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El club de la costura: Mercedes de Acosta, una ¿Mujer? Imposeída (III)

Tercera y última parte de un contenido reflexivo sobre el llamado "CLub de la Costura" y sus implicaciones en los círculos de actores de Hollywood. Durante la primera entrega se sentaron las bases argumentales que deben ser leídas para entender el texto que se reproduce a continuación. Para ello haga Click aquí (Primera parte) y click aquí (Segunda Parte).

Como dijimos al principio de esta serie de escritos, en el cine de esta época (y la sociedad que, hasta cierto punto, representaba) la orientación sexual y la identidad de género se confundían. De hecho la misma Mercedes de Acosta creyó que era un niño hasta los 7 años, lo que sus padres apoyaron, pero dejó de creerlo cuando un compañero de juegos le enseñó el pene.

Hoy sabemos que el género y la genitalidad no tienen nada que ver, por lo que Acosta podría haber sido perfectamente un hombre transgénero. En cualquier caso, cuando dijo que no era un chico, sus padres la mandaron a un colegio de monjas, a las que les llegó a decir “no soy una chica ni tampoco un chico. O puede que sea ambas cosas, no lo sé“, hombre trans, agénero o género fluido, parece bastante probable que de Acosta tuviera una identidad trans.

Las fotos que han quedado de Acosta no la muestran, a mi juicio, como una mujer muy agraciada (a falta de datos definitivos, hablaremos de ella en femenino), pero su expresión serena, sus prendas ligeramente masculinas y sus ojos despiertos recuerdan a esa chica de camisa a cuadros que te seduce con pocas palabras, mucha seguridad y, en ocasiones, un toque de chulería.

De esto último Mercedes de Acosta estaba sobrada, y en una ocasión llegó a decir “si me lo propongo, puedo robarle a cualquier hombre a cualquier mujer que desee”. Esta afirmación, especialmente el “robarle” muestran a una de Acosta con una visión posesiva y algo tóxica de las relaciones.

Por su cama pasaron, entre muchas otras, “las dos mujeres más importantes de EEUU: Greta Garbo y Marlene Dietrich” como escribió Alice B. Toklas, pareja de Gertrude Stein. Si Mercedes de Acosta viviera actualmente en España, la invitarían a participar en Supervivientes o Gran Hermano VIP (tras el Coronavirus) y en Sálvame Deluxe, para hablar de sus sonados romances con la mayoría de famosas lesbianas y bisexuales del país, entre ellas, por supuesto, Sandra Barneda y Sofía Cristo.

Y si viviera en nuestro país, pero unos años atrás, habría copado las portadas de las revistas del corazón dándole una patada en el trasero a Isabel Pantoja en la playa.

Tal vez habría seducido al icono feminista y LGTB del franquismo, Sara Montiel, quién por cierto actuó como secundaria en dos películas de Hollywood en los 50, y, a pesar del espíritu libre del que presume en su Poemario Imposeída, se habría enamorado, y ambas mujeres se habrían casado “en secreto” en el juzgado hasta que la prensa apareciera a husmear, y Sara soltaría su frase mítica: ¡¿Pero qué invento es este!?

Para guardar las apariencias y encubrir, más o menos eficazmente, su homosexualidad, de Acosta se casó con el pintor, también homosexual, Abram Poole. Este tipo de matrimonios de conveniencia, llamados “matrimonios lilas” no eran infrecuentes. Alla Nazimova se casó también con un hombre homosexual, el actor y director británico Charles Bryant.

En 1960, enferma y necesitada de dinero, publicó sus memorias, “Here lies the heart” (Aquí descansa el corazón). En ellas habla de la historia de su familia, de sus sentimientos de soledad y hace una lista extremadamente larga de sus celebridades conocidas.

Aunque, en contra de lo que se dice, no habla explícitamente de sus relaciones con mujeres, este libro enfureció a Greta Garbo, con quien había mantenido una relación intermitente, y a Eva Le Gallienne, quién llegó incluso a denunciarla. A principios de los 60, muchas de estas mujeres aun preferían que su sexualidad fuese un secreto.

En sus memorias, Mercedes afirma también que es feminista y dice que cree “en cualquier forma de independencia para las mujeres”. Ella era también vegetariana y, por respeto a los animales, no usaba pieles. Se consideraba antifascista y apoyó al gobierno de la República durante la Guerra Civil Española. Feminista, vegetariana y antifascista, su perfil no dista demasiado de muchos perfiles que nos podemos encontrar en Tinder actualmente.

Pero a pesar de sus ideales, de Acosta era muy invasiva con sus amantes, y acosó con insistencia a Greta Garbo, quién podría haber sido el amor de su vida, aunque no era recíproco.

Garbo terminó su relación en 1944 y, si su ruptura se pareció en algo a muchas de las rupturas dramáticas que se viven día a día en el mundo lésbico, de Acosta estaría en sus casa escuchando el himno lésbico de 1928 “Prove it on me”.

Pensando en su ex amante mientras escuchaba, a ritmo de blues: “Salimos anoche, tuvimos una gran pelea / Todo parecía ir mal / levanté la vista y para mi sorpresa / la chica con la que estaba se había ido/ donde se fue ella, no lo sé / yo quería seguirla adonde quiera que fuera/ mis amigos me dicen que estoy torcida, yo no sé de donde lo sacan”.

La intérprete de esta canción, Ma Rainei, “la madre del blues” se relacionó con Bessie Smith “la emperatriz del blues”, quién también era lesbiana y acudía “Buffet flats”, versiones más festivas y descaradas del círculo, surgidas durante el jazz age y llamadas por algunos agentes antivicio “circos sexuales” o “fiestas del coño”, lo que demuestra que el Club de Costura no era el único círculo lésbico, al menos a nivel artístico.

Como ya se ha dicho, las relaciones entre mujeres repetían a menudo el modelo patriarcal. Este fue el caso de Greta Garbo y Marlene Dietrich, rivales para conquistar a las mismas mujeres, o el de artistas que basaban sus conquistas en el acoso, como veremos en el caso de Joan Crawford.

Estas actrices interpretaban papeles de mujeres fuertes, que rompen estereotipos, que juegan con su masculinidad y al mismo tiempo son “femmes fatales”, porque eso es lo que eran en la vida real. Sin duda, una de las más ingeniosas fue Mae West, autora de la famosa frase: “Las chicas buenas van al cielo, las malas adonde quieran”. Estas chicas malas fueron sin duda adonde quisieron, y, sobre todo, con quién quisieron.

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