Como ya expuso Engels en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado“, el patriarcado nace en la sociedad capitalista: la opresión de la mujer es fruto de un sistema capitalista que nos trata como simples instrumentos de producción de escasa valía.
De esta forma, nos encontramos con dos sistemas de dominación que se complementan y retroalimentan: mientras el capitalismo explota a la clase trabajadora en su conjunto, el patriarcado lo refuerza oprimiendo a las mujeres, devaluando su fuerza de trabajo y obteniendo beneficios con sus cuerpos.
El imperio patriarcal ha conseguido que se normalicen sus estrategias y que la opresión sea asumida por gran parte de la sociedad como algo natural. A pesar de ser fruto del capitalismo, el patriarcado también ha sido digerido por la clase obrera y los trabajadores se han convertido en partícipes de este instrumento de opresión burgués.
Con el fin de superar el capitalismo y la dominación patriarcal, las mujeres – como integrantes fundamentales de la clase obrera- debemos convertirnos en sujeto revolucionario, en igualdad de condiciones, junto a nuestros compañeros. No se puede obviar la tiranía que sufrimos las mujeres ni olvidar que un cambio profundo de nuestro modelo social es imposible sin el feminismo y sin nuestra aportación a la revolución.
El feminismo siempre ha sido revolucionario
A lo largo de la historia, los procesos revolucionarios han venido acompañados de reivindicaciones feministas por los derechos de las mujeres. Desde la Comuna de París, pasando por la Segunda República Española o la Revolución de Octubre, las luchas del movimiento obrero siempre estuvieron acompañadas por la bandera de la igualdad.
Flora Tristán fue pionera en plantear la emancipación del proletariado en paralelo a la emancipación de la mujer, defendiendo la unión entre socialismo y feminismo. Para la autora de La Unión Obrera, la mujer solo conseguiría su liberación a través de la lucha de clases, de la misma forma que la clase obrera solo vencería al capitalismo luchando junto a las mujeres obreras en igualdad de condiciones.
En España, la lucha por los derechos de las mujeres también se ha producido en paralelo a las conquistas de la clase obrera. Así, la II República supuso un gran avance para las demandas de los colectivos feministas de la época, conquistando avances nunca antes vistos: el sufragio femenino, la ley de matrimonio civil, la ley del divorcio, la ley del aborto… De la misma forma, la regresión de sus derechos vino acompañada de la involución total de libertades durante la dictadura franquista.
Por tanto, el feminismo es un movimiento revolucionario en tanto que alberga la doble capacidad de luchar contra el capitalismo y contra el patriarcado. Por descontado, el feminismo combate y debe enfrentarse a todo tipo de violencia o discriminación contra nosotras, independientemente de la clase social a la que pertenezcamos. Pero no perdamos nunca la perspectiva de la lucha de clases: defenderemos la libertad de todas las mujeres, pero no lucharemos para mantener los privilegios de las mujeres capitalistas, en tanto que pertenecientes a la clase dominante. Mantengamos la rebeldía contra todo tipo de opresiones, luchando por la dignidad de todas las mujeres desde nuestro orgullo de pertenencia a la clase obrera.
El Cuento de la Criada o por qué mi lucha no es la de Serena
¿Preocuparse por romper techos de cristal o mejorar la vida de aquellas mujeres que barren los restos? ¿Sentarse en un consejo de administración o luchar por mejorar las condiciones laborales de todas las trabajadoras? ¿Puede Defred tener sororidad con Serena? En El Cuento de la Criada, todas las mujeres sufren la opresión de un sistema totalitario, pero son las propias mujeres de la oligarquía las que explotan sin dudarlo a las que no pertenecen a su clase social. Esta distopía puede parecernos irreal, pero – hoy en día – nuestro sistema patriarcal vende nuestros cuerpos o nuestra capacidad de reproducción como mercancía en nombre de una supuesta libertad de elección. Suprimir los derechos de las mujeres en nombre de la seguridad nacional como en Gilead nos parece una ficción; pero aceptamos la explotación de las mujeres en base a una supuesta libertad de elección individual. Sin justicia social, sin igualdad de oportunidades, no existe ninguna libertad de elección: existe la utilización de mujeres pobres para lucro del capitalismo con la colaboración del patriarcado.
En pleno siglo XXI, las mujeres seguimos siendo explotadas a través de la prostitución o los vientres de alquiler; seguimos siendo la cara más visible de la pobreza; las que ocupan los puestos de trabajo más precarios… Las condiciones vitales de la mayoría de las mujeres no se mejoran en base a éxitos individuales: la batalla debe ser colectiva. Mi lucha no es la de Serena.
Neolenguaje capitalista: no nos dejemos engañar
“Si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje puede corromper el pensamiento”. George Orwell.
¿Quién quiere imponer que el feminismo es un movimiento independiente de las posturas revolucionarias? ¿Quién pone apellidos al feminismo? El propio capital. ¿Y cómo lo hace? A través de su neolengua.
Desde siempre, el lenguaje ha sido una herramienta que ha permitido a la clase dominante limitar nuestra capacidad crítica, creando conceptos y dibujando la realidad paralela que más le convenía. A través del lenguaje se puede manipular nuestro pensamiento, mediante eufemismos o nuevas palabras, nuevos conceptos, que disfrazan una realidad oscura.
¿Existen diversos feminismos? ¿Explotar mujeres a través de sus cuerpos, sexual o reproductivamente, es feminista? ¿O es capitalismo disfrazado?
No nos dejemos engañar: el capitalismo mantiene las injusticias mientras las enmascara a través del lenguaje. El feminismo es revolucionario y de clase. Sin disfraces neoliberales.