Estados Unidos (EEUU) registra casi cuatro millones de contagiados y más de 140.000 fallecimientos, convirtiéndose así en el país del mundo con mayor números de contagios y fallecidos por COVID-19.
Hablamos con Daniel Shaw, profesor en la universidad de New York y analista político, para que nos muestre su punto de vista sobre la crisis sanitaria y social que vive el país, y como ambas se encuentran relacionadas.
¿Cómo ha sido esto posible?
Aquí la prioridad sigue siendo la guerra, el Pentágono y las industrias armamentistas. Ayer pasaron el nuevo presupuesto del Pentágono, de 740.000 millones para este año, 2.000 millones más que el año anterior. No hay dinero para sanidad pero sí para seguir ejerciendo la violencia contra Nicaragua, Afganistán, y otros países que quieren colonizar. Eso demuestra la falta de prioridades.
Millones de norteamericanos y los llamados indocumentados no tienen acceso al seguro médico. Por ejemplo, una compañera española residente aquí, fue al hospital y estuvo entre dos y tres horas esperando.
La vieron durante 20 minutos y el otro día le mandaron una factura de 14.000 dólares. Aquí todo está privatizado, entonces muchas personas han muerto aisladas en sus apartamentos sin la posibilidad de recibir ninguna atención médica.
Como siempre, los más afectados son las poblaciones marginales: inmigrantes, afroamericanos, pobres. El epicentro nunca ha sido Nueva York sino las comunidades de color, como decimos aquí, ya que son las personas que realizan los servicios esenciales. Los ricos pueden quedarse refugiados detrás de su pantalla.
Vivimos una segregación total. La realidad social, sanitaria y económica de los barrios marginados es bastante triste. Donde vivimos nosotros hay largas colas para hacer una prueba de Covid-19, para recibir cualquier atención médica. Realmente no hay una sola realidad norteamericana, sino dos: una de los ricos, multimillonarios, y otra de los pobres.
¿Cómo ha sido la actuación de las autoridades al respecto?
Estados Unidos realmente es de los países más polarizados y divididos en el mundo. En Estados Unidos no hay una respuesta unida contra Covid-19. Hay cincuenta estados, con gobernadores republicanos y demócratas.
Los estados dirigidos por demócratas han tenido una cierta respuesta al Covid 19. Los estados más conservadores, bajo liderazgo “causi fascista”, han tenidos otra respuesta. Muchos gobernadores hasta el día de hoy se han negado a promover el uso de mascarillas en público.
Muchas personas se siguen agrupando y la prensa juega un gran papel. La semana pasada fue la primera vez que Trump fue visto con una mascarilla. Siempre promueve teorías de conspiración del Covid-19, que no es algo real.
El presidente Trump viene de la clase dominante. Él posee riquezas por encima de 4.000 millones de dólares. Nunca ha tenido que pasar por nuestros problemas. Para él, la prioridad ha sido proteger a los ricos.
Inclusive, ahora Trump ha querido intervenir en el censo para borrar muchos inmigrantes y personas de color. La consigna “Make America Great Again” lo que realmente significa es un país donde el hombre blanco y rico es el dueño de todo.
¿Qué relación guarda la crisis del coronavirus con el asesinato de George Floyd?
El asesinato de George Floyd representó la acumulación de cinco siglos de una rodilla racista blanca sobre el cuello de la nación afroamericana y los pobres del país, dejando clara la supremacía blanca, la segregación racial y la brutalidad de la policía que sigue más fuerte que nunca.
Los grandes medios, especialmente los conservadores, se enfocan en la violencia y el sensacionalismo. Por ejemplo, si a nivel nacional hay 500.000 manifestantes pacíficos, se enfocan en los 50 elementos violentos para quitarle crédito al movimiento.
El movimiento Antifa fue un chivo expiatorio para Trump. Ellos quieren destacar lo más caótico que puedan para quitarle crédito al movimiento social. El movimiento Black Lives Matter no tiene nada que ver con Antifa.
La mayoría de los anarquistas aquí son blancos no pertenecientes a las comunidades pobres. Se ha tratado de una estrategia de la prensa para tratar de desviar la atención de la policía y sus asesinatos.
¿Es el racismo un mal institucional?
El racismo y la supremacía blanca en la sociedad norteamericana se manifiestan en todos los sectores de la sociedad: en lo económico, en lo médico, en lo social, en lo educacional, en la vivienda.
Trump no ha querido reconocer las causas institucionales y estructurales de la supremacía blanca, sino que echa la culpa a lo que él llama anarquistas y violentos. Y eso es un invento de él, como eso de Antifa. Este último es un grupo que existe y ha existido y el cual tiene sus seguidores identificados con su filosofía pero no son tantos y no están en el liderazgo del movimiento.
Trump tiene eso para justificar su represión fuerte. Ha convertido ciudades como Portland en zonas de guerra ocupada. Sin embargo, siempre han querido mostrar que en los EEUU no pueden pasar cosas así. Eso nada más pasa en África o el Caribe.
El racismo sigue más fuerte que nunca. Vimos un intento de linchar a un joven afroamericano en Indiana hace algunos días. La policía de Chicago cortó una manifestación para tirar una estatua de Cristóbal Colón, al que nosotros vemos como un violador y colonizador.
El caso de Brianna Teller, una enfermera que fue asesinada en su casa cuando la policía, sin ningún permiso, allanó su casa el 13 marzo y la ejecutaron. Otro caso que debo destacar es el de un abogado racista, machista y apoyado por Trump, atacó a la primera jueza latina Esther Salas y asesinó a su hijo por su racismo, por no querer ver a una jueza latina con ese poder.
Estos sólo son ejemplos de los asesinatos que sufre la comunidad afroamericana a diario. Aquí hay unas cifras impactantes. Cada 28 horas un afroamericano es asesinado por la policía de este país.
¿Supondría la salida de Donald Trump del Gobierno el cese del racismo institucional?
El racismo, la supremacía blanca, la brutalidad policial son algo institucional y estructural. La salida de Trump podría influir, pero estos factores están arraigados en la sociedad norteamericana. Esta lucha va más allá de Trump.
Muchos de los miembros de las clases dominantes no quieren a Trump porque no es estratégico. El imperialismo no quiere fascismo; no quiere las imágenes de Portland con los federales maltratando ciudadanos.
Esto no conviene al capitalismo porque son imágenes de fascismo, y lo que necesita para su estabilidad son imágenes de democracia. De esta forma, Trump representa un cierto peligro para la paz de la clase burguesa, porque la represión provoca más resistencia.