Cuando apenas tenía tres años, mi hija pidió para Reyes Magos una cocinita. Mi compañera y yo nos extrañamos mucho, sobre todo porque siempre hemos intentado, a pesar de todas las influencias externas, una educación no sexista en casa. Por eso, ante nuestro estupor, le preguntamos por qué quería una cocinita. Y su respuesta fue: “quiero una cocinita como la de papá”.
Vivimos en una sociedad que, desde el nacimiento, deja muy claro cuál es el género de niños y niñas, especialmente a través de los estilos de juegos y de juguetes asignados a cada uno de esos roles. A pesar de los cambios que ha sufrido esta sociedad en las últimas décadas (no tantos como desearíamos), vemos que los juguetes siguen teniendo una fuerte carga de género: por ejemplo, siempre se asocian los muñecos de acción a los niños, y las cocinitas a las niñas. Estos roles, estos estereotipos afectan, especialmente, a las niñas.
El juego es la principal actividad que va a desarrollar un niño o niña en busca de su madurez. Por eso, es relevante entender la importancia del juego y el juguete en la primera etapa de la vida, para combatir los estereotipos sociales.
Los juguetes contribuyen, de forma claramente esencial, al desarrollo integral de la infancia, marcando todas las áreas de la personalidad: intelectual, social, afectiva, física, etc. Por tanto, son un recurso primario para arraigar el aprendizaje.
Precisamente por eso, se hace imprescindible analizar la relación entre juguetes y sexismo.
El juego es fundamental en la interiorización de valores que definirán la identidad de género de los más pequeños y construirán las expectativas, pues jugando se adquieren hábitos, modelos e imágenes del mundo. Sergi Fàbregas.
¿Qué es un juguete sexista?
La definición de un juguete sexista es difícil, porque no es el juguete lo que es sexista, sino el uso que se haga de él por parte de los adultos. Se trata de juguetes que reproducen los roles del hombre y la mujer en nuestra sociedad, que se convierten en un instrumento ideológico del que se sirve el sistema patriarcal para perpetuarse. A través de ese mal uso de los juguetes, se asimila la discriminación y se reproduce el esquema machista, que se refleja en la diferenciación de los juegos y los juguetes, según los sexos.
Desde el momento en que se compra un juguete se está estableciendo un proceso de discriminación de género. Una perpetuación del rol del varón posesivo y activo y la mujer dedicada al marido y a sus hijos. En realidad, los juguetes son generadores de valores ligados al modelo de la sociedad de consumo: competitividad, individualismo, importancia de la imagen, sexismo, etc., y son capaces de modificar determinadas conductas.
Por eso, es fácil responder a la pregunta: ¿por qué hay adultos que se empeñan en continuar educando a su hijo bajo los roles tradicionales de hombre y mujer? Muchas veces se trata de un planteamiento que se hace de forma automática, siguiendo unos conceptos establecidos culturalmente. Entonces, ¿qué pasa cuando un niño o niña quiere jugar con los juegos que, tradicionalmente, “no le corresponden“?
En realidad, los juguetes deben responder a los intereses del niño, y no a los de su entorno. No se trata de imponer o prohibir un determinado juguete, sino de ofrecer nuevos patrones de comportamiento entre géneros.
El tipo de juguetes que utilizan niños y niñas no están divididos por una diferenciación casual, sino que son siempre un reflejo de los estereotipos de género de nuestra sociedad.
- A las niñas se les regalan juegos que tratan sobre el cuidado de bebés, la estética (femenina) y la imagen personal, las labores del hogar, las enfermeras (no las doctoras), etc.
- A los niños se les regalan juegos de construcción, de acción, deportivos, muchos de ellos relacionados con la violencia.
Es decir, a las niñas se les regalan juguetes domésticos, y a los niños juguetes más variados, que potencian su capacidad cognitiva más que a las niñas. A las niñas se les orienta a actividades domésticas y asistenciales, y a los niños a las actividades profesionales.
La publicidad y los juguetes sexistas
La publicidad ha sido uno de los grandes culpables de que continúen esos roles tradicionales de hombres y mujeres, y no solo en la publicidad de juguetes. Basta mirar anuncios de perfumes, coches, etc. para entenderlo. Pero también hay que tener en cuenta que los niños reciben muchos estímulos de muchos ámbitos: la escuela, los amigos, los compañeros, la familia, etc.
Es imposible ver los anuncios de televisión o los catálogos de juguetes para comprobar que es casi imposible encontrar juguetes que no estén diferenciados por sexo. Tenemos tan interiorizado el sexismo que, generalmente, nos pasa desapercibido.
Un primer planteamiento que debemos realizarnos es si la publicidad crea el sexismo, o si recrea el sexismo existente en la sociedad. Es decir, si la publicidad está creando los estereotipos de princesas vs. guerreros, o si está utilizando una realidad que está socialmente aceptada.
En nuestro país, la publicidad de juguetes sigue siendo tan sexista como hace cuarenta años: en los anuncios las niñas juegan con muñecas o cocinas (aunque se hayan modernizado para hacer chuches), los niños con armas o superhéroes. Los anuncios tienen unas cadencias diferentes si son para niños (más rápidos, violentos, atractivos) que si son para niñas (dominados por la calma, la “belleza” y las diferentes tonalidades de rosas).
Sí es cierto que en los últimos años se ha producido un cierto descenso de la publicidad sexista (no solo en los juguetes). Pero se trata de un “apaño” engañoso. Meter con calzador a un niño en un anuncio de muñecas (siempre a destiempo, en segundo plano), no soluciona el problema: es imposible que un niño se sienta identificado con ese anuncio, con ese juguete, como para pedirlo como regalo.
Además, una de las principales razones que prevalece en la publicidad basada en el género de los fabricantes es que saben que, segmentando el mercado, pueden vender más versiones del mismo juguete: una misma marca vende un juego de construcción para niños y otro, aparentemente diferente, para niñas.
Si los juguetes deben reflejar la sociedad actual, la publicidad de los mismos también. No es cierto que la mujer esté encerrada en casa y no tenga otra opción profesional más que la cocina, el cuidado de bebés o la enfermería. Tampoco es cierto que los hombres no cambien pañales. ¡Y tampoco es cierto que las familias “normales” son las formadas por un padre y una madre con un bebé!
Consecuencias de los estereotipos
¿Cómo afecta todo esto a niños y niñas? Se trata, básicamente, de reforzar unos roles de género socialmente implantados, que siempre ponen a la mujer “en su sitio”, es decir, en una situación de desventaja, con unos estereotipos que limitan sus potencialidades. Pero también los niños sufren las exigencias impuestas por una sociedad de “machos” que, en caso de salirse de la norma, puede provocar situaciones asfixiantes y originar complejos.
¿Cuáles son algunas de las consecuencias de este modelo de estereotipos?
- Promueven la desigualdad y replican la discriminación. “Lo femenino” es débil, inferior; “lo masculino” no. Por eso se rechaza que un niño juegue a “cosas de nena”.
- Eliminan las actitudes espontáneas. Si el niño está rodeado de estereotipos de género rígidamente establecidos, pierde cualquier capacidad de espontaneidad en sus juegos, que puede llegar a ser sancionada.
- Limitación de las oportunidades de desarrollo. Si cada juego estimula diferentes capacidades, la limitación de acceso a esos juegos marca el futuro. Un niño que pueda jugar a cuidar de un bebé, a cocinar o limpiar, se está preparando para la vida cotidiana y su propia autonomía.
Aún no hemos encontrado una solución al problema de los juguetes sexistas o el sexismo en el juego, porque los niños y niñas siguen imitando pautas de conducta observadas en su entorno de adultos. Y también interiorizan la valoración que esos roles tienen para la sociedad.
Lo primero que debemos tener claro es que los juguetes no tienen sexo: somos los adultos los que los marcamos con estos estereotipos sexistas.
>>¿Qué es la perspectiva y los estudios de género?<<
Las niñas quedan encasilladas en una serie de roles que han sido creados por la sociedad, y que son inculcados como verdades a priori. Y una de las peores consecuencias de este proceso es la perpetuación de ese sexismo, y más posibilidades de que se reproduzca el rol “débil” de la mujer.
Cuando juega, el niño o la niña está reproduciendo situaciones o vivencias personales. Por tanto, los adultos que lo rodean deben intentar ser modelos no sexistas. Que quiera una cocinita “como la de papá”. Lo que se reproduce en los juegos es su propio entorno.
Es importante reflexionar y fomentar una educación no sexista, ofrecer, a través de los juguetes, las mismas posibilidades de desarrollarse como personas.
La idea esencial es que los niños y niñas puedan usar, indistintamente, esos juguetes, sin que cause extrañeza. Y que el adulto les haga valorar las distintas posibilidades de interactuar con esos juguetes.
Para romper este proceso es necesario ofrecer nuevos patrones y modelos de relación entre géneros. Debe superarse la dualidad tradicional de “esto es de niños y esto de niñas”, y permitir que los juguetes sean indistintos a ambos sexos.
Debemos potenciar que los juguetes no reproduzcan los roles tradicionalmente discriminatorios, señalando que pueden utilizarlos indistintamente niños y niñas.