Gaia se debate entre la distopía que representa el capital (expoliador de bienes comunes y del trabajo), los horizontes posibles y la utopía de los oprimidos por una sociedad que respete al ser humano y su entorno, en momentos cuando las pandemias (neoliberal y la COVID-19) se articulan, producto de esas fatalidades imprevistas, al tiempo que el modo de producción capitalista se encuentra navegando en una profunda depresión.
La casta política y económica que controla los destinos de la humanidad se equilibra en la delgada cuerda de la crisis social y sanitaria, sin exhibir interés por promover políticas que combatan las raíces reales de ambas calamidades, mismas que se encuentran en las políticas neoliberales.
La utopía capitalista del mercado autorregulado (distopía para la clase obrera), es la eterna entelequia que la ciencia económica convencional esgrime para omitir la realidad relacionada con la inequidad en la distribución de la riqueza, con el carácter contradictorio del progreso y con las enfermedades que le genera a ”Gaia” y que ponen en peligro la existencia de nuestra especie.
Así, (Hedelberto López Blanch, Bayer-Monsanto se lucra con la pandemia) podemos percatarnos que en el contexto de una de las crisis económicas más profundas, con caídas generales del PIB, quiebras de empresas productivas y de servicios y millones de personas desempleadas debido a la crisis económica exacerbada por el al azote de la COVID-19.
El grupo alemán Bayer-Monsanto informó que en el primer trimestre de 2020 tuvo una ganancia de más del 20%, lo que equivale a unos 1.500 millones de euros, entre otras cosas, motivada por la demanda de sus productos para paliar la pandemia. En ese período facturó 12,800 millones de euros.
Vivimos, entonces, en un mundo marcado por la industrialización ilimitada de la producción de cultivos vegetales transgénicos y la producción de animales (prácticamente manufacturados) en el proceso acelerado de acumulación financiera de capital, como afirma Silvia Ribeiro (Carlos A. Torres, Chile entre la revuelta social y el Covid-19).
El “homo sapiens sapiens” se enfrenta a la contaminación ambiental y alimentaria producto del desarrollo industrial distorsionado propio del modo de producción capitalista. El resultado se refleja en el desastroso estado de salud de la población mundial (que por extensión devino en otro nicho de acumulación de capital para empresas, como la aludida Bayer Monsanto) situación que se configura como caldo de cultivo para las pérdidas de vidas humanas a consecuencia del COVID-19.
No obstante, mientras más notoriedad adquiere el COVID-19, como agente del caos, en su avance en un mundo donde se confrontan los intereses imperialistas nacionalistas con los neo imperialistas globalistas, se obnubila la gravedad de otras crisis que afectan a Gaia.
Muestra de ello es el desgaste de los bienes comunes, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, el desplazamiento de grandes masas sociales hacia la precariedad. Es decir, se sacrifica la fuerza de trabajo y a Gaia en beneficio del capital y su continua concentración en muy pocas manos.
La crisis del coronavirus se mimetiza con otras crisis de orden sistémico, desvela y profundiza injusticias y brechas sociales que el modo de producción capitalista ha creado tanto en el ser humano como en los territorios donde habitamos, con un efecto acumulado, en al menos cinco siglos de patrones de producción, comercio, consumo y ocupación territorial insostenibles.
De esta manera, la disrupción del COVID-19, es la extensión de los problemas de producción generados por el capitalismo y la deriva consecuente de su quiebre con la naturaleza.
Esta problemática se inscribe en la realidad del “capitaloceno”, en tanto que nuevo estadio del planeta dominado por el homo sapiens sapiens bajo el yugo del capitalismo globalizado (que aspira a un Estado Supranacional) caracterizado por el despojo de los bienes comunes, explotación de la fuerza de trabajo para enfilar esfuerzos con el único objetivo de la reproducción del capital.
En el contexto del COVID-19, algunos gobiernos están realizando inversiones significativas para proteger las consecuencias de la desregulación impulsada por el neoliberalismo que, en las últimas décadas, ha significado el desmantelamiento de los sistemas de salud y otros bienes públicos fundamentales, situación que devienen en que el ser humano es más vulnerable a la pandemia.
No obstante, los planes de rescate corporativo y las nuevas formas de circulación de mercancías para enfrentar los efectos económicos de la pandemia y a la pandemia misma, han creado nuevas rutas y reconversiones selladas por el ADN capitalista, es decir orientadas a la salvación de la gran banca, las grandes empresas y de los mercados bursátiles.
Al alentar la utopía de las transformaciones sociales en beneficio del trabajo y de Gaia, no se puede perder de vista que las élites del poder para protegerse y profundizar el despojo, a fin de aumentar sus capitales, deben profundizar las condiciones de control social que les faciliten la continuidad de la explotación del “hombre/mujer por el hombre/mujer”.
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