Cuba es un poderoso bastión cultural latinoamericano. Su alcance en el mundo de la música, la danza, la pintura, y otras manifestaciones humanísticas es incuestionable.
Latinoamérica es conocida en el mundo en buena parte, por los incandescentes rasgos que desde La Habana se han venido entretejiendo en una propuesta de entretenimiento alegre, esperanzadora, profundamente critica y compleja.
Sus rasgos amalgaman lo afro, lo ibérico, las influencias anglosajonas provenientes de Inglaterra y Estados Unidos y esta maravillosa conjunción, permite que los artistas cubanos se conviertan en amorosos embajadores de esta nación.
Es una Isla cuya imagen, sistemáticamente distorsionada con propósitos políticos por los conglomerados del entretenimiento y la comunicación, trasciende las barreras de la cultura “mainstream” concebida desde los grandes centros del poder mundial.
La experimentación sonora en medio del asedio
Es evidente, que en Cuba la búsqueda creativa ha dado origen a fenómenos musicales como el de la nueva “trova” cubana, la explosión de géneros como el “mambo”, el “cubop”, el “songo”, la “timba”, el “rap” y el permanente surgimiento de propuestas artísticas de vanguardia.
Vladimir Sosa, profesor de la Universidad de las Artes en Venezuela, afirma que cuando el jazz conoció los tambores afrocubanos surgió el cubop, y con él, nace el jazz latino cuyo principal epicentro es el caribe latinoamericano.
El jazz latino, abre paso a la fundación de “Irakere”, agrupación liderada en ese momento por Chucho Valdez, que combinó el jazz, el rock, y la música bailable. Gracias a Irakere, y a la experimentación de Juan Cortez, nace posteriormente la timba
Dicho género para los años 80 se convierte junto al “songo” en una amplia propuesta de música tropical de vanguardia que despeja una senda creativa recorrida por diversas agrupaciones en todo el continente americano.
Hijo del Son, el Songo, surge en los años setenta como resultado de la exploración que hiciera Juan Formell, fundador de “Los Van Van”, orquesta de la llamada “Salsa Cubana”.
Este ritmo recorre el mundo uniendo a todos los cubanos y a los latinoamericanos entorno a la fulgurante alegría que caracteriza a los habitantes de esta isla bloqueada por los Estados Unidos, desde hace más de 50 años.
“Cuando la gente habla de música caribeña se refiere fundamentalmente a la música de Cuba”, asegura Sosa.
La nueva trova cubana y el embrujo de la melodía reflexiva
La nueva trova cubana, es quizás el movimiento musical más conocido y relacionado con la Revolución Cubana, esta oleada, proveniente de la efervescencia de los años 70, donde el conflicto político con Estados Unidos comienza a sentirse con más fuerza.
Con el bloqueo, impulsa la experimentación sonora para darle, no sólo una identidad social a la Cuba que resiste y lucha, sino también, para expandir las posibilidades expresivas de una generación de jóvenes que empieza a comprender la importancia de la transformación social de su país.
Buscando formulas más allá de la propaganda política, la nueva trova cubana, de mano, el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficas)
Asimismo, sirvió para que Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Pablo Milanes, Leo Brower entre otros, iniciaran un movimiento que, junto a la Nueva Canción brasilera, despejó los espacios para la creación musical desde el contexto insurgente de la lucha cubana por un mundo más justo.
Sin embargo, en la actualidad, la nueva trova es más que un género, una concurrida escena para la narración musical que, desde lo más hondo del sentir cubano, no sólo canta, también protesta, llora y se ríe de la cotidianidad de su gente, con una agudeza y picardía difíciles de encontrar en otros países.
Al igual que la música bailable, la trova cubana ha probado ser bastante comercial. Como ejemplo más reciente está el de la agrupación “Buena Fé”, la cual, con una propuesta fresca y sencilla logró insertarse en las carteleras musicales y llenar con sus conciertos los escenarios latinoamericanos, norteamericanos y europeos.
No sólo se trata del encanto de su música
En efecto, no es suficiente la virtuosidad, la capacidad innovadora y la intención de quienes hacen y promueven la música cubana, hay varios elementos que explican porque esta industria cultural, ha logrado crecer y sostenerse a pesar del feroz bloqueo promovido por Estados Unidos, cuya intensidad impacta el acceso a nuevas tecnologías y a mejores instrumentos para la creación musical.
A propósito de ello, el escritor cubano Ricardo Riverón señala que en principio la institucionalidad de la isla promueve su talento desde que el sistema educativo lo precisa, “es poco probable que alguien que muestre alguna vocación y talento no sea tempranamente detectado por ese sistema y aupado hasta donde su capacidad le permita.” recalca Riverón.
Por otra parte, la industria cultural cubana sabe que su sonido tradicional junto a las nuevas propuestas, son fácilmente mercadeables, por ello el sistema cubano garantiza la grabación de estas creaciones con altos niveles de calidad a pesar del bloqueo, y asegura que esas producciones se conozcan por todo el orbe.
En este sentido, Vladimir Sosa, aclara que “hay agrupaciones cubanas en todos los festivales de música del mundo, ya sea en los más importantes, o en festivales locales, realizan videoclips, discos muy cuidados con buena gráfica, Cuba, conoce el mercado internacional”.
La alegría cubana, es “eso que anda” contagiando de esperanza a un mundo sumergido en el caos, llenándolo de ganas de vivir, y sobre todo, es una muestra más de la solidaridad que rebasa las fronteras físicas, lingüísticas e ideológicas, convirtiéndose la cultura cubana, en si misma, en un poderoso hecho político que se superpone a la manipulación de las poderosas industrias culturales del mundo.