad». Un gobierno que cierre por arriba la crisis garantizando la gobernabilidad del viejo bipartidismo y la estabilidad de las grandes empresas del IBEX35 aunque eso suponga un deterioro de las condiciones de vida de las familias trabajadoras.
Así las cosas, el voto a UP es el único que garantiza un gobierno de izquierdas que blinde los derechos de las clases populares por abajo y recorte los privilegios de las oligarquías por arriba. Esto no es «propaganda».
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Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander, fue clara: cualquier cosa, lo que haga falta, menos un gobierno con Unidas Podemos. Pedro Sánchez obedeció y convocó otras elecciones. Es libre de hacerle más caso a una banquera que cobra 30.000 € al día que a millones de votantes progresistas. Está en su derecho, pero en Unidas Podemos obedecemos a quienes sufren los abusos bancarios, la precariedad hecha ley con las reformas laborales o el deterioro de los servicios públicos por los recortes.
El domingo cada voto cuenta. Nos estamos disputando por un puñado de votos varios escaños en muchas provincias con el PP y Vox. Si concentramos el voto de izquierdas evitaremos que la extrema derecha se beneficie de la dispersión provocada por la irresponsabilidad de quienes piensan más en cuotas electorales que en los derechos de las clases populares. Nos querían derrotados, nos tendrán movilizados. El domingo el voto de un trabajador vale lo mismo que el de Ana Patricia Botín. Ella tiene cuatro opciones, nosotros una.
Artículo escrito por Ángel de la Cruz, Responsable de Estrategia política de IU en Izquierda Unida.
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