“La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será”. Han pasado siglos y América Latina continua con las venas abiertas, como como diría Eduardo Galeano. Nacida para producir alimentos, pasó a ser una región de hambre.
Hoy, con ciento noventa y tres millones de niños en el centro de la tormenta. La exclusión, pobreza, y desigualdad siguen a flote, profundizan llagas, y desgarran pieles en esta América Latina que no es la de antes. En los últimos años se sumaron a la pobreza extrema en América Latina 17 millones de personas.
Mientras en 2014 había 46 millones en pobreza extrema, para el 2018 subieron a 63 millones. La región no tan sólo dejó de ser hace mucho la tierra de maravillas, yacimientos de oro, y montañas de plata, también dejó de ser aquella de hace tan sólo años, la que fue durante la marea rosa.
La economía boliviana, por ejemplo, había crecido 4,9% anual, superando con creces el promedio regional de 2,7% y triplicando su PIB. Entre 2003 y 2010, alrededor de 30 millones de brasileños se elevaron por encima del umbral de la pobreza y se sumaron a la economía de mercado.
En Argentina, tras el colapso de la economía en 2001-2002, el 54% de la población vivía por debajo de la línea de pobreza, una cifra que se logró reducir en 2013 al 5,4%. Más de un millón de ecuatorianos superaron la pobreza, misma que descendido hasta llegar al 23,3% en 2015.
Bolivia, Brasil, Argentina, Ecuador fueron testigos de una región que se recuperaba, curaba heridas, sanaba golpes, y construía sueños. Todo hasta hace poco. Corrieron años de revolución y hoy nuestras venas continúan abiertas.
Corrieron años de revolución, lo vieron, sintieron, y por temor persiguieron. Golpe de Estado en Bolivia, persecución política extremista en Brasil y Ecuador, ¿cuál fue el mal? Apostar por el pueblo, devolvernos la dignidad, regresarnos la educación, regalarnos esperanza.
Hoy, la hegemonía neoliberal apoderada de algunos países de la región, nos traen resultados. Seis millones de personas cayeron en la pobreza en América Latina en 2019 (CEPAL). Una vez mas, nacida para producir alimentos, pasó a ser una región de hambre.
Volvemos al subdesarrollo, pero entiéndase que el subdesarrollo no es una etapa del desarrollo; es su consecuencia. El subdesarrollo proviene del desarrollo ajeno, de lujos de otros, y pérdidas nuestras.
Ecuador está de vuelta a los años noventa. Los intentos de ampliar la dominación y ganar el pulso hegemónico a favor de la derecha, tiene como principal adversario el descontento social ecuatoriano producto de la gestión estatal.
Con la vuelta al endeudamiento del país con el FMI, el deterioro del mercado laboral, la entrega de Julián Assange, la reinstalación de la presencia militar de los Estados Unidos en el país, la judicialización de la política, la disminución de sueldos y horas laborales, los recortes en educación y salud, el reparto de la patria, y cientos de otras medidas en contra del pueblo y a favor de pocos, han hecho que el Amarillo, azul, y rojo se desangre.
“Cuando el Estado se hace dueño de la principal riqueza de un país, corresponde preguntarse quién es el dueño del Estado”. Del mismo modo, y simétricamente, el bienestar de las clases dominantes (dominantes hacia dentro y siempre dominadas desde fuera, por supuesto) ha sido la condena de nuestras multitudes forzadas a una vida de bestias de carga. “Somos pobres porque es rico el suelo que pisamos”.
¿Acaso la creciente migración, la corrupción del sistema político, la impunidad que lo acompaña, el masivo desempleo, la histórica perdida del poder adquisitivo, el descrédito de la clase política, la cancelación de muchos derechos de ciudadanía, la pérdida de la soberanía y la extranjerización de nuestros países no es seguir con las venas abiertas? Es más que eso, es desangrarse.
“Las clases dominantes ponen las barbas en remojo, y a la vez anuncian el infierno para todos”. En cierto modo, la derecha tiene razón cuando se identifica a sí misma con la tranquilidad y el orden.
Es el orden, en efecto, de la cotidiana humillación de las mayorías, pero orden al fin: la tranquilidad de que la injusticia siga siendo injusta y el hambre hambrienta. La tranquilidad y orden del 2% que son dueños del 90% en Ecuador.
Es ilícito confundir la prosperidad de una clase con el bienestar del un país. No sólo nos arrebatan capital, también nos arrebatan sueños. A diferencia de un pasado no tan lejano, el Estado se enfrenta a una sociedad más politizada, una sociedad que conoció otra manera de gestionar lo público, una sociedad que vio la luz de la esperanza.
Pero no se puede querer el fin sin aceptar los medios. Quienes niegan la liberación de América Latina, niegan también nuestro único renacimiento posible, y de paso absuelven a las estructuras en vigencia.
Los jóvenes se multiplican, se levantan, escuchan. ¿Qué les ofrece la voz del sistema? El sistema habla un lenguaje surrealista, el mismo propone mantenerlos callados, sumisos, y agradecidos por migajas.
Alguna vez, el poeta Mario Benedetti, se preguntó en sus versos: “¿qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de rutina y ruina?” Y respondió:
“les queda respirar,
abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
inventar paz así sea a ponchazos
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte
esa loca de atar y desatar”.
A esto le añado:
“les queda indignarse,
abrir los ojos,
levantar voces y conciencias
abrir caminos al andar
revelarse contra un orden que provoca muerte
jamás callar ni claudicar
y luchar, soñar, vivir,
y reconstruir lo que nos arrebatan
Somos semilla”
“La causa nacional latinoamericana es, ante todo, una causa social: para que América Latina pueda nacer de nuevo, habrá que empezar por derribar a sus dueños, país por país. Se abren tiempos de rebelión y de cambio. Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres”, Eduardo Galeano.
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