BOLIVIA: JM “La clase económicamente dominante irrumpió con inusitada agresividad en el aparato estatal para hacerse del poder”
La situación en Bolivia sigue siendo compleja, pero además se muestra diversa a pesar de lo que muestran los grandes medios de comunicación que buscan la simplificación. Entre el blanco y negro, hay multiplicidad de tonalidades de gris, y del mismo modo la realidad del pueblo boliviano está aconteciendo de manera distinta dependiendo del lugar.
En El Alto o en Santa Cruz el nivel de represión del bando opositor se hace latente, no obstante, el grado de coerción ejercido no se calibra en la misma intensidad. El pedagogo JM considera que una de las claves a tomar en cuenta, a la hora de estipular un contexto y presente distinto en las diferentes zonas de Bolivia, es que los símbolos de Santa Cruz “no fueron agraviados, ni el imaginario colectivo fue violentado, ni la identidad oriental ofendida. Estas circunstancias hacen la diferencia con las otras regiones de Bolivia“.
Aun así asegura que en Santa Cruz, en el preludio electoral, “el ambiente estaba enrarecido porque, por una parte, había una expectativa de conocer los resultados, pero por otra, se estaba diseminando la idea de que en las elecciones había fraude“, afirma con resignación el pedagogo JM, que vivió en carne propia los hechos del surgimiento y la culminación del golpe de Estado desde Santa Cruz. “La afirmación de fraude a voces altas sin pruebas se convirtió en consigna que se fue repitiendo, hasta que se constituyó en la excusa para iniciar un paro cívico, convocado por el comité cívico de Pro-Santa Cruz a la cabeza de su presidente Fernando Camacho“.
En los medios de comunicación, actualmente ahogados globalmente y coartados por los intereses del poder, “se desató una vorágine de desinformación, tergiversación y afirmaciones tendenciosas que provocaban una reacción en la opinión pública“, señala como una de las principales bazas de generación del conflicto. “Personalmente no podía creer cómo se hacían afirmaciones arriesgadas sin ningún fundamento, que a simple análisis se veía la absoluta incongruencia. Pero la consigna de que hubo fraude caló en la opinión pública a punta de repetición sin explicación”. “Esa consigna – continúa – sirvió para generar otra mayor ‘Recuperar la libertad y la democracia’ que igual carecía de explicación coherente, porque Bolivia, a nivel internacional, tenía reconocimiento por sus logros en abierta democracia“.
El 23 de octubre, dos días después de las elecciones, Luis Fernando Camacho convocó el paro cívico “indefinido”. En ese momento “se engranó una maquinaria de grupos organizados de facto en torno al comité para conseguir que el paro pareciera real”. Se puede decir que caminando por las calles se veía que quienes obstruían las vías públicas eran pocas personas, pero armados con palos intimidantes prestos a agredir a quien contradijera la consigna que había soltado Fernando Camacho.
En ese momento, el golpismo, con el acuerdo con Carlos Mesa, empezó a cobrar notoriedad a nivel nacional, desatando así un nivel de violencia sin parangón. Cabe recordar lo que sucedió en Sakata y Sacaba. “En una de las alocuciones públicas de Fernando Camacho, con carácter beligerante, dijo: ‘Señores de Santa Cruz las calles son suyas, tómenlas hasta que Evo, el tirano dictador, renuncie’. La mayoría de la gente quedó estupefacta, porque ese mensaje temerario era osado y peligroso, porque el líder circunstancial estaba dando carta blanca para que estos grupos de facto impusieran su propia ley. Y así fue, porque a partir de ese momento se iniciaron todo tipo de abusos y agresiones en las calles con la gente que necesitaba moverse para atender sus diferentes necesidades como el trabajo, negocio, salud y un largo etcétera.
Entonces, en Santa Cruz “se vivió una fractura muy delicada, entre grupos que seguían la consigna del comité cívico y la población en general que necesitaba desenvolverse en su cotidianidad. No faltaron personas que empezaron a expresarse con clara lógica…’no podemos seguir un paro que instauró la élite cruceña para sus propios intereses’, sin embargo, quienes se atrevieron a contestar a la consigna del comité fueron objeto de intimidación y agresión desmesurada. La población se preguntaba ‘¿y la policía?’ Extrañamente tomó una postura distante desde que empezó el paro cívico.
“Grave, porque la población estaba sin la protección de la institución que debía garantizar los derechos civiles en las calles. En esos días mi madre dijo algo que después cobró mucho sentido. Dijo, ‘esto que está pasando con los policías está muy raro, tengo muy malas sensaciones, algo raro está pasando, algo no está bien’. Justo esos días la policía, unidad tras unidad, se fue declarando en condición de ‘motín’. Recién ahora sabemos que los grupos de poder económico habían comprado la complicidad de la institución policial para asestar el golpe de Estado“.
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Como pudo constatarse a través de, sobre todo, los testimonios posteriores “fueron días muy duros porque en las calles empezaron a aflorar los impulsos racistas, revanchistas, clasistas que desembocaron en peleas y feos enfrentamientos por toda la ciudad; entre los que querían volver a las labores cotidianas y los que sostenían el paro bajo la consigna ‘Recuperar la libertad y la democracia’“. En parte, el impulso golpista, afirma JM, vino gestado por “una especie de revancha para esta parte del país, porque el poder del Estado no estaba asentado en esta región oriental sino en la occidental. La parcialidad geográfica también ayudó para que estas posturas ganasen fuerza y se radicalizaran“.
Después de semanas de alta tensión conflictiva “Santa Cruz está en una situación de normalidad, porque las diversas actividades se están desarrollando sin ningún tipo de dificultad. El golpe de Estado que fue incubado desde esta región se convirtió como una especie de victoria. El mensaje, en actual difusión, es que se logró concretar la consigna ‘Recuperar la libertad y la democracia’. Nada más equivocado, porque aunque se la pronuncia con vehemencia, la realidad es que no ha cambiado nada. Lo que sí se siente en las calles y las instituciones públicas es el asedio a los cargos públicos, que poco a poco están siendo tomados de hecho“.
En esta situación, las opiniones de los medios de comunicación divergen sobre la deriva del partido de Evo Morales, pero el “MAS-IPSP vive una situación muy delicada, porque está siendo abiertamente atacado. Los lugares de reunión son despojados y violentados con absoluta impunidad. Por otra parte, los líderes intermedios están siendo perseguidos y aprehendidos bajo cualquier imputación, sin ni siquiera importar su certeza o falsedad. Claro, todo esto en concomitancia con la policía, que pareciera que está a órdenes directas del presidente del comité cívico en Santa Cruz“.
Esto, sin duda alguna, asegura JM que es debido al “poderío económico de las élites bolivianas, sobre todo la de esta región, quieren hacerse con el poder y para ello tienen que eliminar a sus directos rivales, o al menos, a quienes se constituyen en obstáculo a sus intereses directos. Ese poderío torció la maleable moral de la policía y los militares. O dicho de otra manera, estas instituciones del orden público fueron sencillamente compradas, o al menos sus respectivas cúpulas. Solo así se explica su accionar al margen de la constitución boliviana“.
“Producto de esta persecución, muchos líderes y dirigentes están abandonando la sigla, porque además se está ejecutando un plan de intimidación muy agresivo que pone en riesgo a sus entornos familiares. Algo muy grave e inadmisible, pero que ahora es una dura realidad. Por esta situación, la clandestinidad es una opción urgente para quienes se mantienen firmes en la militancia del partido de Evo Morales“.
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A su vez, “la situación de las organizaciones sociales en Santa Cruz está complicada, porque cada vez cuentan con menor fuerza política, con menor repercusión social, así como su representatividad. No hay pronunciamientos públicos, no se efectúan las denuncias correspondientes al atropello sistemático que se está sufriendo. Además a esto se suma la retórica de los medios, en su mayoría de línea derechista, que desprestigian permanentemente a estas organizaciones y a su discurso reivindicativo. Por ahora no existen movimientos sociales alternativos, se vive una especie de hegemonía política y social impuesta por la clase económicamente dominante, cuyo brazo ejecutor es el comité cívico de Santa Cruz“.
Muchas dudas siguen sin resolución en torno al futuro, pero JM augura que “a partir de ahora se vislumbra una feroz lucha de clases y también, por qué no, de regiones. La clase económicamente dominante irrumpió con inusitada agresividad en el aparato estatal para hacerse con el poder, no por inquietud política, sino por sustantivos intereses económicos. Sin el poder en sus manos no pueden hacerse de negocios ventajosos a expensas del Estado. El resto de la población boliviana, la que no ostenta privilegios de clase ni económicos, va a resistir esta arremetida porque es un atentado directo a los intereses nacionales en conjunto, aunque ello suponga sacrificios de inefable magnitud, como los más de 32 muertos hasta ahora.”
“El presagio no es sencillo ni mucho menos fácil. Una cosa sí se puede afirmar, a Bolivia le espera un duro camino de tiempos difíciles. Quizá se haya dado inicio a la que se podría llamar ‘Guerra por el litio’, ya que Bolivia cuenta con ingentes cantidades de reserva de este metal blando de alta expectativa económica y es objetivo urgente de explotación. Esto podría explicar el fulgurante golpe de Estado y su sangrienta resistencia para establecer un Gobierno que responda a intereses directos de una clase económicamente dominante, interna o externa, o ambas“.
Concomitante a lo acontecido recientemente, JM hace un llamado al recuerdo, y es que “el año 2003 aconteció la llamada ‘Guerra por el gas’ en el que tristemente fallecieron más de 50 ciudadanos, en su mayoría de origen indígena, cuyo centro neurálgico fue la combativa ciudad de El Alto, en el departamento de La Paz. Este acontecimiento se desató porque el Gobierno del entonces presidente Gonzalo Sanchez de Losada quiso beneficiar, de este lucrativo negocio, a algunos círculos empresariales de poder económico de Bolivia y Chile, siempre a perjuicio del pueblo boliviano“. De este modo, es menester establecer el paralelismo coyuntural de los hechos.
“Este año de nuevo todo parece indicar que hay intereses internos y externos descomunales que intentan hacerse del negocio del litio boliviano. Lo cual podría desatar una entrecomillada guerra. ¿Qué va a suceder? Con tantas variables volátiles, imposible saberlo“.