Según datos oficiales, el juego tradicional supone el 94% de todo el negocio en España, mientras que el juego online solo es el 6%. Sin embargo, esta tendencia está cambiando, tanto en el volumen de dinero como en los márgenes que obtienen las empresas del sector y el número de jugadores.
El juego online se ha convertido en una lacra para nuestra sociedad. Se trata de una actividad doblemente peligrosa, porque tiene unas características que lo hacen más adictivo que el presencial. Se puede jugar desde casa, a cualquier hora, desde cualquier dispositivo, desde el anonimato más absoluto. Sigue creciendo el número de menores que juegan, sin que se les exija ninguna identificación, sin que los padres sean conscientes de ello. Contraen cada vez más deudas, más rápido y más elevadas.
Ludopatía: un problema de salud pública
Pero el tema es que no se habla de este tema como un problema importante para la sociedad, porque tradicionalmente la adicción al juego no ha sido percibida como una cuestión de salud, aunque así sea. La ludopatía se está agudizando, por cuestiones como las apuestas deportivas. Y se ha fomentado una gran permisividad y una falta de sensibilidad ante esta dolencia.
La ludopatía no es un problema nuevo. Es el fácil acceso que hay ahora y la publicidad tan fuerte que se está haciendo, sobre todo dirigida a los más jóvenes, lo que agudiza el problema cuando lo hay, o genera uno nuevo.
El tema de las adicciones está cambiando rápidamente. Por eso debemos detectar y cambiar los recursos y los medios que tenemos a disposición para enfrentar el problema. Debemos estudiar cuál es la repercusión del problema de manera objetiva, con cifras exactas y reales y, a partir de ahí, establecer las estrategias necesarias para acabar con el problema.
La edad media del jugador habitual ha pasado de 40-45 años (un hombre que jugaba, principalmente a las populares tragaperras), a una media de 25-35 (y que se dedica principalmente a las apuestas online). Sin embargo, es el grupo de 18-35 años los que más crecen en las estadísticas.
Además, en los últimos años, se ha cimentado la percepción de que estos establecimientos tienen una mayor prevalencia en barrios desfavorecidos. Esta percepción se ha demostrado cierta en el caso de Madrid, la única ciudad de la que se tienen datos fiables. Los barrios con menores niveles de renta, como Tetuán, tienen una densidad mucho mayor de salas de juego por habitantes que los de rentas superiores, como Hortaleza (4.660 frente a 25.780, respectivamente).
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Esto ha llevado a que muchos barrios vean el crecimiento de las casas de apuestas y del juego online, una verdadera trampa para los más jóvenes. En Madrid, en los últimos cinco años, estos locales han crecido un 300%, y los distritos más aquejados son Tetuán, Latina, Puente de Vallecas y Usera. Pero también han sido Madrid, Asturias y Extremadura las comunidades en las que más han proliferado.
Los estudios de mercado que han realizado estas empresas les han permitido establecer las pautas que siguen sus jugadores. Si entras y ganas, intentas retirar tus ganancias y dejarlo, pero las casas de apuestas ponen todos los obstáculos posibles para esa retirada, retrasándolo con excusas basadas en la “seguridad” del usuario. Sin embargo, esas trabas no están presentes cuando el jugador entra en el juego.
Al mismo tiempo, se fomenta que la ludopatía se convierta en una enfermedad crónica. De ese modo, el problema pasa a ser una enfermedad de unos sujetos concretos que, como en las enfermedades mentales, causa vergüenza social. Además, la perpetuación de este mensaje obstaculiza la recuperación de las personas afectadas.
El juego entre los más jóvenes
Según los últimos estudios, la mayoría de chicos entre 11-16 años con conductas problemáticas en referencia al juego, han desarrollado su obsesión a través de los juegos de ordenador, y de las redes sociales que consumen habitualmente en sus hogares.
Los menores tienen barra libre: no se puede comprobar su edad y tienen acceso a los teléfonos móviles. Por eso, son los más jóvenes los que más crecen en las estadísticas de jugadores, sobre todo, en el campo de las apuestas deportivas.
Un estudio de la Universidad de Valencia, entre más de 7.000 estudiantes, ha determinado que el 2,1% de los alumnos de 15-17 años ha tenido problemas con el juego. Según los datos del Ministerio de Sanidad, de 2016, el 13,6% de los menores había apostado dinero presencialmente.
Es necesario encontrar, de forma urgente, una forma de proteger a los jóvenes y adolescentes. Y el primer paso es hacer pedagogía en las escuelas. Pero también es preciso formar a los profesionales de la medicina, a los médicos de cabecera, para que sepan y puedan detectar a tiempo el problema.
La publicidad
Se han hecho célebres. Y ahora se han convertido en las imágenes de la nueva droga de la sociedad: deportistas y famosos, rodeados de amigos y mujeres “de bandera”, se han convertido en referentes del lujo y de las oportunidades que, cada vez más, entra en nuestra casas, a todas horas. Se muestran como personas muy cercanas, muy auténticas, figuras sociales muy importantes, modelos para mucha gente.
El verdadero peligro de este tipo de mensajes es que ha acabado normalizando una actitud de riesgo, el juego online, que se ha convertido en una actividad cada vez más adictiva. Se trata de un tipo de publicidad muy agresiva: compulsión, juego, ganancia, conseguir el éxito. Es decir, convertirte en un igual con aquellos personajes que ofrecen su imagen como responsables del éxito.
Se trata de una publicidad bien analizada, bien dirigida que, claramente, está orientada a los más jóvenes. Se trata de una publicidad estudiada a fondo por las compañías que la emplean.
El fútbol se ha convertido en el gran aliado de esas casas de apuestas. Y no ha sido algo casual. El año 2004, el Betis se convirtió en el primer equipo de la liga española en llevar como patrocinadora una casa de apuestas. En aquel momento, este hecho no provocó ningún tipo de debate y, desde entonces, cada vez más clubs de fútbol fueron apuntándose al carro de estas empresas: logos en las camisetas, en la publicidad de los estadios, las páginas web, etc.
En la liga 2018-2019, diecinueve de los veinte clubs de la liga, en primera división, tenían este tipo de sponsors. El único club que, hasta la fecha, se ha resistido a esta tendencia ha sido la Real Sociedad, que convocó una consulta entre sus socios para saber si debían o no aceptar esos patrocinios: el voto negativo de la mayoría de la masa social dejó zanjada esta cuestión, al menos de momento.
Esta actitud de ese club de fútbol ha sido el único ejemplo en la liga española. La actitud del resto de equipos está haciendo que el juego se siga normalizando, que se haga universal. Esto se une al hecho de que la publicidad se hace cada vez más agresiva, para captar nuevos jugadores, y se centran en los más jóvenes, que ven una forma de pasarlo bien y ganar dinero fácil. Una tendencia que, indefectiblemente, lleva a la ludopatía.
La actitud de la publicidad se centra en aspectos como el lenguaje. A través de las formulaciones de propuestas matemáticas, se maquilla el hecho de que el juego es una actividad completamente limitada al azar.
El papel de las administraciones
Ahora se plantea una cuestión importante: ¿hacen las administraciones lo suficiente para atajar ese problema? Es cierto que las administraciones tienen sensibilidad hacia el problema. Se está intentando prevenir algunos de sus efectos, aunque la mayoría de las medidas llegan tarde y con escasos recursos.
Sin embargo, a pesar de ser conscientes del problema, las administraciones, hasta ahora, han ido cada vez más concesiones a la industria del juego, de forma que se ha llegado a una imagen que se repite en todo el territorio: la extensión de las casas de apuestas. La primera fue abierta en Madrid, en 2008, propiedad de la británica William Hill y la española Codere.
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Ahora, el nuevo Ministro de Consumo, Alberto Garzón, está intentando regular esta situación. Por ejemplo, limitar los bonos de bienvenida a un máximo de 100 euros, no permitir la publicidad en horarios de máxima audiencia, restricción del lenguaje publicitario (evitar la publicidad agresiva), evitar el uso de figuras públicas o famosas, etc. Según parece, no es posible la prohibición absoluta de la publicidad de esos negocios porque se trata de una actividad legal.
En España, actualmente, hay más de 500 empresas con licencia en el negocio online y presencial. De estas, la inmensa mayoría no tributan en España, sino en países con una fiscalidad mucho más “benigna” para sus intereses, como Malta o Gibraltar.
Además, las empresas de juego han realizado numerosos estudios de mercado sobre la percepción del juego según los diferentes grupos socioeconómicos, etc. Pero al mismo tiempo realizan campañas a favor del juego responsable, aportan dinero a instituciones públicas y educativas y limpian su imagen, mientras reciben información sobre sus jugadores, sobre sus tendencias, etc. Por ejemplo, la empresa Codere paga estudios sobre la ludopatía y coloca el logo de Juego Seguro en su web y aplicaciones.
Hasta ahora, las instituciones no han protegido a los vulnerables, y los han convertido en un caldo de cultivo adecuado para empresas de crédito para los jugadores desesperados, con unos intereses crueles. Esos créditos son lo que permite que muchos jugadores sigan teniendo acceso a fuentes económicas para mantener su adicción.
Las consecuencias están llevando a la aparición de personas enormemente endeudadas, familias desestructuradas y sufriendo las consecuencias de esas deudas, problemas psíquicos y personales, etc.
Es necesaria una legislación más exigente, tanto en el acceso a los locales como en la publicidad de sus actividades. Hasta ahora, la legislación no ha conseguido frenar la extensión de esta lacra. No existe una legislación central efectiva, más allá de la aprobada por el PSOE en 2011. Pero la mayoría de la legislación que regula esas prácticas se realiza a nivel de autonomías. Es decir, 17 legislaciones diferentes.