Despedir periodistas fue uno de las acciones favoritas de muchos empresarios en plena pandemia y no asomaron los dueños de empresas informativas que se jactaban de defender periodistas. No hay Unión Nacional de Periodistas (UNP) ni Colegio de Periodistas, y Fundamedios tampoco aparece mientras 127 periodistas murieron por coronavirus. Más de 55 periodistas latinoamericanos han muerto y en Ecuador se registran 12 periodistas fallecidos por COVID-19.
“Yo debo defender a los periodistas, no solamente a los míos sino también a los de otros medios“, decía la Presidenta de diario El Comercio, Guadalupe Mantilla de Aquaviva hace dos lustros. Hoy ninguno defiende a nadie.
Ciento cincuenta empleados (entre periodistas y personal de diferentes áreas) fueron despedidos de diario El Universo en pleno periodo de confinamiento. Ecuavisa despide a 80 trabajadores en plena emergencia sanitaria, siendo una de las televisoras con mayor facturación por pautaje. Hacen mutis por el foro. Dieciséis periodistas de Canal Uno fueron despedidos sin décimos desde el anterior año, impagos en el Seguro Social (IESS) y sin salario de los últimos meses.
Pero ¿qué son los periodistas para sus patronos? Con fines didácticos hay que citar dos frases del periodista Luis Miguel Baldeón, uno de los más escuchados, actualmente, en Quito en contra de dos de sus ex patronos. “Tin Tan es un muñeco, feíto y de cartón, tirado a bombón” dice refiriéndose a uno de sus ex jefes. “Trabajar con él era insufrible, no te pagaba, grosero, tiránico, en medio de un ambiente gris, insoportable. Su lista de acreedores es larga, un mes de trabajo duraba 90 días para cobrar, si es que tenías suerte“.
A otro, propietario de una emisora, lo cuestiona porque hoy habla contra el racismo y el lamentable suceso de George Floyd pero advierte que en los años noventa, el mismo comunicador obligaba a los comunicadores Vicente y Telmo a ocultar sus apellidos indígenas. “Te daba vergüenza que se identifiquen al aire. Te debes al círculo de amigos del colegio Americano” aseguró Baldeón refiriéndose a un empresario informativo.
Hoy no es mal rato para recordar a Francisco Vivanco, presidente nacional de diario La Hora, quien una tarde de septiembre del 2014 arremetió contra los fotógrafos que realizaron una protesta pacífica en las afueras del medio de comunicación, en solidaridad con Raúl Lluno, fotoperiodista al que lo querían despedir de la empresa sin pagarle lo que disponía la Ley, según la declaración de su sobrina. En menos de cinco minutos tildó de “ignorantes“, “analfabetos” y “jetones” a los fotógrafos que acudieron al lugar.
“Ustedes los periodistas son tipos inteligentes, tienen una neurona más que el resto que les mortifica la vida” fueron las palabras de Carlos Mantilla Batle por el año 2010, hoy presidente de Grupo El Comercio de Ecuador. “Así paga el diablo a sus devotos” solía decir Patricio Jarrín luego de haber trabajado décadas en prestigiosos medios de comunicación.
Otro periodista reconocido Félix Narváez salió de Ecuavisa en 2014 y luego de 4 años dijo “después de 32 años de haberme entregado con alma y sombrero, pero sobretodo con mucha dignidad y honradez a una empresa, calcularon muy bien para decirme hasta luego“.
De buena fuente, conocemos que un matutino quiteño, a propósito de la pandemia, intentó despedir a varios periodistas con la figura legal de Fuerza Mayor, para poder enviarlos con una liquidación irrisoria, pero el Ministro de Trabajo les frenó la mano puesto que el diario seguía circulando por lo que no podía aplicar esa figura legal para despedirlos.
“El mejor oficio del mundo” o la manera más feliz de ser pobre es, con frecuencia, azotada en Ecuador por los grandes empresarios de la comunicación y al desamparo del Estado, de ese onegesismo de derecha, de los gremios que responde a intereses de las empresas informativas e, incluso, de los movimientos sociales que pueden tener conciencia social.
¡Periodistas del mundo uníos! Podríamos decir pero la tarea es tan compleja en una América Latina en donde los periodistas se han fragmentado por desempeñar líneas editoriales diferentes. El camino hacia otro periodismo está lejos de construirse, si no se construyen verdaderos medios públicos, en donde la neutralidad y la objetividad sea el reto de todos los días.
La prensa latinoamericana podría cumplir su función sin las imperfecciones de la “Voz del Sinchi” de Vargas Llosa o las patologías del Lanata, si el poder político y el poder económico estuvieran lejos del ejercicio comunicacional. Pero por lo pronto, eso no asoma en el horizonte.
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