Cuarta y última entrega de una serie de contenidos que integran el reportaje "Honduras: análisis de la estrategia de LIBRE". En ellos se explica el contexto socio-político de la nación centroamericana, se detalla la corrupción y los vínculos con el narcotráfico del eterno líder del ejecutivo, JOH, y se analiza el campo progresista hondureño. Se recomienda leer antes que esta cuarta parte, las tres anteriores:
Honduras: análisis de la estrategia de LIBRE (I). Golpe y código penal.
Honduras: análisis de la estrategia de LIBRE (II). El inconstitucionalismo de JOH.
Honduras: análisis de la estrategia de LIBRE (III). Aciertos, errores y propuestas.
En el contexto del COVID-19, una serie de temas han quedado envueltos en una nebulosa mediática, que el Partido Nacional ha aprovechado para archivar. Entre ellos están temas transcendentales para LIBRE como la celebración de una segunda vuelta electoral, propuesta de LIBRE y de la facción del Partido Liberal que dirige Luis Zelaya. Idea a la que el Partido Nacional se opone por temor a perder frente a una alianza de estos partidos. Igual suerte corre la elección de diputados por distrito, que individualiza el conteo de votos.
Opciones electorales de LIBRE
Para lograr llegar a las elecciones en condiciones de transparencia, LIBRE consideró en su estrategia de vital importancia realizar un nuevo censo electoral y emitir una nueva tarjeta de identidad.
En las elecciones de 2017 la clonación de identidades y la emisión de tarjetas falsas fueron claves en el fraude. Miles de mercenarios del gobierno votaron en más de una ocasión usando identidades de personas fallecidas, inflando así los resultados a favor del Partido Nacional y del Partido Liberal. Todo ello pone en desventaja a la democracia y a LIBRE.
Hasta el momento el Partido Nacional argumenta que no hay tiempo ni dinero para que ambos proyectos se realicen previo a las elecciones de 2021.
Voluntariado o activismo asalariado
A nivel organizativo, LIBRE cuenta con una membresía, y una plataforma ideológica que le permitió presentarse a elecciones como la fuerza electoral a vencer.
Libertad y Refundación deberá trabajar en la organización de sus colectivos de base, en la articulación de organizaciones sociales afines, en la formación política, ideológica y técnico-electoral para integrar a todas las corrientes internas del partido de manera que, superando los diferentes posicionamientos, se logre la cohesión granítica que se necesita para el titánico desafío que se plantea: derrotar a una oligarquía enquistada en el poder por más de 500 años.
Los activistas de LIBRE sobre quienes recaen las tareas de campo son voluntarios, luchadores sociales que han pagado con sus vidas. Llevan en sus cuerpos y en sus corazones las cicatrices por el desafío que les plantea a diario a la oligarquía. Sin la movilización de estos miles de hombres y mujeres, Libertad y Refundación no vencerá.
Por contraste, la militancia del Partido Nacional es masa asalariada. Pagados con dinero de la corrupción y el narcotráfico. El mismo Juan Orlando Hernández y otros líderes admiten que recibieron dinero sustraído al Instituto Hondureño de Seguridad, que utilizaron para financiar sus campañas de 2013 y 2017. Pero niegan haber recibido dinero del narcotráfico, aún después de que Tony Hernández fuera condenado. Juicio en el que los testimonios de financiación a Juan Orlando Hernández abundan, y en detalle.
Fue la militancia de LIBRE la que asumió la defensa del triunfo en 2017 ante el monstruoso fraude. La dirigencia no dispuso en sus planes operativos la conformación de equipos jurídicos que a nivel local, y nacional pudieran hacer frente a la manipulación de datos. La labor jurídica se concentró en Tegucigalpa y los candidatos locales debieron ingeniárselas para denunciar y presentar sus peticiones legales.
Estos equipos de abogados no fueron suficientes para asumir la representación legal de la avalancha de activistas del partido encarcelados durante las protestas que se dieron contra fraude. Así mismo, LIBRE no logró formar técnicos informáticos en número suficiente y con las competencias necesarias, para asumir el reto de analizar información, decodificar los algoritmos utilizados por la empresa que realizó el trabajo para JOH, y con ello fue incapaz de proponer soluciones que aseguraran el conteo correcto de los votos para desmantelar el fraude.
Salvador Nasralla, el candidato de La Alianza que lideró LIBRE, simplemente no estuvo a la altura de las circunstancias históricas. Todo un Lenín Moreno que ahora es enemigo de Libertad y Refundación.
Actualmente Nasralla no tiene partido político inscrito, la derecha que tanto defiende no se lo ha inscrito. Si no lo logra, tendrá que depender de una alianza con algún partido inscrito. Él apunta, desde el aislamiento sanitario, que su aporte es en imagen, experiencia mediática y simpatizantes que todavía lo siguen.
El desmontaje del discurso neoliberal y del cerco mediático es otra lucha en la que el activismo voluntario de LIBRE asumió la tarea, posicionando en redes sociales y medios alternativos la visión del partido en el imaginario nacional.
Alianza en busca de la unidad
La propuesta de la oligarquía, por medio de diversos actores, es la de promover la unidad de la sociedad hondureña a través de una alianza de partidos políticos y diversos sectores de la sociedad civil. Una entente que admita a organizaciones empresariales, que integre a gremios y colectivos trascendentes como el Colegio Médico y algunas organizaciones magisteriales y sindicatos. Y que de allí surja un candidato.
De gestores oficiosos aparecen personajes como Nasralla, descalificando a Libertad y Refundación desde antes de que la supuesta unidad se logre.
La unidad, entre comillas, luce como una jugada para atraer a los candidatos con mayores oportunidades. Cuando las propuestas colisionen con los principios de LIBRE, entonces será el momento del chivo expiatorio, con el que los medios tarifados se van a cebar, desquitándose a placer con los”ñangaras“, “violentos“, y un largo etcétera.
LIBRE tiene que jugar con la inteligencia de un ajedrecista para proyectar sus estrategias anticipando los movimientos de sus muchos adversarios.
Por lo tanto, LIBRE sí necesita hacer alianzas. Deberá compensar la correlación de fuerzas políticas, medios y recursos financieros e institucionales que la oligarquía “unirá”, para lograr su único objetivo: continuar mangoneando el estado.
Luis Zelaya, actual presidente del Consejo Central Ejecutivo del Partido Liberal, de donde salió Manuel Zelaya para luego fundar LIBRE, tiene los sellos del partido y se autodefine como oposición. Sin embargo, es el expresidente Carlos Roberto Flores Facussé, (empresario dueño de medios de comunicación), el que retiene los hilos del teatrillo mediático.
Controla la bancada de diputados liberales en el Congreso. En complicidad con el Partido Nacional, mantienen un férreo control sobre el Congreso Nacional, la Corte Suprema de Justicia, la Fiscalía, las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, los entes electorales. Toda la institucionalidad.
Carlos Flores Facussé dispone sus peones con inapelable frialdad, de allí que, por su visceralidad, se le conozca en los círculos políticos con el sobre nombre de Cabro Negro.
Esta situación limita la capacidad de maniobra de Luis Zelaya, aparte de que en ese segmento ideológico le han montado como competencia a la presidenta del colegio médico, Suyapa Figueroa Eguiguren, que saltó al escenario nacional liderando la Plataforma de Lucha contra la Privatización de la Salud y de la Educación. Movimiento ciudadano que logró aglutinar a varios sectores en 2019.
Otra opción para LIBRE es el Partido Innovación Nacional y Unidad Social Demócrata (PINU-SD). Partido con el que Libertad y Refundación ya hizo una exitosa alianza en 2017 y que llevó al triunfo electoral de Nasralla.
Vencer el fraude
Ya sea que a LIBRE le toque correr en solitario o en alianza, deberá convertir en oportunidades las trampas predispuestas en el camino al poder. Aprovechar el fracaso del status quo en su faceta neoliberal. Desmontar el discurso fascista y el oportunismo orwelliano ligado al COVID-19.
Seguir apostando a la organización, a la integración de las diferentes corrientes internas que le permitan conservar el voto duro de la militancia –su columna vertebral-. Atraer a sectores indecisos pero desilusionados del bipartidismo para poder lograr una victoria popular incuestionable: como lo hizo Allende, Correa, Hugo Chávez… por la vía democrática. A la tercera lo logró López Obrador.